Según algunos analistas occidentales, Vladímir Putin anunciaría alguna forma de retrocesos militares rusos en Ucrania, lo cual evidentemente no pasó durante la celebración de la fiesta histórico-política más importante de Rusia, el pasado lunes 9 de mayo, con ocasión del 77 aniversario de la victoria de las fuerzas aliadas contra Alemania, entonces nazi, en la Segunda Guerra Mundial. Nada. Ello dejó en solfa a quienes se refirieron a esta imposibilidad. Sin embargo, el discurso no declaró victoria, no llamó guerra a la “operación militar especial” de las fuerzas armadas rusas, no llamó a más sacrificios al pueblo ruso, como publicó The New York Times en su edición de ese día y de ayer. Pero los ciudadanos ya están cansados de enterrar a sus hijos y esposos.
Cada vez son más evidentes los errores, casi increíbles en muchas ocasiones, del plan militar ruso. Putin no pensó encontrarse con la férrea resistencia de los ucranianos, fácil de explicar porque para ellos es victoria o muerte. No pueden pensar en detenerse porque serán asesinados. Irónicamente, algo parecido le ocurre al presidente Putin, porque es un hecho histórico el castigo para quienes fracasan en una guerra o en un gran tema político: son expulsados del gobierno. Los 22 años pasados en el poder por un exagente de la KGB es tiempo muy largo y no sería remoto descubrir un movimiento interno en su contra, pero ese es un tema interno y por tanto imposible de descifrar. Putin, entonces, también lucha por su supervivencia y no se puede dar el lujo de retroceder.
Rusia claramente tiene perdida la batalla de la opinión pública internacional y no le ayudan en nada noticias como la del envío de anticonceptivos “del día después” para las mujeres ucranianas, quienes en la misma forma como lo supieron las alemanas en 1945, son parte del botín de guerra. Por aparte, se conoció la intervención de hackers a estaciones de televisión rusas cuando Putin pronunciaba su discurso, para enviar mensajes solidarios a Ucrania e interrumpir el suministro, aunque no se sepan los autores. (diario La Opinión, Los Ángeles). La matanza de generales en Ucrania obliga a preguntarse la razón de enviarlos al frente, y la destrucción de tanques, helicópteros y aviones de combate, así como el hundimiento del crucero Moscú, primero señalado como efecto de un incendio.
En la economía, Rusia ha recibido fuertes golpes. La venta de petróleo le representa 45% del presupuesto nacional. El embargo decidido por la Unión Europea tendrá efectos, sin duda alguna. Y a ello se une un factor no analizado, sin duda: la efectividad de los misiles de muy poco precio disparados por ucranianos contra la fuerza aérea rusa, causante de serias pérdidas económicas porque cada aeronave cuesta millones de dólares, euros o rublos. Esto hace pensar en la muerte del tanque como arma efectiva, y los drones no tripulados tienen ahora el papel del armamento florecido o afianzado en la lejana Segunda Guerra Mundial. Los rumores seguramente falsos vía redes sociales ya hablan de una enfermedad terminal de Putin, cuyo rostro se ve demacrado.
Estuve una vez en Moscú, para la reunión de la Asociación Mundial de Prensa, y recuerdo los súbitos gritos contra Putin de algunos muchachos sentados en el salón de conferencias. Me sonreí, porque era evidentemente un show montado: los asistentes recibimos identificaciones para poder pasar los siete puestos de registro, lo cual hacía imposible una expresión genuina de descontento. Muchos de los editores presentes tuvieron expresiones de credulidad, sobre todo los estadounidenses. Esta vez, la interrupción a las transmisiones sin duda es cierta. Y eso es mal visto por el olimpo político ruso actual, parecido al de los tiempos soviéticos. Como siempre, no hay insignificancia en ningún discurso como el comentado hoy, y también la importancia se divide en qué se dice y que no.