Sandra Dibble tiene un recorrido que la distingue. Nació en Egipto, vivió en Washington y pasó los años más intensos de su vida en la frontera entre Tijuana y San Diego. Con un padre diplomático que la mudó junto a su familia por países como Turquía, Austria, Suiza y Siria, al regresar a la capital de Estados Unidos, Dibble sintió que no encajaba, como si fuera extranjera en su país. Hasta que en 1994, llegó como enviada a Tijuana sin saber que se iba a quedar para siempre en esa región, la puerta de entrada principal de los inmigrantes a Estados Unidos. Después de ser cronista de San Diego Union Tribune durante muchos años, Sandra acaba de volcar parte de su experiencia periodística en un trabajo reciente titulado Border City y es la autora del newsletter “Border Report” para Voice of San Diego. Hasta 2000 vivió en Tijuana y hoy lo hace en un paraje de San Diego, a menos de 20 kilómetros del cruce de San Ysidro. “Todavía me interesa y me apasiona la frontera”, dice en diálogo exclusivo con LPO.
La frontera es un tema de debate permanente en Estados Unidos y también un tema sin solución. ¿Por qué se decidió a hacer en este momento esta reconstrucción de su vida periodística en la frontera?
El origen de este proyecto fue hacer un podcast sobre la ciudad fronteriza. San Diego y Tijuana son ciudades pegadas y terminé sin querer como el sujeto de esta historia, algo que normalmente los periodistas no somos. Pero después de tanto tiempo, me permití hacer una narrativa muy personal a partir de mi trabajo. He trabajado a veces como cronista local pero también como corresponsal extranjera, en una tarea híbrida. Y decidí hacerlo porque estaba abandonando el diario después de mucho tiempo y era una forma de cerrar una etapa. Cada momento en Tijuana es muy emocionante y cada momento parece histórico.
¿Por qué dice que las notas habituales de periodistas enviados a Tijuana no logran captar el pulso y la esencia de lo que es la vida en estas ciudades fronterizas?
Porque vienen en momentos de crisis y captan solo un momento. Hace algunos años, hubo una caravana de centroamericanos que venían huyendo de crímenes de alto impacto, entonces la frontera se llenó de periodistas. A veces, es la crisis o las inundaciones, pero los que llegan no pueden captar la vida diaria de personas muy arraigadas que viven en esta región, ni el vínculo muy estrecho que existe entre Tijuana y San Diego. Hoy vivo en San Diego pero gran parte de mi vida esta en Tijuana y esa complejidad no sale en las notas.
Usted define a la frontera no como una línea sino como una región, pero el paso se fue complicando cada vez más en todo este tiempo. ¿Cómo fue ese cambio?
La frontera es una región pero también es una barda muy dura. Los cruces por las garitas se han incrementado mucho porque la población ha aumentado. Cuando yo llegué, cualquier persona podía cruzar en menos de 20 minutos si no era hora pico. Ahora, tengo amigos que cruzan cada día por trabajo, que viven en Tijuana y trabajan en San Diego y tienen que esperar dos horas cada mañana para cruzar. Se ha complicado en ese sentido pero también por la migración. La gente de la región tiene visas y tarjetas para cruzar pero para todos es durísimo. Cruzar es más difícil que nunca y hay más gente que quiere cruzar. Es un gran cuello de botella. Eso no existía antes.
¿Cómo era el cruce cuando usted llegó?
En 1994, la migración era mexicana y muchos que cruzaban iban a trabajar a Estados Unidos y regresaban a su tierra. Era mucho ir y venir. Ahora, con la frontera tan dura, si cruzas, no vas a regresar. Tal vez mandas dinero a tu familia, pero si logras cruzar la frontera en dos meses no vas a volver a tu pueblo. Hay un endurecimiento de la frontera y es de los dos lados. Yo tengo un pase especial y me quejo porque tengo que esperar una hora. Son muchos carros que quieren cruzar.
El paso más conocido es el de San Ysidro.
Sí, diez kilómetros hacia el Este tenemos Otay Mesa, que también es un cruce comercial de camiones y, más allá, está la ciudad de Mexicali pero es la misma cosa. Son puertas en toda la frontera, pero la más conocida y simbólica es la de San Ysidro.
Dice que cuando mira atrás se da cuenta de lo poco que entendía sobre las fuerzas políticas y económicas que operan en la frontera. ¿Qué era lo que no veía al inicio?
