Sobre el papel, la agenda de la novena Cumbre de las Américas, que se instala este lunes en Los Ángeles, debía girar en torno a cuatro ejes centrales que conciernen a la región: prosperidad económica, cambio climático, la crisis migratoria y estrategias para seguir enfrentando la pandemia del covid-19.
(Lea aquí: El contrapeso que la Cumbre del Alba quiere hacerle a la de las Américas)
Y aunque los temas sin duda serán tratados a lo largo de la semana, los prospectos de la importante cita se han ido oscureciendo en medio de la intensa polémica que se ha desatado por la exclusión de Nicaragua, Venezuela y Cuba del cónclave.
(Vea también: La Cumbre de los Pueblos: el evento protesta a las exclusiones de EE. UU.)
De hecho ya se habla, aún sin haberse instalado, de un rotundo fracaso que dejaría al Hemisferio más dividido que nunca. Varios países, entre ellos México, Brasil, Ecuador Honduras, Guatemala, el Salvador y otros del Caribe ni siquiera han confirmado su asistencia y amenazan con boicotear la cita. Lo que significaría una cachetada en el rostro del presidente Joe Biden, que hará las veces de anfitrión.
Aunque Managua y Caracas ya están descartados, la administración seguía coqueteando, aún a estas alturas, con la idea de invitar a un representante de Cuba, país que estuvo presente en las Cumbre del 2015 (Panamá) y 2018 (Perú).
Esta semana, altos funcionarios de la administración demócrata trataron de restarle importancia al debate y pidieron concentrarse en los temas de fondo.
Anunciaron, además, que el mandatario demócrata presentará cinco ambiciosas iniciativas que incluyen asistencia económica y dos nuevos pactos regionales sobre inmigración, medioambiente y energía.
Pese a ello, todas las miradas seguían apuntando hacia la lista de asistentes, en medio de un vendaval de críticas contra la Casa Blanca, incluso de aliados, por el manejo que la han dado a la situación.
Los prospectos de la importante cita se han ido oscureciendo en medio de la intensa polémica que se ha desatado por la exclusión de Nicaragua, Venezuela y Cuba del cónclave.
Y que van desde la escogencia de la distante Los Ángeles como su sede, hasta no anticipar el surgimiento de este conflicto y la imposición de una agenda “estadoundiense” a la Cumbre.
Lo cierto, pese a ello, es que para Biden la cita plantea un enorme reto y muchos creen que estaba condenada desde el inicio, cuando el exvicepresidente Mike Pence ofreció a Estados Unidos como sede, luego de que Donald Trump canceló su asistencia a Perú un día antes del encuentro pasado.
Para profundizar sobre el tema, EL TIEMPO consultó a seis expertos, entre ellos exfuncionarios, con amplia experiencia en la región.
Kevin Whitaker
Exsubsecretario de Estado para Suramérica
Parte de esto fue una mina que dejó sembrada Donald Trump al prometer que la próxima Cumbre se realizaría en Estados Unidos. Era obvio que eso iba a generar conflicto por las invitaciones.
La más complicada de todas era sin duda Venezuela, pues existe todo este precedente de un gobierno en el exilio que ha sido reconocido como legítimo por muchos Estados, personas y entes, incluso en el mismo partido de Joe Biden.
Pero, es igualmente cierto que Estados Unidos se reúne con otros líderes, en este tipo de cumbres, sin que sean los más democráticos y eso plantea una contradicción.
En este hemisferio nos hemos comprometido frente a unos valores democráticos que no deben ser abandonado
Entiendo que en este hemisferio nos hemos comprometido frente a unos valores democráticos que no deben ser abandonados. Pero también es cierto que con estos países hay temas que discutir que nos afectan a todos, como el cambio climático, la migración, el energético y de salud. Desde mi perspectiva, un curso de acción era invitarlos para discutir, pero dejando claro el rechazo al camino que han escogido y aprovechar el encuentro para exponer sus falencias.
En todo caso, para el mismo Biden era complicado hacer un puente entre esos conceptos, porque lleva una vida defendiendo estos principios y por lo tanto extender invitaciones a autócratas y dictadores era una encrucijada.
José Miguel Vivanco
Exdirector para las Américas en Human Rights Watch
Lo que está sobre la mesa hoy a raíz de la Cumbre y el debate sobre quiénes vienen y quiénes se automarginan es un síntoma de la profunda crisis y retroceso que se viven en la región. Estamos lejos de esas cumbres, como la de Quebec, cuando se consagró la Carta Democrática.
Lamentablemente, dado el descrédito de la democracia a la hora de satisfacer las demandas de la mayoría, se han generado las condiciones ideales para la proliferación de regímenes autoritarios que manipulan y se hacen elegir. Hacer una cita regional en este contexto es un reto imposible.
Especialmente porque los países más poderosos como México y Brasil están encabezados por este tipo de líderes y poco o nada les interesa defender principios democráticos.
Solo el hecho de que estemos discutiendo si van o no estos tiranos habla por sí solo del momento
Solo el hecho de que estemos discutiendo si van o no estos tiranos habla por sí solo del momento. Aquí todas las opciones son malas y era preferible no hacer la Cumbre.
La actitud de Biden es una luz de esperanza para los que creen en la democracia, no solo en la región sino en el mundo, por que deja claro que estos valores a los que nos hemos comprometido no son negociables, porque son estructurales.
Muni Jensen
Asesora sénior en Albright Stonebridge Group
La Cumbre de las Américas empezó con el pie izquierdo. La organizaron muy tarde, en la ciudad menos indicada, y sin una estrategia clara. Las controversias que se han presentado alrededor de las exclusiones no sorprenden, conociendo la política exterior de EE. UU., y también era predecible la reacción adversa de algunos países.
