Ocho horas. De trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso. Lo que ahora puede parecernos normal, incluso excesivo cuando ya se plantea la jornada de 32 horas semanales y el teletrabajo, fue la reivindicación laboral que, el 1 de mayo de 1886, apoyada por una huelga sin precedentes en Chicago y seguida de la brutal represión policial, originó el episodio conocido como la Revuelta de Haymarket, y como consecuencia, los Mártires de Chicago.
En recuerdo de aquel triste acontecimiento, el año 1889, la Segunda Internacional, organización creada por los partidos socialistas y laboristas, declaraba el Primero de mayo como Día Internacional de los Trabajadores –excepto Estados Unidos y Canadá, que lo celebran el primer lunes de septiembre– y adoptaba como himno el poema del autor francés Eugène Pottier, con música del también galo Pierre Degeyter que comienza con “¡Arriba parias de la tierra! ¡En pie, famélica legión¡¡Atruena la razón en marcha, es el fin de la opresión!”
El 3 de abril de 1919, después de 44 días de huelgas y movilizaciones, detenciones, asesinatos de sindicalistas, despidos y declaración de “estado de guerra” en Barcelona, se conquistó la jornada laboral de ocho horas. Tras firmar el real decreto el 3 de abril de 1919, el conde de Romanones, ministro del ramo, dimitió indignado.
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He seguido con interés el desarrollo de las pruebas de acceso al programa de Médicos Internos Residentes (MIR) y sus adjudicaciones, en el que ha participado una persona cercana que, finalmente, ha alcanzado su objetivo: ser admitida en Nefrología. Ahora está buscando el hospital en el que deberá especializarse durante los próximos cuatro años, calibrando el tiempo que dedican a su formación con el que emplean en su explotación laboral. Pero ese es un tema de índole sindical, propio de la fecha que precisamente hoy conmemoramos, en el que no debo entrar.
Obviamente, no quiere saber nada de la Atención Primaria, como la mayoría de los jóvenes, no porque rehúya del contacto con el paciente, sino por su organización intrínseca, o mejor, su desorganización permanente, de la que está perfectamente informada, lo que ocasiona, entre otras cosas, que en esa especialidad falten profesionales para el necesario relevo generacional.
Este mes de mayo saldrán al mercado laboral 1.810 nuevos médicos especialistas en Medicina de Familia que comenzaron su formación en 2017 en el Sistema Nacional de Salud. A esa cifra habrá que restarle el porcentaje de renuncias de plazas que se haya producido en ese periodo (y que Sanidad aún no ha hecho público), pero el contingente final de especialistas disponibles no andará muy lejos de esa cifra.
Es el momento de exponer las ventajas que supondrá para estas profesionales jóvenes –la mayoría son féminas– trabajar en Euskadi. Su paisaje y gastronomía, su paisanaje, porque están en edad de merecer, la oferta cultural, pero, sobre todo, las facilidades de formación, de conciliación, de acceso a la fijeza en el puesto, de desarrollo de la carrera profesional, trabajos burocráticos, apoyos de enfermería en pacientes crónicos o de otros profesionales sanitarios y esas otras demandas, incluidas las económicas, que en gestión de recursos humanos de Osakidetza, hace tiempo conocen y, dadas las circunstancias, deberían estar dispuestos a mejorar y promover, para atraer al mayor porcentaje de especialistas a nuestros centros de salud, que cubran las vacantes y aseguren un relevo generacional lo más ordenado posible. Y todo ello en legal y deportiva competencia con otras autonomías.
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Veterinario Interno Residente. Entre las especialidades menos demandadas y en las que más abandonos se producen, están las “de laboratorio”: Microbiología y Parasitología, Análisis Clínicos, Inmunología, que, además, son especialidades multidisciplinares, porque se puede acceder desde Medicina, Farmacia, Biología, incluso Ciencias Químicas, en algunos casos. Hasta cierto punto es comprensible lo de las renuncias, porque su ejercicio profesional se aleja bastante del estereotipo de la actividad médica clásica, no encajan en los planteamientos iniciales de un estudiante de Medicina sin excesiva vocación por la investigación y pueden resultar un tanto aburridas.
Lo que es más difícil de entender es el veto de acceso que existe para los licenciados en Veterinaria, cuando han tenido que superar asignaturas que les capacitan plenamente, quizás, en mayor medida que otras licenciaturas, ni siquiera reconocidas como sanitarias, y en las que las veterinarias –hoy nuestras facultades son mayoritariamente femeninas– podrían dar mucho juego. Dicho sea, sin querer pensar, de entrada, en intereses espurios, impropios de la filosofía One Health/Una Única Salud que relaciona la salud humana con la sanidad animal y ambas con el medio ambiente.
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Vaya por delante que las decisiones políticas las toman los políticos y, en ocasiones, se asesoran con la opinión de los comités científico-técnicos de variado pelaje, lo que les sirve, sobre todo, para alejar responsabilidades si las cosas vienen mal dadas.
Gracias a que las vacunas están resultando efectivas el nivel de riesgo ha descendido, pero tras las recientes vacaciones la incidencia acumulada ascendió con respecto a las semanas previas y, con ella, la ocupación hospitalaria en planta. La pandemia no finaliza por real decreto y sigue siendo recomendable adoptar medidas precautorias en personas vulnerables y no descuidar la ventilación de los espacios cerrados, lo mismo transportes como locales de todo tipo.
pablo gonzález yagüe
Antes, Pavel Alexevich Rubtsov. El periodista vasco, de origen ruso, continúa incomunicado en una prisión polaca acusado de espionaje. Silencio y olvido, casi total.
hoy domingo
Alcachofas con espárragos, Merluza al horno con patatitas panadera y fresas. Sigo, de momento, con el agua del Añarbe. Café.