Dijo Mbappé: «Argentina y Brasil no juegan partidos de mucho nivel para llegar al Mundial. El fútbol no está tan avanzado como en Europa». Y despertó el indio que llevamos dentro los sudamericanos. César Luis Menotti, cabreado, le respondió: “Que Mbappé venga a jugar a Chacarita. Que vaya a San Martín (N. del A.: donde está la cancha de Chaca, equipo de la segunda categoría argentina con fama de bravo). Nosotros hemos invadido los grandes tesoros del fútbol de Europa”. Y dio en un clavo: a fines de los años ’30, escapando del franquismo, una generación dorada de futbolistas vascos salió de España y formó la Selección Vasca que realizó una recordada gira por América. Varios se radicaron en México y otros en la Argentina. Quizás sus dos mejores intérpretes recalaron en San Lorenzo de Almagro y fueron ídolos: Ángel Zubieta, defensa de clase y capitán azulgrana por doce años, e Isidro Lángara, fantástico goleador que arribó a Buenos Aires un domingo por la mañana. Es un caso célebre: bajó del barco, lo llevaron a un hotel y de allí al estadio del Ciclón, que esa tarde jugaba contra River. Le preguntaron si se animaba a jugar y dijo que estaba presto. El suyo fue el debut más estruendoso de que se tenga noticia: San Lorenzo pisó a River: 4 a 0 con cuatro goles de Lángara. Lo sacaron en andas.
Pero fuera de esos dos casos, no se recuerdan otros talentos europeos que hayan hecho historia en el fútbol sudamericano. Podría agregarse a Sekularac, crack yugoslavo que causó sensación en Colombia a fines de los ’60. No obstante, apenas un puñadito de ellos jugó aquí. Sin embargo, miles de cracks de nuestro continente invadieron Europa desde 1910, cuando arribaron los primeros argentinos a Italia y, desde entonces, son la fruta más codiciada de los clubes del Viejo Continente. En 1934, Italia ganó su primer título mundial con el aporte de cuatro argentinos (Orsi, Monti, Guaita y Demaría) y un brasileño (Guarisi). Ni falta hace enumerar lo que representaron en aquello lares Di Stéfano, Sívori, Kempes, Maradona, Batistuta, Messi, Schiaffino, Forlan, Suárez, Cavani, Falcao, Ronaldo, Ronaldinho, Romario, Rivaldo, Neymar y centenares más.
Ellos nos enseñaron las reglas hace ciento cincuenta años, nosotros les mostramos cómo era la técnica a partir de 1924, cuando Uruguay se coronó campeón olímpico deslumbrando al público parisino. Seguramente, Mbappé no hizo su declaración con mala fe, aunque es necesario remarcar que demerita por desconocimiento. Los cuatro ases del olimpo son de acá: Di Stéfano, Pelé, Maradona y Messi.
Por lejanía, el atacante francés tal vez no sabe lo que es una Eliminatoria Sudamericana, jugar en la altura de La Paz, en el húmedo sopor de Barranquilla, ignora lo que es ser visitante en La Bombonera, enfrentar el biotipo físico ecuatoriano en Quito, tener que vérselas seguido contra Brasil en Río o San Pablo, toparse con los uruguayos…
Para ilustrarlo a Kylian: Argentina y Brasil se midieron 110 veces desde 1914. Francia apenas tuvo enfrente 16 veces a la Verdeamarilla. ¿dónde está lo fácil…? Francia pierde en los historiales con Brasil y con Argentina. O sea, está debajo de quienes considera inferiores. Sin contar con que Francia es una neopotencia. Hasta la aparición de Platini y hasta que decidió convertirse en multicultural y nacionalizar extranjeros, la selección francesa no protagonizaba, hacía número nomás. Era una Bélgica, una Hungría.
