Los icónicos puestos de comida callejera del centro de Ciudad de México han perdido su color y esencia tras la orden de la Alcaldía de Cuauhtémoc, una de la más importante de la ciudad, de borrar los rótulos y unificar la imagen en un tono gris, lo que ha desatado un movimiento de resistencia por parte del gremio ambulante.
“Nosotros teníamos una calcomanía con todo lo que vendíamos. (…) Teníamos (el dibujo de) una hamburguesa con corona, patita y manitas, algo simbólico para el comercio. Y ahora los carros que pasan la gente tiene que acercarse mucho, no ven nada”, explicó e Efe Ulises Martínez, quien tiene un puesto de hamburguesas a unas calles del edificio de la Alcaldía.
Como él, miles de comerciantes de la capital tuvieron que eliminar sus rótulos, pegatinas o lonas que representaban -muchos de ellos con gran gracia-, lo que los identificaba y lo que vendían.
Ahora, lo coches o las personas circulan por delante de las casetas y tienen que acercarse mucho para saber que productos o servicios ofrecen.
“Si tú tienes un negocio necesitas anunciarle a los potenciales consumidores qué vendes, qué ofreces, y diferenciar como son por ejemplo tus tortas ¿son gigantes son super tortas?”, dijo en entrevista Tamara de Anda, presentadora de televisión y muy reconocida en redes sociales como Plaqueta.
INDIGNACIÓN
En marzo y abril ella y otras personas empezaron a notar que algunos puestos ya no tenían sus rótulos y en lugar de estos aparecía una pegatina gris con las letras azules que dicen “Alcaldía Cuauhtémoc”.
Poco a poco, principalmente a través de redes sociales, la indignación fue aumentando, pues los rótulos de los puestos callejeros forman parte de la identidad de la Ciudad de México y, sobre todo, porque esta medida, argumentada por la alcaldesa Sandra Cuevas mediante la necesidad de unificar la imagen de la zona, perjudica a sus ingresos.
“Incomoda a todos (los comerciantes), nos perjudica a todos porque es una fuente de trabajo. Además es una cadena, también para los rotulistas, los de los letreros”, añadió Ulises.
Evelyn, de 18 años tiene un puesto de zumos y aguas de frutas cerca del de Ulises y, aunque en su caso no le afectó tanto la retirada de una lona donde anunciaba lo que vende, le pareció “muy mal” que les cobrasen para poner las nuevas pegatinas.
Según indicaron varios comerciantes y De Anda, los funcionarios que acudieron a colocar los logos de la alcaldía les cobraron entre 100 y 150 pesos (alrededor de entre 5 y 7,3 dólares)
“Estamos en una asociación nos dijeron que iban a pasar los de la delegación iban a pedir 100 pesos para poder rotular el puesto. A lo mejor no me pareció mal la imagen pero sí que nos cobrar o nos quitaran los rótulos o lonas que habíamos pagado”, dijo la joven.
POR LA COMIDA CALLEJERA
La situación incomoda y perjudica a los comerciantes cuyos puestos cuentan con permisos y pagan impuestos, pero también molesta a los amantes del arte callejero y aquellos que abogan por proteger la identidad de las calles de la capital.
Y por eso De Anda y otra personas reconocidas aprovecharon su “capital cultural, e incluso político”, dijo la mujer, para crear la Red Chilanga en Defensa del Arte y la Gráfica Popular (Rechida en redes sociales).
“No pretendemos hablar por las personas afectadas pero se sienten amenazados, algunas personas que hablaron en medios están siendo intimidadas. Somos personas de clase media que no queremos ser los ‘whitesaviours’, estamos aprovechando el capital cultural e incluso político para visibilizar el problema y buscar políticas públicas”, explicó la presentadora.
Por el momento el tema se ha posicionado en la agenda de la capital e incluso la alcaldesa ha comparecido ante el Congreso capitalino, donde “tuvo los ovarios de decir que los rótulos no son arte”, reclamó Plaqueta.
Rechida está logrando su primer objetivo: visibilizar el problema. Y su misión continúa su camino para conseguir generar políticas públicas que protejan los rótulos, que representan la esencia de una ciudad que es conocida en todo el mundo, entre muchas otras cosas, por su comida callejera.
“Es una oportunidad histórica para defender la comida callejera como parte de nuestra cultura, de nuestra economia, de nuestra identidad como chilangues (personas de la capital)”, sentenció De Anda.