Yo vine casi a ciegas, era una hoja de papel vacía. No vine con ideas sobre la frontera, lo único que pensaba era qué región más interesante la frontera de México y Estados Unidos. Al principio, no sabía del narcotráfico y me encontré con el apogeo del cartel de los Arellano-Felix, era una situación extraña porque el reinado era tan absoluto que no había violencia de la magnitud que después sí hubo. Yo era un poco inconsciente y no me interesaban las notas policiales. Me interesaba la política y no sentía peligro. No pensé que en 25 años todo iba a cambiar tanto y que me iba a tocar cubrir esa transformación. A partir de 2008, comenzó la guerra entre narcotraficantes y recién entonces descubrí cómo se habían metido en la sociedad tijuanense.
El profesor de la Universidad de San Diego, David Shirk, dice que cuando no hay violencia es porque no hay competencia entre carteles. Después del reinado de los Arellano, se impuso Sinaloa, pero ahora volvió la violencia producto de las disputas.
La época de los grandes carteles ya pasó. Cuando llegué, México estaba dividido y los Arellano tenían la plaza de Tijuana. La violencia no se notaba tanto. Ahora, el cartel de Jalisco Nueva Generación está luchando contra Sinaloa y por momentos aparecen aliados con lo que queda de los Arellano. A eso se le suma el aumento en el consumo de drogas, especialmente las metanfetaminas. Entonces, la violencia se debe a las disputas en los barrios entre narcomenudistas. No es la gran lucha de otros tiempos. Hay dos mercados de drogas: uno es el trasiego para cruzar a Estados Unidos y el otro es para los adictos en México. Hay un mercado creciente en México, eso explica la gran disputa ahora en los barrios de Tijuana. Muchas veces los que venden no reportan a un grupo de manera permanente, un día están con un grupo y al día siguiente con otro.
Cruzar a San Diego sigue siendo un objetivo deseado.
Muchos tijuanenses trabajan en San Diego y tienen doble ciudadanía. Lo que hay que entender es que muchos tijuanenses son muy orgullosos de serlo y tienen un sentido muy fuerte de comunidad y familia. En cierta medida, es un pueblo chico y aunque son dos millones de personas, muchos se conocen desde la infancia, sus familias se conocen y van a la mismas escuelas. Es muy complejo entender eso. Uno puede suponer que todos los tijuanenses quisieran estar en San Diego, ¡Pero no! !No es cierto! ¡No es así! Tijuana es una ciudad muy linda.
Usted cuenta que en algún momento, los tijuanenses comenzaron a volver de San Diego y quedarse en Tijuana.
Es cierto. Los que van a San Diego son obviamente los que tienen los ingresos y la posibilidad. En 2008 y 2009, como era más difícil pasar la droga a los Estados Unidos, había grupos de delincuentes que se dedicaban al secuestro y secuestraban mucho a la clase media y media alta. Eso fue un parteaguas y mucha gente se fue a vivir a Estados Unidos. Pero eso ya no es más así y ahora muchos prefieren quedarse.
Ser hija de un diplomático y haber vivido en distintos países generó en usted la sensación de sentirse extranjera en Estados Unidos. ¿Piensa que por eso decidió quedarse a vivir en la frontera?
Pienso que si. Tuve una vida de cambiar y cambiar, así me crié. Y en Tijuana, mucha gente viene de afuera. Es como estar en un cuarto con todas las ventanas abiertas y sientes las corrientes de aire permanente. Así es Tijuana. No es una sociedad de provincia ya establecida y con puertas cerradas. En Tijuana es más fácil quedarse. Como dicen aquí, por la presa Rodriguez: “El que toma agua de la presa, siempre regresa”. Tomaste agua de la presa y ya no te vas, te encariñas. Es una ciudad que cambia cada día. Llegaron los ucranianos, los venezolanos, ahora hay una nueva caravana que va hacia la frontera. Yo canto en un coro y la maestra es cubana, ahora estamos cantando algo de Brasil y de Francia.
¿Por qué dice que la Operación Gatekeeper, durante el gobierno de Clinton, provocó un cambio fuerte?
Esa fue una primera etapa. A fines de los ochenta, yo ya había estado en Tijuana y la gente cruzaba por el cañón Zapata. Los veías cruzar y cruzar de a cientos. Eran tantos que la Patrulla Fronteriza no podía hacer nada. La idea de la Operación Gatekeeper era que no crucen en las zonas urbanas porque en esos casos ya estás con la población y entonces es muy difícil detenerte. A partir de ese momento, todo el mundo comenzó a cruzar en el Este, donde hay montañas, donde hay desierto y donde es más peligroso cruzar. En el desierto, hace 45 o 50 grados en el verano y la gente muere de calor, así como en el invierno muere de frío en las montañas. Ahora, hay varios endurecimientos en la frontera, hay lugares donde hay tres muros, tres bardas, pero son muy creativos y siempre encuentran otras maneras de cruzar. Vienen en cajuelas, se esconden en el tronco del auto, dentro de las sillas. Hay adaptaciones permanentes para vigilar la frontera. Los que vigilan la frontera ven drogas y personas que cruzan en cada rincón que pueden, o con documentos falsos. Los paras por allá y vienen por acá. Es muy complejo.
