Con mi crítica al presidente Andrés Manuel López Obrador, al no votar con la mayoría de los otros miembros de las Naciones Unidas, la condena de la guerra de Rusia contra Ucrania, mis palabras provocaron una avalancha de ciudadanos mexicanos enojados, incluidos amigos y familiares, que prefieren defender el papel tradicional de México de seguir siendo una nación neutral.
Finlandia y Suecia se mantuvieron neutrales incluso durante la Segunda Guerra Mundial. Estas dos naciones han decidido unirse ahora a la OTAN por temor a la agresión rusa. Finlandia ganó su independencia de Rusia en una sangrienta guerra, por ello conoce y tema una invasión de nuevo.
Los ciudadanos de Finlandia están viendo a sus vecinas madres ucranianas encontrar los cadáveres de sus bebés entre los escombros causados por misiles soviéticos, apuntando intencionalmente a escuelas, hospitales y orfanatos.
Tal vez si estas madres fueran nicaragüenses y los bebés morenos, en lugar de blancos, ver estas imágenes motivaría a los mexicanos a sentir más tristeza y dolor, como yo siento todos los días.
Lloro mientras observo a millones de civiles no militares desplazados de sus hogares destruidos por misiles rusos. Civiles y militares retenidos como rehenes en un subterráneo que actúa como refugio antibombas, piden evacuar. Putin ha decidido matarlos de hambre, encerrados bajo tierra.
Han pasado diez años desde que los manifestantes en Siria se manifestaron por primera vez contra el gobierno de cuatro décadas de la familia Assad, cientos de miles de sirios han sido asesinados y unos doce millones de personas, más de la mitad de la población del país antes de la guerra, han sido desplazadas.
Putin, apoyando a Assad, usó bombas de barril y bombas químicas, los dos armas definidas como de uso criminal en la Corte de Crimines en Guerra.
La otra excusa que escucho de los mexicanos es que Estados Unidos ha sido culpable del imperialismo durante toda su historia. No puedes decir que Estados Unidos está en ocupación.
Ucrania es independiente. Putin es un monstruo criminal y si no actuamos ahora, más personas van a morir.
Luché contra el imperialismo yanqui con la desobediencia civil. Fui a la cárcel por criticar las políticas imperialistas de mi gobierno. Se me otorgó la membresía en la “lista de enemigos”, del presidente Richard Nixon. Mis declaraciones de impuestos fueron auditadas tres años seguidos.
La ira que he recibido como extranjero ha incluido recordatorios de que el Artículo 27 de la Constitución Mexicana permitiría la deportación de su reportero. Sé las consecuencias. Me quitaron la visa por publicar que el delegado de inmigración local de Ensenada estaba aceptando sobornos para otorgar inmigración permanente por dos mil dólares a extranjeros. Perdí mi visa de trabajo por tres años. Pero, con la ayuda del delegado de inmigración en Mexicali, pude recuperarla.
Mi amigo el Dr. Martin Luther King siempre me recordaba que “frente a la injusticia, el silencio es el peor pecado que un hombre puede cometer”. Mi papá practicó esto luchando contra el racismo y el imperialismo. Combatir la injusticia es un valor importante a proteger. Representa la libertad para toda la humanidad.
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