Estamos ante una encrucijada histórica en la que los desafíos globales se fusionan y agravan con nuevas dificultades. A la crisis climática, la pandemia, la progresiva desglobalización, el incremento de la pobreza, las desigualdades, el reto demográfico, los conflictos, la polarización de las sociedades, la desinformación o la inseguridad digital… ahora se suman las terribles consecuencias de la guerra en Ucrania.
Ante esta situación, las empresas tenemos una enorme responsabilidad que no podemos eludir. Mucho antes de que naciera la mayor parte de quienes leen este artículo, en 1953, el profesor y economista Howard R. Bowen publicó su libro “Social Responsabilities of the Businessman” creando el concepto de responsabilidad social corporativa en una clara llamada a las empresas a mitigar su impacto social y medioambiental.
Desde entonces, ha habido grandes avances en la incorporación de la mujer al mundo de los negocios como para revisar el poco inclusivo título de su obra, pero, centrándome en el tema que me ocupa hoy, también diré que ha evolucionado profundamente el papel de las compañías en la sociedad, más allá de neutralizar nuestro impacto negativo en el medioambiente o hacer pequeñas aportaciones sociales.
El modelo tradicional de transacción basado en el interés propio está dando paso a un modelo de relación, donde las corporaciones debemos crear valor compartido para todos nuestros grupos de interés y las comunidades locales en las que impactamos
Estamos en un momento en el que, además de la necesidad de cambio, hay una oportunidad de cambio. Aquellas empresas que están integrando la sostenibilidad en su estrategia de negocio están ganando competitividad y atrayendo financiación. La inversión en los llamados fondos ESG se ha disparado, superando el billón de dólares en los últimos dos años.
En un mundo interdependiente, complejo y cambiante, y tras el parón de la pandemia, urge arrancar el motor de otra forma. Urge replantearnos de qué manera servimos a la sociedad que nos acoge y en la que generamos riqueza. Urge transformarnos para contribuir a los grandes retos globales. Urge reformular nuestro propósito para generar valor para todas y todos.
En definitiva, urge acelerar el cambio para que las empresas pasemos a ser parte activa en la articulación del nuevo contrato social que se está fraguando. Porque la sociedad solo reconocerá a aquellas que verdaderamente le sirvan.
Urge acelerar el cambio para que las empresas pasemos a ser parte activa en la articulación del nuevo contrato social que se está fraguando. Porque la sociedad solo reconocerá a aquellas que verdaderamente le sirvan»
Y es así como Grupo Red Eléctrica se ha transformado en Redeia,nuestra nueva identidad y fiel reflejo de nuestra trayectoria, movidos por “el valor de lo esencial”: primero llevando la energía eléctrica a todos los rincones de España; desde finales del siglo pasado, haciendo también posible la conectividad a través de la fibra óptica y, más recientemente, incorporando los satélites de Hispasat. En este tiempo hemos compartido nuestros conocimientos con Latinoamérica y todo ello con el compromiso con la innovación como seña de identidad.
Hoy somos mucho más que una red. Somos un grupo cohesionado y diversificado, formado por cinco grandes empresas: Somos Red Eléctrica, somos Reintel, Hispasat y Redinter y somos Elewit. Somos energía, conectividad, sostenibilidad e innovación y nuestra misión es construir un mundo mejor que el que nos encontramos.
Es un convencimiento profundamente arraigado en Redeia. Por eso, nos hemos marcado como propósito garantizar el suministro eléctrico y la conectividad, impulsando con criterios de sostenibilidad, una transición ecológica justa, poniendo en valor nuestra neutralidad y contribuyendo a la cohesión social y territorial.
Me gustaría anunciar que de la mano de nuestra nueva identidad nuestra actividad ya ha alcanzado todas nuestras metas en materia de sostenibilidad: que es neutra en carbono, que ni un solo árbol es talado cuando desplegamos nuestras infraestructuras y que gracias a nuestras redes no hay un solo pueblo en España con brecha digital.
Sin embargo, aún no se ha desarrollado la tecnología que nos permita llevar la energía y la conectividad a todos los rincones del país con un impacto cero. Mientras ese momento llega, estamos implantando numerosas medidas para reducir nuestras emisiones, proteger la biodiversidad, integrar nuestras instalaciones en el paisaje y generar oportunidades de vida en las comunidades de los territorios en los que estamos presentes. Así, puedo afirmar que en el último año hemos reducido en un 47% nuestras emisiones de alcance 1 y 2; que cuando el trazado de nuestras líneas requiere por cuestiones de seguridad eliminar masa forestal repoblamos el 100%; y que gracias a nuestra fibra óptica oscura y nuestros satélites aspiramos a la conectividad será universal.
Nos hemos propuesto que nuestras redes de electricidad y telecomunicaciones se conviertan en auténticas redes de vida para que, además de ofrecer servicios esenciales, generen oportunidades de una vida mejor para las comunidades que habitan los territorios; para que lo esencial nos ayude a una transformación social sostenible, justa e inclusiva.
En ese sentido, Redeia cuenta con un nuevo enfoque de su acción social basado en cuatro pilares que combaten cuatro brechas de desigualdad -de género, territorial, digital e intergeneracional- para que en el camino de la recuperación no dejemos a nadie atrás.
Porque ha llegado el momento de pisar el acelerador de la transformación, de regenerar nuestros ecosistemas, de revitalizar nuestras sociedades.
Porque, ahora, lo importante es urgente.
Beatriz Corredor es presidenta de Redeia.