La cifra de alimentos que se desperdicia cada año en la ciudad sigue siendo alarmante. De acuerdo con la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (Uaesp), en Bogotá se pierden 1’228.000 toneladas de víveres al año, lo que equivale al 12,58 por ciento del total de la comida que se pierde en el país y con lo que más de 900.000 personas podrían subsistir.
Un alto porcentaje de esos alimentos se pierden en los procesos de poscosecha, venta al por mayor y al por menor y en el consumo. La situación es más crítica si se tiene en cuenta el difícil panorama que deja el coletazo económico de la pandemia.
En un recorrido realizado por EL TIEMPO por dos sectores de la capital se logró evidenciar cómo es que la comida termina en la basura. El primer caso, denunciado por la ciudadanía por Facebook, tuvo lugar en un restaurante de comidas rápidas llamado Pizzabeat, ubicado en el barrio Bachué de la localidad de Engativá. En este lugar, durante varios días, sacaron bolsas con cajas llenas de productos alimenticios.
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“Era una situación que tuvimos durante dos semanas el mes pasado porque compramos un lote grande de jamón que resultó de mala calidad y eso afectó la calidad de nuestro producto (…). En aquel momento no pensamos que la cosa fuera a escalar y tampoco que estuviera mal dejarlos frente al negocio”, dijo Daniela Sanabria, propietaria del lugar.
El segundo caso tiene lugar en Corabastos, donde históricamente se ha denunciado esta conducta, pero que de un tiempo para acá ha mejorado la gestión de los productos.
“Sí se ha reducido el desperdicio y eso tiene que ver con que, como propietarios, queremos dejar de perder plata. Entonces, el trabajo se ha hecho en dos direcciones: primero, crear estrategias para tener más control sobre lo que llega y sale; y empezar a calcular las necesidades de nuestros clientes, es decir, no comprar por comprar, sino ser más precisos para que no se nos queden las cosas”, aseguró Miguel Arias, comerciante de la central mayorista.
El deterioro en las condiciones socioeconómicas, sumado a la afectación en el abastecimiento y en la disponibilidad de alimentos, puede incidir en el estado de salud nutricional de la población.
Y es que según datos de la Secretaría de Desarrollo Económico, el 50 por ciento del total de la pérdida y el desperdicio de alimentos (PDA), en un momento en que el hambre es nuevamente tema de preocupación, corresponde a frutas y verduras.
Así lo advirtió Bogotá Cómo Vamos (BCV) en el último Informe de Calidad de Vida que se publicó en 2020, en su capítulo de salud: “El deterioro en las condiciones socioeconómicas, sumado a la afectación en el abastecimiento y en la disponibilidad de alimentos, puede incidir en el estado de salud nutricional de la población. Un grupo que puede verse afectado de manera importante es la primera infancia”.
BCV indica además, citando al Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (Cods), que habría un retroceso de 0,71 en la lucha contra el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible (Hambre Cero).
Pero esto no es un problema que le compete únicamente a Bogotá. De hecho, las cifras de la región son alarmantes. Según datos de la Región Central Rap-e (que incluye a Bogotá Cundinamarca, Meta, Boyacá, Tolima y Huila), la capital y estos departamentos suman el 39 por ciento de los desperdicios del país (3,8 millones de toneladas), en su mayoría frutas, vegetales y tubérculos.
Del total, 2,05 millones de toneladas se pierden entre la poscosecha y venta al por mayor, y 1,75 millones de toneladas se desaprovechan entre la venta al por menor y el consumo.
Esta cifra asciende a 9,76 millones de toneladas al año si se suma toda la comida que se pierde en Colombia, cantidad que, según el Departamento Nacional de Planeación, alcanzaría para alimentar aproximadamente a 8 millones de personas en este mismo periodo.
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Esta cifra es similar a la que entrega la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia, la cual se ubica en 9,7 millones.
Por supuesto, el problema es de escala global. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada año se desperdician en el mundo 1.300 millones de toneladas de alimentos y, específicamente, América Latina suma 127 millones de toneladas que se pierden en varias etapas.
Ideas contra el desperdicio
Pero así como hay personas que prefieren botar la comida a regalarla, también hay establecimientos comerciales y marcas que están dispuestos a hacer un esfuerzo adicional para optimizar estos recursos. De hecho, son varias las estrategias que entidades, empresas y organizaciones están desarrollando para reducir la PDA.
