En que momento de la vida, la expresidenta de la Canirac, Olga Méndez, decidió presentarse como la carta del gobernador Luis Miguel Barbosa a la dirigencia del Consejo Coordinador Empresarial.
Quizá porque en verdad desconoce que el mandatario está completamente ajeno a lo que decida o resuelva El Yunque. No es su tema.
También desconoce la dinámica real de la cúpula patronal, en la que sólo se esperan los tiempos para que Carlos Couttolenc, exlíder de la Cámara Textil, asuma la dirigencia del CCE, con el propósito de marcar nuevos términos de relación con la 4T en Puebla.
Olga Méndez no hizo lo que correspondía en aras de promover a la mujer en las cámaras empresariales. Para empezar en la suya. Prefirió designar a su mayordomo, Carlos Azomoza como sucesor en la Canirac que abrir espacios para el género.
Ella alega que tampoco las restauranteras hicieron algo por acercarse, pero ella tenía todo para sumarlas y convertir a la Canirac en un referente femenil. No, pudieron más el negocio y las complicidades.
Ella no figura en ninguna terna o póker para reemplazar al inefable de Ignacio Alarcón, a quien primero traicionó y luego quiere usar para meterse en una fiesta en la que no lleva boleto.
Los empresarios que sí invierten pretenden que uno de los suyos los represente y queden a un lado los administradores de negocios, cuyo fracaso en la operación del CCE es más que evidente.
Nada de que es plural. Ella primero fue barbosista para pasar a convertirse en claudista y acabar como lalista hasta que se terminó formalmente su gestión, pues en los hechos ella es la que manda en la Canirac.
Cero violencia de género existe en su contra, por el contrario hay una amplia lista de mujeres empresarias, quienes sin protagonismo, se integrarán al nuevo CCE en el que sólo no tendrán cabida los rabiosos y las oportunistas.
Méndez debe aprender a leer los mensajes y si creyó que Barbosa le daba espaldarazo en la ceremonia de renovación de la Canirac, cuando pidió que las mujeres tuvieran más espacios, en realidad era una crítica por preferir a su “amigo” que a otra mujer como sucesora.
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