En Casa Rosada, el discurso de Cristina Kirchner en el plenario de la CTA el día de la Bandera se escuchó con preocupación. No porque el público arengara a la oradora al grito de “presidenta” ni porque la ovacionaran cada vez que ella criticaba a su compañero de fórmula: sus disparos contra las organizaciones sociales fueron lo que los alertó. Alberto Fernández supo que tenía que contestar a esa provocación, no la podía dejar pasar. Después de todo se trata de uno de los pocos pilares en los que se sustenta su gestión.
Horas después de que la vice abriera un nuevo flanco en su batalla contra todos, el Presidente la contradecía públicamente, agregando un capítulo más a la disputa de poder más importante de la Argentina.
Frente a la crisis y los problemas de la gestión de Alberto Fernández, Cristina elige aislarse. Por momentos, la vice parece incluso parte de la oposición: tiene frentes abiertos contra el ministro de Economía, Martín Guzmán, pero también con el presidente del Banco Central, Miguel Ángel Pesce. A su críticas habituales a la Corte Suprema, ahora le agregó una furibunda protesta contra las organizaciones sociales. La vice va por todo. Y contra todos.
Pelea final
“Si Evita viviera, mamita”, decía eufórica Cristina, tras haber lanzado la última granada. Esta vez, contra las organizaciones piqueteras por su intermediación en la entrega de planes sociales. “No me gusta que me quieran convencer de que eso es peronismo. El peronismo es laburo; no es depender de un dirigente barrial que me dé el alta”, sentenciaba.
Esos párrafos serían la comidilla de todos los dirigentes, del oficialismo y la oposición, durante los siguientes días. En definitiva, la vice no reclamaba por más o menos asistencialismo, sino porque el dinero sea repartido por intendentes, para restarle poder al Movimiento Evita. “Le saca los planes a las organizaciones para dárselos a La Cámpora”, protestó Luis D’Elía. Es lo más suave que le dijo: indicó que esa idea era un “suicidio político” y que la ex presidenta “nos declaró la guerra”. Fue secundado por cada uno de los dirigentes sociales.
En el mismo acto de Avellaneda, la vice le apuntó a uno de sus enemigos favoritos: la Justicia. Aseguró que en la Argentina hay un “partido judicial”. Pero las críticas a ese sector ya no llegan con fuerza, de tan reiterativas. Es más, horas después de esas referencias, Cristina recibiría uno de los reveses más trascendentales del último tiempo.
Es que la Corte Suprema falló en contra de una serie de recursos que habían interpuesto en la causa Vialidad, la que investiga el manejo de la obra pública en Santa Cruz, y ahora la dejaron expuesta ante una acusación por asociación ilícita que podría ser de hasta 16 años de prisión. Un fuerte contragolpe.
“La decisión de la Corte tiene errores técnicos”, protestó el abogado de la vice, Carlos Beraldi, que no suele hacer declaraciones públicas a menos que el tema tenga una relevancia mayúscula.
Estas decisiones la tenían. El defensor legal de Cristina formó parte de la comisión de asesoramiento que buscaba reformar el máximo tribunal de Justicia. El enfrentamiento es total.
Tiros en los pies
El poder de fuego de la vice parece tener límites. Es que, hasta ahora, cada vez que apuntaba contra un funcionario lograba que Alberto terminara por removerlo: Matías Kulfas, Marcela Losardo, Juan Pablo Biondi y Santiago Cafiero -corrido de la Jefatura de Gabinete- son testigos de eso. Sin embargo, Cristina nunca pudo contra Miguel Ángel Pesce ni con Martín Guzmán.
El ministro de Economía es un factor de discusión desde el primer minuto de gestión. “Me pegan de todos lados”, suele decirles a sus interlocutores cuando le hacen notar las críticas del Instituto Patria y de La Cámpora.
Pero, a pesar de ser el blanco predilecto, Guzmán acaba de romper un récord: con más de 900 días en el cargo, es el ministro de Economía que más duró en un gobierno kirchnerista. Nada mal, dado el contexto.
Pesce corre con la misma suerte. CFK lo quiere afuera, no hay término medio. Nunca aprobó su pliego en el Senado, de tal manera que es el presidente del Banco Central “en comisión”, es decir que podría ser echado solamente con un simple decreto.
El último discurso de la vicepresidenta configuró un listado completo de sus enemigos. Desde el albertismo buscaron distintas formas de alcanzar la paz, pero lejos de eso, Cristina suma cada vez más batallas.
La advertencia a Scioli
El ex gobernador Daniel Scioli volvió a la escena nacional tras la renuncia de Matías Kulfas. Tiene, en el fondo, una ilusión que lo motiva: su revancha presidencial en las urnas del 2023. Sin embargo, Cristina Kirchner ya le envió una advertencia: no habrá candidatura si ella no lo bendice. Por eso, apenas el ex embajador en Brasil entró al Gabinete, la vice lo cruzó: atacó al Presidente, al BCRA, la AFIP, la Aduana y también al Ministerio de Producción por la fuga de dólares. “Hay un festival de importaciones”, indicó. Y Scioli, tras reunirse con empresarios, le dio la derecha: “Habrá que estar muy atentos a que no se realicen importaciones especulativas”, respondió sumiso a la observación de la vicepresidenta.