Una de ellas es Eatcloud, la idea de Jorge Correa y sus hermanos con la que buscaban ayudar a las empresas a vender más, pero que terminó convirtiéndose en una solución tecnológica que evita el desperdicio de toneladas de comida al año.
“Nosotros vimos, de la mano de nuestros clientes, qué era lo que pasaba con esos alimentos y cómo pequeños, medianos y grandes volúmenes se tenían que tirar a la basura desde los puntos de venta, plantas de producción y centros de distribución porque no se alcanzaban a vender”, señaló Correa.
“Nosotros vimos qué era lo que pasaba con esos alimentos y cómo pequeños, medianos y grandes volúmenes se tenían que tirar a la basura desde los puntos de venta.
Conscientes de esa realidad, crearon una plataforma tecnológica que conecta la oferta de los clientes alimentarios con la demanda de los ecosistemas sociales. “De un lado tenemos industrias, supermercados, restaurantes, hoteles, canales institucionales, plataformas digitales y próximamente productores agrícolas que originan merma, y del otro lado, bancos de alimentos y miles de fundaciones que tienen población vulnerable. Actuamos como un puente entre los excedentes y quienes más lo necesitan”, explicó Correa.
En esta labor se valen del big data para medir impacto social y ambiental, y hacer más eficientes sus procesos y los de los donantes. De esta forma han logrado rescatar 21.000 toneladas de alimentos, equivalentes a 45 millones de platos de comida, a través de 1.900 puntos conectados. Uno de sus clientes es el Grupo Éxito, que junto con la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia fueron las primeras organizaciones en validar el modelo.
“Subimos al aplicativo los productos que son aptos para el consumo humano. Por ejemplo, un almacén tiene unos yogures que están próximos a vencerse. Seguramente la gente no los va a comprar, entonces lo que hacemos es subirlo a la plataforma e inmediatamente los bancos de alimentos o fundaciones cercanos los pueden seleccionar”, explicó Paula Escobar, directora de la Fundación Éxito, quien señaló que el año pasado lograron entregar más de 1.565 toneladas de comida.
A su vez, la Alcaldía de Bogotá, a través de la Secretaría de Desarrollo Económico, y en el marco de una semana enfocada en atacar esta crisis, firmó el primer pacto en la región denominado ‘Yo contribuyo, no pierdo ni desperdicio alimentos en Bogotá’.
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Con esta iniciativa, el Distrito espera que 10.000 actores de la cadena de abastecimiento, como plazas de mercado, centros comerciales y restaurantes, empiecen a aplicar buenas prácticas que permitan lograr una disminución del 1,2 por ciento en las pérdidas.
Hay una preocupación grande con el desperdicio, pero la tarea primordial es el hambre. Trabajamos para que la alimentación sea un derecho y no un privilegio.
El objetivo es evitar llevar al relleno sanitario cerca de 42.980 toneladas de desperdicios de alimentos en el marco de la política pública de seguridad alimentaria y nutricional.
“Ante el aumento de las cifras de pobreza que nos dejó la pandemia y el repunte de la inflación, es ética y moralmente imperativo avanzar en este tipo de iniciativas para la reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos. El compromiso es de todos”, destacó durante dicho evento Alfredo Bateman, secretario de Desarrollo Económico.
Pero más allá de las estrategias para salvar alimentos, desde el Banco de Alimentos de Bogotá hacen énfasis en la situación de las personas que no tienen qué comer. “Para nosotros hay una preocupación grande con el desperdicio, pero la tarea fundamental es la realidad del hambre. Trabajamos para que la alimentación sea un derecho y no un privilegio”, afirmó el padre Daniel Saldarriaga, director de la organización, que en lo corrido del año ha logrado recolectar y entregar seis millones de kilos en raciones.
“Estamos buscando benefactores en la ciudad, pero también en el campo. Queremos salvar productos en el campo que no se alcanzan a comercializar o que están en manos de campesinos que tienen minifundios y que son muy pobres para hacerlos llegar a los que pasan hambre”, concluyó.
CAMILO A. CASTILLO
REDACCIÓN BOGOTÁ
En Twitter: @camiloandres894