Una mexicana apellidada Campos y una monegrina llamada Montañés hicieron de sus apellidos raíces al montar dos proyectos de vida que hoy son más que un “sueño” cumplido. “Aquí en España lo montamos en pandemia. Mi hija tiene dermatitis atópica, nació con ella. Ahora tiene 12 años, pero cuando nació el único remedio que nos daban era medicación y mucha cortisona. Con eso es verdad que los brotes se le calmaban, pero empezamos a investigar qué podíamos hacer de forma natural para ella, y descubrimos por otra gente que los jabones que usábamos en casa iban a ayudarle”, relata.
La enfermedad de la piel de su hija y los conocimientos que ya tenía de la fabricación artesanal de jabones fueron el germen de Somos Tierra, un proyecto personal -con sede en Ayerbe– que le ha permitido diversificar su negocio familiar y hacer realidad una idea que sacaron del “cajón” con el parón del confinamiento.
“Mi amiga Karla tenía la empresa montada en México, y medio en serio medio en broma siempre decíamos: ‘un día crearemos Somos Tierra España’… Cuando estalló la pandemia, ellos allí se aburrían. Tenían todo cerrado como aquí. La gente no salía de casa y solo compraba pijamas. Yo me dedicaba al turismo y tampoco tenía faena, así que me llamó y empezamos a adaptar todas las recetas que ella tenía para poder hacerlas aquí en Ayerbe”, cuenta esta emprendedora aragonesa.
Las técnicas que emplea para la fabricación artesanal de jabones, mascarillas, acondicionadores, desodorantes y cremas son las mismas que utiliza su amiga en México, solo que cambian las plantas que toman de base para su elaboración en Aragón. “Yo aprendí a hacer jabones por mi abuela, igual que aprendí a hacer embutido o a embotar tomate, como se hacía tradicionalmente en todas las casas de pueblo. Y en plena pandemia, en vez de hacerlo con aceite usado como se hace el de tajo, empezamos a hacer cambios y a probar con aceite de coco, aloe vera… Fuimos haciendo pruebas y empezamos a cambiar recetas de plantas que no teníamos para que todos los productos se pudieran adaptar”, señala Montañés, que cuenta para ello con su propio bosque en la localidad zaragozana de Santa Eulalia de Gállego.
Allí se crían de forma espontánea y natural hierbas como el tomillo, el romero o la manzanilla. Pero luego hay otras, como la caléndula o la menta, que las trabajan en un pequeño huerto que han montado dentro del mismo bosque. “El terreno lo habíamos comprado justo antes de la pandemia para un proyecto de ampliación de mi otra empresa de turismo. Pero viendo el percal que había entonces, ¡cualquiera se arriesga!”, confiesa.
Emprender en pandemia y apostar por el medio rural
“La pandemia tuvo muchas cosas malas, pero a nosotros nos dio la oportunidad de tener tiempo libre y lo aprovechamos así”
Lejos de tenerle “miedo” a la incertidumbre que trajo la crisis sanitaria, Montañés decidió apostar firmemente por una idea que tenía en la recámara y que al hacer balance de la buena acogida que ha tenido señala que le ha supuesto “comer”.
“La pandemia tuvo muchas cosas malas, pero a nosotros nos dio la oportunidad de tener tiempo libre y lo aprovechamos así. Nos dio una oportunidad de diversificar, de explorar nuevas fórmulas de negocio, de probar cosas nuevas”, afirma esta aragonesa, que presume de llevar el emprendimiento en las venas. Cuenta que ya su bisabuelo era autónomo y en su casa siempre ha habido negocios. “Las pocas veces que he trabajado para otras empresas lo he vivido como si fuera algo mío, y es una manera de trabajar los que llevamos el gen del emprendedor ahí dentro”, apostilla.
Todos los productos que elaboran aprovechando los beneficios de las plantas de su propio bosque se fabrican de manera artesanal, apostando por la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente. “Los jabones y cremas que hacemos son de origen natural, y lo único que utilizamos no vegetal es cera de abeja y miel en alguno de los productos”, explica. Para su embalaje tampoco utilizan plásticos. En algunos casos se entregan envueltos en una bolsita de papel o cartón (reciclables) y si no venden también una lata reutilizable de alumnio a la que se puede dar diferentes usos. “El aluminio lo puedes reutilizar o reciclar y la misma latita que compras con el desodorante para pies, que viene en polvo, la puedes utilizar para guardar el champú. Se hacen todos los productos con las mismas medidas para que puedas reutilizar este objeto y no tengas que comprar siete tamaños diferentes”, indica.
Un ‘top 5’ para el verano
Con la vista puesta en las vacaciones de verano, Montañés recomienda “cinco imprescindibles” para proteger la piel o el cabello del sol y evitar también las molestas picaduras de insectos. “Tenemos una crema repelente de mosquitos que, en vez de ser un ‘spray’ químico, la hacemos a base de plantas con esta propiedad”, señala. Otro de los productos más demandados en esta época del año es la crema para piernas cansadas, una receta “completamente nuestra” que, en México, por las circunstancias, no la fabrica su amiga Karla. “En verano se vende como churros. Lleva mentol, romero y cola de caballo, y todo el mundo que la compra nos escribe que le va muy bien, porque desinflama y relaja un montón”, afirma esta artesana, que aprovechó también la pandemia para formarse y estudiar durante nueve meses en una escuela de fitoterapia y formulaciones.
Otros de los productos más demandados ahora en verano son el champú y el acondicionador (elaborados con manteca de mango, que “ayuda a proteger el cabello” de todas las inclemencias que pueden dañarlo), y la crema de protección solar (SPF 30). Además de estos productos, Montañés elabora también desodorantes, desmaquillantes, mascarillas, cremas y labiales. Todos ellos incluyen en la etiqueta los ingredientes y el modo de empleo, si bien -apostilla- “siempre explicamos cómo hacerlo, y en la web tenemos una guía de uso para que la gente pueda ampliar información si la ha tirado o no se acuerda de cómo usarlos”.
