Las nuevas generaciones tienen un vocabulario alrededor de la moda que sus predecesores no usaban. Términos como slow fashion –un enfoque de la moda en el que se tienen en cuenta los procesos y recursos necesarios para fabricar la ropa respetando el entorno–, moda circular –prendas que se utilizan durante el mayor tiempo posible, a través de la reutilización y el reciclaje– o upcycling –aprovechar productos, residuos o materiales de desecho con el objetivo de fabricar nuevos productos o materiales de mayor calidad– eran completos desconocidos hace unos años, pero ya forman parte del lenguaje de muchos consumidores y cada vez más marcas.
El desafío ahora, según la fundadora y directora del grupo de profesionales Slow Fashion Next, Gema Gómez, es que esos conceptos se conviertan en actitudes reales y diarias. “Aún existe una brecha en cuanto a consumo y comportamiento entre lo que quieren ser y lo que hacen. Es difícil convertir los ideales de una generación en lo que hacen en su día a día”, advierte la experta.
Solo hace falta ver la locura que la tienda efímera del gigante textil chino Shein, que en 2020 facturó alrededor de 10.000 millones de dólares (8.600 millones de euros), desató en Madrid para comprobar que la fast fashion, definida por el diccionario de Cambridge como ropa que se fabrica y vende a bajo precio para que las personas puedan comprar ropa nueva frecuentemente, sigue triunfando. El experimento originó colas de varias horas para acceder a su interior. “Este tipo de marcas no dejan de ser el reflejo del momento en el que vivimos: rápido, fácil y con muchos estímulos. Hay muchas opciones muy baratas y nichos de mercado antes infraservidos que ahora tienen miles de prendas nuevas al día para elegir”, reconoce Gómez.
Para el director del máster en Gestión de la Industria de la Moda Sostenible, Ética y Responsable de la Escuela Superior de Diseño (ESDi), Jaume Vidiella, el respeto al medio ambiente se ha convertido en un compromiso ineludible para todas las marcas del sector, pero alcanzar la proximidad del producto resulta más fácil de aplicar en aquellas relacionadas con el lujo. En cuanto a los consumidores que priorizan la cantidad a la calidad, el profesor considera que el problema no está en la cartera, sino en los propios hábitos de compra: “Tener un armario con 200 prendas, muchas de ellas sin estrenar, 200 zapatos, 25 frascos de perfume y 400 cosméticos es algo que hace no tantos años era un privilegio de las clases adineradas y ahora es un privilegio para cualquiera. Si el público está concienciado, ha de comprar menos y, a lo mejor, gastar un poquito más en unas prendas que tienen certificaciones, porque ese proceso obviamente no es barato”, defiende.
Poco a poco, la industria empieza a concienciarse. Según una encuesta realizada en julio de 2020 entre las empresas del sector de la moda, la sostenibilidad fue identificada como la principal tendencia dentro del negocio en España (para el 73%), y la slow fashion se situó en segunda posición con aproximadamente el 35% de las respuestas. No es de extrañar, teniendo en cuenta que la propia legislación ha empezado a adoptar medidas en este sentido. En marzo, por ejemplo, la Unión Europea puso en marcha una serie de medidas energéticas dentro del Pacto Verde Europeo para limitar la moda rápida a través de propuestas para hacer que las prendas confeccionadas en el territorio sean más duraderas, reutilizables, reparables y reciclables.
En este sentido, la presidenta de la Asociación Española para la Sostenibilidad, la Innovación y la Circularidad en Moda, Paloma García, señala que “es inconcebible que los diseñadores de nuevo cuño no nazcan ya sostenibles y que no tengan en cuenta su impacto, ya que, si no es por opción personal, tendrán que serlo por exigencias legales y sociales”. Algunos de esos nuevos profesionales de la industria se forman, precisamente, en la Escuela The Circular Project, una iniciativa que ella misma dirige. “Ayudamos a que todo el que tenga un mínimo interés en este tema y, sobre todo, diseñadoras dando sus primeros pasos, puedan tener una visión clara del momento que vivimos en el sector, focalicen bien sus pasos y puedan comunicar o crear sus propios proyectos con las herramientas y amplia documentación que se les proporciona en el curso”, explica.
Formación sostenible
Slow Fashion Next también cuenta desde hace 11 años con una oferta formativa basada en la experiencia personal de su fundadora durante su etapa como diseñadora de moda en grandes marcas y sus viajes a Asia, donde, dice, comprobó de primera mano cómo la profesión que tanto le gustaba estaba haciendo daño a las personas y al planeta. “Nacimos para ofrecer formación de calidad a todas las empresas y profesionales que estaban interesados en aprender a hacer las cosas de una manera beneficiosa para el entorno y para las personas a lo largo de toda la cadena de producción”, sostiene Gómez.
Vidiella, por su parte, reconoce que en su máster hay todo tipo de perfiles de estudiantes, desde los que sueñan con incorporarse a los gigantes de la moda rápida hasta los que aspiran a montar su pequeño negocio de proximidad. Esto último, además, no se debe tanto a la conciencia ambiental de los alumnos como al cambio de propósito vital de las nuevas generaciones, según confirma el profesor: “Trabajar en una gran empresa de cualquier tipo suele conllevar una vida bastante estresante. Muchos prefieren una vida más tranquila, tener un pequeño negocio que puedan controlar en vez de trabajar para una organización que les va a hacer viajar varias veces al año y desplazarse lejos. Hay gente que no quiere pertenecer a esa industria y opta por un negocio cercano y a la vez sostenible porque se trabaja con pocos proveedores”.
Acerca de si fast y slow fashion pueden convivir en un entorno mutuamente beneficioso, los expertos discrepan. Para Vidiella, “hay hueco para todo porque hay público para todo”. Gómez, por su parte, apuesta por que los grandes retailers busquen nuevos modelos de negocio, ofertando productos de mayor calidad y más diversos, además de otras opciones, como la venta de segunda mano y el alquiler. García, en cambio, cree que esa coexistencia es imposible: “Por su propia naturaleza son enemigas y, mientras exista la fast fashion, la slow fashion estará enfrente luchando por su extinción”.
Shein se aleja de la moda rápida
- Conscientes. El éxito de Shein parece imparable. De hecho, según la consultora Earnest Research, en los tres primeros meses de 2022 acumula casi un tercio de las ventas totales de ropa en Estados Unidos, superando la suma de H&M (17%) e Inditex (10%). Aun así, esta maestra de la moda de usar y tirar también es consciente de la importancia de cuidar el planeta para seguir atrayendo consumidores. Por eso, la textil de origen chino que vende solo de manera digital ha puesto en marcha una serie de movimientos en torno a la sostenibilidad, entre los que destaca la creación de EvoluShein.
- Impacto positivo. Se trata de una nueva línea de ropa sostenible e inclusiva que la firma lanzó a nivel mundial a finales del pasado mes de abril para lavar su imagen tras las críticas a su agresivo modelo de venta. “Esta colección está dedicada a utilizar más tejidos reciclados. Tomamos el poliéster reciclado como nuestro punto de partida y seguiremos obteniendo telas que tengan un menor impacto en el medio ambiente en el futuro”, asegura la compañía en su página web.
- Inclusiva. Además del impacto ambiental, EvoluShein pretende apostar por tallas para todo tipo de cuerpos y apoyar proyectos emprendedores liderados por mujeres. “Es una nueva línea asequible creada para clientes que buscan algo más que moda, un impacto positivo en sus compras”, afirmó la marca en un comunicado.