Al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, le preocupaba que su homólogo brasileño se saltara la Cumbre de las Américas de esta semana en Los Ángeles, así que envió a un asesor cercano para que entregara personalmente la invitación a Jair Bolsonaro.
El gesto fue recibido con una demanda, según dijeron tres de los ministros del gabinete del líder brasileño.
Bolsonaro dijo que asistiría a la Cumbre de las Américas sólo si Biden le concedía una reunión privada y también si se abstenía de hablar de ciertos temas controvertidos que han generado diferencias entre ambos hombres, dijeron los funcionarios a The Associated Press.
El presidente brasileño no quería ninguna crítica sobre la deforestación en la Amazonía ni advertencias sobre sus cuestionamientos a la fiabilidad del sistema electoral brasileño mientras se prepara para hacer campaña electoral para otro mandato, dijeron los funcionarios, que declararon bajo condición de anonimato porque no estaban autorizados a hablar en público.
Un portavoz del Departamento de Estado de Estados Unidos no respondió a preguntas realizadas por AP sobre las supuestas condiciones.
Tanto si Biden se muerde la lengua como si no, el pedido de Bolsonaro es un recordatorio del distanciamiento que existe entre ambos líderes mientras se preparan para su primera reunión personal. Dos ministros del gobierno de Bolsonaro dijeron que la cita se esperaba para el jueves. La Casa Blanca no ha dicho cuándo tendrá lugar la reunión.
La Cumbre de las Américas está organizada por Estados Unidos por primera vez desde el evento inaugural en 1994 en Miami.
La asistencia de Bolsonaro a la Cumbre podría ayudar a Biden a contener la vergüenza después de que varios presidentes latinoamericanos dijeron que no acudirán al encuentro porque no se ha invitado a Venezuela, Cuba y Nicaragua.
Sin embargo, la presencia de Bolsonaro también puede ser una fuente de fricción. Ignorar el implacable aluvión de críticas de Bolsonaro al sistema electoral de Brasil puede ser insostenible para Biden, quien ha dicho que promover las instituciones democráticas en Estados Unidos y en el extranjero es una parte fundamental de su administración.
“No creo que haya forma de evitarlo”, opinó Ted Piccone, un investigador en la Brookings Institution que trabaja en temas de América Latina. “Si Biden no dice nada sobre este tema, se verá mal para él y su agenda sobre democracia en la región y en casa”.
Como aliado de extrema derecha del expresidente Donald Trump, Bolsonaro fue uno de los últimos jefes de Estado del mundo en reconocer la victoria electoral de Biden. Más recientemente, Bolsonaro acusó a Biden de desairarlo en una cumbre de líderes mundiales en Roma el año pasado, diciendo: “Pasó como si yo no existiera”.
Mientras Biden se postulaba a la presidencia hace dos años, criticó a Brasil por el aumento de la deforestación en la Amazonía. Después de que Biden llegó a la Casa Blanca, la administración de Bolsonaro trabajó para demostrar su compromiso con frenar la destrucción.
Los esfuerzos incluyeron intensificar sus compromisos en las conversaciones climáticas de la ONU en Glasgow y reuniones bilaterales periódicas con las autoridades estadounidenses.
Pero esas conversaciones se estancaron cuando los datos demostraron que la deforestación continuaba. La lectura anual más reciente fue la peor en 15 años.
“Esto realmente va en la dirección equivocada”, dijo Piccone. “Si Biden puede lograr que Bolsonaro detenga el daño, eso sería una victoria”.
Brasil es la segunda democracia más poblada del hemisferio después de Estados Unidos y el posicionamiento de Bolsonaro sobre el medio ambiente, justo antes de su campaña a la reelección, ha generado alarma en su país y en Washington.
Se postulará contra su némesis, el expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva. Si bien Bolsonaro cuenta con un apoyo ferviente entre su base, las primeras encuestas dicen que Da Silva lidera cómodamente antes de las elecciones de octubre. La campaña comienza oficialmente en agosto, aunque tanto Bolsonaro como Da Silva ya están realizando actos públicos.
Bolsonaro insiste en que las encuestas no reflejan el verdadero alcance de su apoyo y ha sembrado dudas sobre las máquinas de votación electrónica empleadas en todas las elecciones brasileñas desde 1996. Dice que la autoridad electoral carece de transparencia y acusa a algunos de sus miembros de tener prejuicios en su contra.
Los analistas y los legisladores de la oposición dicen que les preocupa que Bolsonaro esté sentando las bases para rechazar los resultados de las elecciones si no logra un segundo mandato. El presidente brasileño ha dicho en repetidas ocasiones que sólo Dios puede quitarlo de la presidencia.
“La democracia en el país ya no es sólo un asunto interno”, dijo el martes el presidente de la autoridad electoral, Luiz Edson Fachin, en una entrevista con corresponsales extranjeros. “La democracia de Brasil es de interés para Brasil, pero también para América del Sur, América Latina y todos los países democráticos del mundo”.
En una reunión en julio pasado en la embajada de Estados Unidos en Brasilia, el director de la CIA, William Burns, dijo a dos de los ministros de Bolsonaro que el presidente debería dejar de atacar el sistema electoral, dijeron dos funcionarios que estuvieron presentes en la reunión y hablaron bajo condición de anonimato.
El palacio presidencial de Brasil no respondió a una solicitud de comentarios sobre la reunión de Burns. La CIA se negó a comentar.
La advertencia de Burns no impidió que Bolsonaro, sólo dos meses después, llevara a Brasil al borde de una crisis institucional cuando reunió a sus partidarios para protestar contra la Corte Suprema y dijo a las masas que ya no prestaría atención a las sentencias de uno de sus jueces.
Al final, Bolsonaro se retractó y dijo que realizó sus comentarios sin pensar. Pasaron meses sin más ataques. Recientemente, sin embargo, ha vuelto a su acalorada retórica.
“Si es necesario, iremos a la guerra”, dijo el presidente a una multitud el viernes durante un discurso en Paraná. “Quiero a la gente a mi lado, consciente de lo que hace y por quién lucha”.