En 21018, cuando la caravana que se inició en Honduras, se desplazó a través de Guatemala y llegó vía México, Trump habló de invasión. ¿Qué fue lo que pasó?
Siempre quedó el misterio de cómo se originó. Durante muchos años, las caravanas de migrantes se iniciaban para la época de Pascua. Siempre había habido muchos centroamericanos llegando a la frontera, pero no en grupos. Como había muchos policías, extorsión y violencia, tuvieron la idea de venir en grupo para que no los extorsionen y poder llegar más seguros. Fue como una bola de nieve, miles de personas llegaron a Tijuana, era una cosa inédita verlos a todos en grupo. Normalmente, los centroamericanos se van a la frontera con Texas porque es más cerca, pero llegaron y la reacción en Tijuana fue dispar. Estaba dividida la población, había grupos que rechazaban la presencia de los migrantes, pero también había grupos de apoyo muy importantes. Algunos dicen “ah, ya los tijuanenses rechazan a los migrantes”, pero no es eso exactamente. Sigue habiendo grupos de mucho apoyo y creo que los migrantes siguen llegando a Tijuana porque hay más albergues y más lugares que los reciben. Estamos al lado de California, que es el Estado más rico de Estados Unidos.
¿Qué es lo que no se ve desde Washington, desde el centro del poder de Estados Unidos, sobre lo que sucede en la frontera sur?
Por un lado, lo que no se ve es cómo están atorados los cruces legales. Cómo la gente con todo derecho y con todos sus documentos, no puede cruzar en tiempo y forma, nadie sabe por qué no hay más inspectores para facilitar este cruce diario. Esto está sofocando una economía muy vital, muy importante para la región. ¿Por qué tienes que esperar tres horas para ir a trabajar o para visitar a tu mamá? Ya saben quién eres, pero igual hay largas demoras. ¿Qué es lo que no se entiende desde el centro? Es una gran pregunta. He escrito mucho sobre migrantes y cuando escuchas sus historias… qué cosa más triste. Estados Unidos solo te otorga asilo si te están persiguiendo a tí personalmente, no si vives en un barrio donde hay muchos crímenes.
Pero la presión por ingresar parece es creciente y parece incontenible.
Estamos en un nuevo mundo de migración, de migración intensa y tal vez las leyes ya no sirvan, debe haber alguna revisión. Hoy en Estados Unidos, para los trabajos de poco ingreso es muy difícil encontrar trabajadores. Entonces, por un lado no hay personas para hacer esos trabajos en lugares como un café o un restaurante, y por el otro, hay mucha gente del otro lado que quiere trabajar.
Y no puede entrar.
Y no puede entrar. No sé cómo se resuelve el tema de la migración, no sé cómo, pero sí sé que debe haber reformas. Algo tiene que cambiar.
Decía que la geografía le da forma a la gente de la frontera y a veces los destroza. ¿Cómo es eso? ¿Por qué?
La geografía nuestra es una línea artificial, no es una línea natural. Cuando la frontera es algo natural como un río, pero cuando es una línea como pasa entre California y México, es ahí cuando empiezas a tener problemas. Es una geografía trazada por el hombre, arbitraria y producto de una guerra, antes de 1848. Y ves cómo la gente muere al intentar cruzar, yo documenté uno de esos casos. A eso se suma la tragedia del narcotráfico o de las armas que llegan a México o de las drogas que cruzan y destrozan vidas. No es algo abstracto sino personas y familias destrozadas.
Usted cita a Víctor Clark un activista de derechos humanos que dice que los asesinatos subieron mucho en determinado momento porque Tijuana no está bajo el control de las autoridades sino bajo el control de los narcotraficantes. ¿Quién ejerce el poder en esa zona de frontera?
Clarck dice algo parecido a lo de Shirk, que la dinámica de la violencia tiene más que ver con los tratos y la competencia entre grupos de narcotraficantes. Yo creo que lo que sube y baja la violencia tiene más que ver con eso, que con los esfuerzos que hagan los gobiernos o la policía para detenerlos. Esta violencia va a seguir mientras la gente siga consumiendo drogas en Estados Unidos.
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