Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx
Una alternancia “campechana”,
con candidato ex priista pintado
de otro color, puede estar en el
futuro hidalguense.
Con la realización de las seis elecciones para gobernador del próximo domingo, 23 estados de la República habrán renovado sus gubernaturas en estos casi cuatro años del gobierno de la 4T. Quedarán pendientes por hacerlo, once entidades, dos en 2023, Coahuila y el Estado de México, y nueve, en 2024, cuyo proceso será coincidente con las elecciones federales para la presidencia de la República y para el Congreso de la Unión. (En 2018 y 2019, Puebla tuvo elecciones, también Baja California, en 2018 y en 2021).
En los 17 procesos electorales para gobernador celebrados a la fecha, Morena ha obtenido buenos resultados sobre una maltrecha oposición que, hasta la fecha, no le halla la cuadratura al círculo. Tras el tsunami del 2018, las fuerzas políticas de oposición no han podido o sabido cómo detener la ola Morena en la renovación de gubernaturas. En 2019, le quitó al PAN las dos gubernaturas en juego, Baja California y Puebla. Y, en 2021, se llevó 11 de 15 gobiernos estatales.
Con esos triunfos, más las cuatro gubernaturas obtenidas en los comicios de 2018 (Chiapas, Tabasco, Veracruz y CDMX), el partido en el gobierno suma 17 estados bajo sus colores. A estos habría que considerar dos gobiernos mas, si bien, sin una alianza formal, los mandatarios de Morelos, del Partido Socialdemócrata, y de San Luis Potosí, del PVEM, no ocultan su predilección por la 4T.
En la lucha electoral por las gubernaturas estatales, el PRI ha sido la fuerza política más afectada. En el mejor momento de su retorno al poder, en 2015, el otrora partidazo llegó a gobernar 20 entidades. Poco le duró el gusto. En las elecciones de 2016, el tricolor se llevó un fuerte descalabro en su historia electoral. De 12 gubernaturas en juego perdió 7, entre ellas cuatro estados en donde había sido partido hegemónico (Durango, Quintana Roo, Veracruz y Tamaulipas). Sin embargo, en esa elección ganó en 5 estados, tres que retuvo (Hidalgo, Tlaxcala y Zacatecas) y dos que agregó (Oaxaca y Sinaloa).
A partir de entonces, no ha habido manera de contener el derrumbe de este partido. Todavía en los comicios de 2017, obtuvo dos triunfos de tres procesos celebrados (Coahuila y Edomex y perdió Nayarit), aunque estos fueron sus últimas victorias de su segunda época. En la jornada electoral de 2018, de 9 elecciones para gobernador no ganó ninguna y perdió dos que gobernaba (Jalisco y Yucatán), quedando 12 entidades bajo sus colores.
Ya en tiempos de la 4T, el tricolor con nuevo dirigente, siguió en el tobogán descendente, sólo que ahora de manera acelerada. En los dos procesos de 2019, ni pintó. En los de 2021, siguió perdiendo gubernaturas. No ganó ninguna de las 15 que estaban en juego, y perdió ocho de las que estaban bajo su gobierno, con lo que su dominio se redujo a 4 estados.
Ante esta realidad, el dirigente del tricolor, Alejandro Moreno, no se inmuta, pero tampoco se le ha ocurrido una estrategia para rescatar al partido. En cambio, ha estado auto promoviendo su candidatura para la presidencia de la República, cuando debiera estar preocupado por salvar a su institución. Por lo pronto, desde la acera de enfrente le han estado mandando bazucazos que, independientemente de la legalidad, manipulación o veracidad de las grabaciones en las que se oye su voz con expresiones poco afortunadas, han golpeado seriamente su imagen, con repercuciones inevitables que poco ayudan a la institución que preside, justo en el momento que pueden causarle más daño.
En las elecciones del domingo próximo, estarán en juego dos de los 4 estados que todavía gobierna el PRI, Hidalgo y Oaxaca. Por cierto, Hidalgo junto con los estados de Coahuila y Estado de México, son el último reducto del tricolor en donde ha sido el único partido gobernante. Una alternancia “campechana”, con candidato ex priista pintado de otro color, puede estar en el futuro hidalguense.
Las próximas elecciones son estratégicas. Reforzarán la presencia de Morena en el mapa político electoral del país, con, tal vez, 4 o 5 estados más, con lo que estará gobernando casi el 70 por ciento de los estados de la República. Además sirven de laboratorio para el 2024. No se explica de otra manera que en la 4T hayan decidido pasar por encima de la ley y desafiar a la autoridad electoral con un activismo abiertamente proselitista de los funcionarios del gobierno federal y los legisladores de su partido, participando en actos de campaña como promotores del voto en apoyo a los candidatos de Morena. Una operación, que recuerda los peores tiempos del priismo aplanadora, que suponíamos superados, en la que se viola la ley, se ignora a la autoridad electoral y la intromisión del gobierno es evidente.