El peor escenario, y hoy el más probable, es que más allá de la controversia, la Cumbre de las Américas en EE. UU. sea irrelevante.
En todo caso era un reto muy grande para cualquier gobierno tratar de encontrar acuerdos en una cumbre donde hay diferencias de fondo tan marcadas, tanto en lo político como en lo económico.
Históricamente los acuerdos exitosos entre los países de las Américas han sido casi imposibles.
En todo caso era un reto muy grande para cualquier gobierno tratar de encontrar acuerdos en una cumbre donde hay diferencias de fondo
En los últimos años se han intentado crear bloques económicos subregionales, como la alianza del Pacifico y otros con un tinte más político, como Mercosur en su momento. La Cumbre es un esfuerzo rescatable, pero las expectativas de generar cambio son bajas.
Biden, además, enfrenta una delicada situación interna donde tampoco cuenta con amplio margen de maniobra, como lo tuvo Barack Obama cuando restableció relaciones con Cuba, participó en la Cumbre de las Américas en Perú y estrechó la mano de Raúl Castro.
Dan Restrepo
Exasesor de Seguridad Nacional para el Hemisferio Occidental
La Cumbre de las Américas, desde su misma creación, ha fracasado en su objetivo de avanzar en los intereses comunes de toda la región. Antes que insistir con ellas, Biden debería aprovechar esta cita en Los Ángeles para asegurarse que sea la última.
La razón de ese fracaso tiene poco que ver con EE. UU. De hecho, los otros dos foros que existen en la región, y que no incluyen a Washington tampoco suelen producir mejoras para los millones de habitantes.
Pero no debe sorprendernos. Si miramos lo diversos que son los 34 miembros de este Hemisferio, desde una perspectiva estadounidense, hay muy poco en común a parte de la geografía que nos une.
En lugar de seguir con el desgaste que conlleva realizar esta Cumbre cada tres años, Biden debería proponer reuniones separadas anuales con líderes de las subregiones
Y como nos han demostrado las ocho cumbre anteriores, tratar de encontrar un consenso entre tanta disparidad conduce inevitablemente a declaraciones sin efecto real.
Pero hay otro camino. En lugar de seguir con el desgaste que conlleva realizar esta Cumbre cada tres años, Biden debería proponer reuniones separadas anuales con líderes de las subregiones: un año con Centroamérica, otro con el Caribe y luego con el Suramérica. Esas reuniones separadas permitirán enfocar la discusión en los temas que le interesan a EE. UU. y a estas subregiones en particular y no perder tiempo y energía tratando de lograr consensos entre tantas diferencias.
Cynthia Arnson
Asesora Senior en el Centro Woodrow Wilson
Cuando se decidió llevar a cabo la próxima Cumbre en EE. UU. era previsible que la asistencia de Cuba, y en menor grado Venezuela, sería un imposible por razones de política doméstica.
Dicho esto, es desalentador que la administración Biden esté casi sola en defender el principio de la democracia, en un periodo de mucho deterioro tanto en la región como en los EE. UU.
Por otro lado, me parece que es un error definir la política de los EE. UU. hacia América Latina en torno a la competencia con China. Los países de la región no tienen ningún interés en estar en medio de esta pelea.
Si Washington quiere competir con China, tiene que buscar los recursos financieros para hacerlo.
Peor todavía es tratar de convencer a los países de que le den la espalda a Pekín cuando no se les está ofreciendo nada a cambio.
Las necesidades de recuperación económica en América Latina son gigantescas, igual que sus necesidades en infraestructura. Si Washington quiere competir con China, tiene que buscar los recursos financieros para hacerlo.
Por otro lado está el libre comercio, impopular dentro del partido demócrata y cada vez más cuestionado por los republicano desde la era Trump.
Todo esto frente a una región para la cual el comercio internacional es una parte importantísima del PIB y de las posibilidades de crecimiento económico.
Ese es un tema que debe ser resuelto y ojalá en la Cumbre se presenten anuncios importantes sobre la necesidad de acercar las cadenas de producción que hoy están en Asia y haciendo énfasis en el llamado near shoring.
Juan Cruz
Asesor Sénior en el Centro de Estudios Estratégicos Internacionales (CSIS)
En momento en que la región necesita un fuerte compromiso y sólido liderazgo para ayudar con la recuperación post-pandemia, abordar el retroceso democrático, mejorar la seguridad ciudadana y responder a la creciente inseguridad alimentaria como resultado de la guerra en curso en Ucrania, la Cumbre de las Américas parece enfocada en una pelea sobre quién es invitado y quién no.
Muchas voces en la región han criticado, además, que la agenda de la Cumbre es solo reflejo de las prioridades políticas nacionales de los Estados Unidos.
A la larga, por eso, puede que no cumpla con sus objetivos. Pero eso no quiere decir que no haya espacio para debatir y buscar respuesta a tres temas claves: resucitar el comercio y la inversión en infraestructura, abordar el creciente problema de las economías ilegales y el empoderamiento de los grupos delictivos en la región, y promover el intercambio educativo y tecnológico. Cosas que les convienen a todos.
Los países del hemisferio pueden ganar mucho más asistiendo a la Cumbre y expresando sus posturas sobre algunos de estos temas que boicoteando el evento.
Ojalá la Cumbre marque el comienzo de un diálogo más fructífero con América Latina, generando así una oportunidad para establecer una estrategia a largo plazo para la región. Los países del hemisferio pueden ganar mucho más asistiendo a la Cumbre y expresando sus posturas sobre algunos de estos temas que boicoteando el evento.
SERGIO GÓMEZ MASERI
CORRESPONSAL DE EL TIEMPO
WASHINGTON
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