Cinco emigrantes subsaharianos murieron este viernes en el lado marroquí del paso fronterizo con Melilla, en un intento masivo de entrar por la fuerza en esta ciudad española enclavada en el norte de África, que acabó en un nuevo drama a las puertas de la Unión Europea.
“En el curso de este asalto” a la frontera, “cinco migrantes murieron en la estampida y cayendo de la valla” que separa ambos países, informaron las autoridades marroquíes en un comunicado.
En estos sucesos del lado marroquí, también resultaron heridos 140 policías, 5 de ellos con lesiones graves, precisaron las autoridades del país magrebí en un comunicado enviado a la AFP.
Se trata del primer gran intento desde que Madrid y Rabat superaron una crisis diplomática. La policía española, que custodia su lado de la frontera, dijo a la AFP no disponer de información, y remitió a sus pares marroquíes.
Las autoridades españolas sí habían informado horas antes de que un grupo de “cerca de 2.000 migrantes” inició “una aproximación hacia Melilla” a primera hora de la mañana, y que 133 de ellos lograron llegar a la ciudad “tras romper con una cizalla la puerta de acceso del puesto de control fronterizo”, según la Delegación del gobierno (prefectura) en Melilla.
Asimismo, reportaron que en el lado español hubo 49 agentes de la Guardia Civil heridos leves y 57 migrantes de diversa consideración, de los que tres fueron atendidos en el hospital en España
La delegación hizo hincapié en que el salto se produjo “a pesar del amplio dispositivo de las Fuerzas marroquíes, que han colaborado activamente y de forma coordinada” con las españolas, y el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, se congratuló por ello, tras un año de crisis diplomática.
“Agradecer en el nombre del gobierno de España la extraordinaria cooperación que estamos teniendo con el Reino de Marruecos, y que demuestra la necesidad de tener la mejor de las relaciones (…) en materia de lucha contra la inmigración irregular”, dijo Sánchez en Bruselas.
Los últimos intentos de penetración masiva en España por uno de sus enclaves norafricanos (Ceuta y Melilla), fueron a principios de marzo, antes del deshielo de las relaciones hispano-marroquíes.
La crisis diplomática entre ambos países se desató después de que España acogiera en abril de 2021 al jefe de los independentistas saharauis del Frente Polisario, Brahim Ghali, para tratarse de covid-19 en un hospital del país.
Marruecos reivindica el Sáhara Occidental, una antigua colonia española, y la crisis diplomática se cerró cuando España abandonó su neutralidad histórica entre independentistas saharauis y Rabat, para respaldar el plan marroquí para el territorio, consistente en dotarlo de autonomía.
Este cambio de postura le valió numerosas críticas al gobierno de Pedro Sánchez, y varias voces de la oposición lo interpretaron como una concesión a Rabat para que frenara la llegada de inmigrantes.
El punto álgido de la crisis hispano-marroquí se dio en mayo de 2021, cuando, aprovechando que las autoridades marroquíes habían relajado los controles, unos 10.000 inmigrantes entraron en Ceuta.
A pesar de que Madrid y Rabat han arreglado sus relaciones, Pedro Sánchez avisó en junio que “España no va a tolerar la instrumentalización de la tragedia de la inmigración irregular como arma de presión”.
La mejora de las relaciones con Marruecos, plataforma de salida de la mayoría de los inmigrantes irregulares que llegan a las costas españolas, provocó un descenso de las llegadas.
Así, la cantidad de emigrantes que arribaron en abril a las costas del archipiélago español de Canarias, primer mes de la vuelta a la normalidad bilateral, fue ya un 70% menor que en febrero, según datos del Ministerio de Interior español.
Madrid, que será sede de la cumbre de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) del 28 al 30 de junio, abordará con sus aliados el tema de la emigración irregular como instrumento de presión entre países, como “amenaza híbrida”, no convencional.
Ceuta y Melilla constituyen las dos únicas fronteras terrestres entre la UE y el continente africano, y miles y miles de emigrantes subsaharianos sueñan con alcanzarlas como primer paso para su instalación en Europa.
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