Comercializando estos productos lleva solamente un año, pues subraya que las plantas que utiliza requieren mucho tiempo de maceración y mimo. “Los desodorantes que ahora mismo tengo en la mano los hice ayer, los he etiquetado hoy y los voy a vender mañana en Trasmoz -contaba este viernes-. Intentamos que haya mucha rotación y que no se queden ahí guardados en un cajón, sino que os los llevéis frescos”, subraya.
La acogida que ha tenido esta marca aragonesa es también muy positiva para Montañés, que agradece cada comentario que recibe en su cuenta de Instagram, en persona o por correo. “Todo el mundo se queda super contento. En el caso, por ejemplo, del champú azul (para cabellos grasos), hay gente que ha conseguido lavárselo solo una vez a la semana. Y eso la gente me lo dice, que consigue espaciar mucho más los lavados… El balance, en general, es muy bueno. Estamos haciendo productos que a la gente le gustan y tienen mucha repercusión. Todo el que los prueba repite y nos están llamando de mercados que nosotros no sabíamos ni que existían“, afirma ilusionada.
Aunque la venta en mercadillos de la Comunidad ha supuesto un gran impulso para dar a conocer Somos Tierra, esta emprendedora aragonesa señala que a día de hoy reciben encargos de todas partes de España. “Evidentemente trabajas sobre todo en Aragón porque es cercanía para nosotros, pero estamos recibiendo pedidos de Andalucía, de Galicia, de Baleares… Se venden más en Aragón por el tema de los mercados, y el que te compra en ellos es muy fácil que repita a través de la web, pero quitando eso estamos en todo el territorio“, señala.
Vivir en el medio rural
“Para nosotros es básico seguir viviendo en el medio rural”
Más allá de la sostenibilidad de sus productos y el nuevo negocio que ha creado, Montañés insiste también en su apuesta por el medio rural, un lugar que sin embargo -matiza- no es para todo el mundo. “Nosotros vivimos en Ayerbe y para nosotros es básico el poder seguir viviendo en el mundo rural. Tenemos una hija, y preferimos que se críe aquí, por lo menos hasta que sea mayor y nos diga que se quiere ir de fiesta con los amigos a la ciudad…”, dice entre risas.
La pandemia supuso también un impulso para el turismo rural y la compra de segundas residencias en el Pirineo aragonés y otros pueblos de las tres provincias. Hay quienes incluso cambiaron su forma de vida y emigraron de la ciudad al campo en busca de tranquilidad. Montañés, por su parte, recela del ‘boom’ que se produjo entonces y lanza un aviso a navegantes. “Nosotros esto lo hemos visto. De toda la gente que comenzó la pandemia y huía de las ciudades… no se han quedado todos. Vivir en un pueblo no es tan fácil. Te tiene que gustar y tienes que aceptar que no tenemos los mismos medios. Tenemos otras cosas… Pero la gente que viene al medio rural con una idea bucólica, sin conocer lo que es vivir en su pueblo, no llega al primer invierno. Vive un año completo, trabaja un año entero y luego decide si te quieres quedar o no. No es lo mismo venir de vacaciones a casa de los abuelos, que vivir un año aquí con una tormenta que te deja sin luz o el internet que va unos días bien y otros no”.
En su balanza personal, no obstante, siempre han pesado más las razones para quedarse y vivir en el pueblo, donde tiene a su familia y hoy mantienen dos negocios. “Si prefieres el silencio y la tranquilidad… este es tu lugar. Yo cuando pasa un coche por la calle me asusto. No tengo ni timbre, cuando viene alguien los perros ladran. Es otro concepto, otra cercanía con la naturaleza y otro disfrutar, pero hay que tenerlo muy claro porque los servicios no son los mismos, y es imposible que sean igual que en una ciudad”, apostilla.
Su amor por el medio rural la lleva también a viajar de pueblo en pueblo para dar a conocer su productos en mercadillos como el que se celebra este fin de semana en Trasmoz. Cuenta que antes de la pandemia, este municipio de apenas 100 habitantes llegó a reunir a 9.000 personas en la Feria de la Brujería del Moncayo.
“Mi hija vende conmigo en los mercados, es parte del equipo y sabe perfectamente que esto empezó con ella. Ahora vamos a un mercadillo cada fin de semana, mayoritariamente en Zaragoza y en Huesca, pero dentro de 15 días nos vamos a Comarruga. Si vemos factible un mercado que está un poquito más lejos pero nos encaja por las circunstancias, allá que vamos”, señala.
Tras un año de rodaje y una acogida “muy buena”, Montañés y su familia han participado ya en unas cuantas ferias y mercados ambulantes. En Zaragoza han estado en el Mercado de las Luces, en el Mercado del Cierzo y en el de Mercado de Las Pulgas. Pero también han ido a pueblos como Alquézar, Triste, Aragüés del Puerto, San Mateo de Gállego, Leciñena y Loporzano. “Solemos hacer uno cada fin de semana. El ritmo es ese e intentamos mantenerlo todos los meses. Ahora estamos preparando uno para irnos después del verano a Madrid, aunque los mejores mercados han sido en pueblos pequeños. Apostar por el medio rural también es ir a mercados que a priori parece que vas a vender menos y luego nos dan muy buenos resultados porque la gente se vuelca a sabiendas de que no van a tener otra oportunidad así en un año. Nosotros eso lo valoramos y lo aprovechamos también mucho porque nos gustan los pueblos y el ambiente también es diferente…”, concluye esta emprendedora de Ayerbe.