Un buen ejemplo es el de Cristiano Ronaldo y Messi. Cristiano marcó 117 goles a nivel de selecciones, Leo 86, aunque con 26 partidos menos. Pero, ¿cuántos goles tendría Messi si defendiera a una selección europea…? La UEFA tiene 55 miembros, siete de ellos poseen selecciones poderosas, como Alemania, Italia, España, Francia, Inglaterra, Holanda, Portugal. Luego viene un segundo estrato de considerable fortaleza: Bélgica, Dinamarca, Croacia, Suecia, Serbia, Suiza, Polonia, Escocia, Rusia, República Checa, Austria, Hungría. En un tercer lote ubicaríamos a Noruega, Rumania, Grecia, Ucrania, las Irlandas, Turquía, Islandia, Eslovenia, Macedonia del Norte. Y detrás se apelotona una veintena a las que podríamos definir como simpáticas o entusiastas, caso Gibraltar, San Marino, Chipre, Malta, Luxemburgo, Lichtenstein, Islas Feroe, Andorra, Albania, Montenegro, Kosovo, Estonia, Armenia, Azerbaiyán, Letonia, Lituania, Moldavia, Kazajistán, Georgia, Bielorrusia.
Si Messi le hace cinco goles a Venezuela, “no jugó contra nadie”, si Cristiano Ronaldo le marca cinco a Chipre, “es un animal competitivo”. La diferencia es la óptica, la fuerza política y mediática, el prisma eurocentrista. Además, Cristiano tiene a disposición decenas de enfrentamientos contra esos rivales del cuarto escalón. Porque además en Europa hay más partidos: Eurocopa, clasificatorias de Eurocopa, Mundiales, clasificatorias de Mundiales, Liga de Naciones. Y la UEFA arma las Eliminatorias de modo tal que faciliten la clasificación de los grandes. Un ejemplo: en el reciente Premundial, a Inglaterra le tocó con Polonia, Albania, Hungría, Andorra y San Marino. El primero va directo al Mundial, más sencillo, imposible. En ese grupo, a diez partidos, Messi podría anotar veinte goles, sin despeinarse. Frente a esos adversarios, Argentina y Brasil posiblemente ganarían los diez juegos y marcarían 40 ó 50 goles.
Hay, sí, una realidad, las cosas han cambiado radicalmente en los últimos veinte años. Hasta 2002, en los duelos directos entre europeos y sudamericanos por Mundiales, América del Sur ganaba 16 a 9. Alemania 2006 fue una bisagra; desde allí en adelante se impone Europa 15 a 4. También ha bajado la cantidad de estrellas que se exportan desde aquí hacia allá. Y los títulos, que desde ese 2006 han ido a parar a manos de la UEFA. Pero eso puede cambiar en Catar 2020. Brasil y Argentina, incluso Uruguay, mejoraron y lucen fuertes, podrían dar el zarpazo de nuevo. Tienen tradición, buenos planteles, entrenadores actualizados y capaces, sus asociaciones están organizadas y casi todas sus figuras son triunfadoras en los mejores clubes de Europa. El delantero del PSG ubicó a las dos mayores potencias sudamericanas por debajo de las europeas, sin embargo, no hay ningún ítem en el cual pueda aseverarse que Francia, Alemania, España, Portugal, Inglaterra u Holanda estén por encima de nuestros colosos del Atlántico. Si ganan aquellos es porque tuvieron una mejor tarde, un día más inspirado, no porque deban considerarse superiores.
Mbappé hizo su particular evaluación el 24 de mayo, siete días después se midieron en Londres los campeones de Europa y Sudamérica: Argentina venció 3 a 0 con un baile memorable. Sobre todo, con una calidad que debe haber deslumbrado al propio Mbappé. Inmediatamente después, por la Liga de Naciones, Italia empató con Alemania 1-1 y venció 2-1 a Hungría, que venía de derrotar a Inglaterra 1 a 0.
Mbappé tiene 23 años, vio poco fútbol y juega mejor de lo que opina.