En un gran ejercicio denominado “Tenemos que hablar, Colombia”, promovido por seis universidades, SURA y la FIP, se propiciaron diálogos profundos con más de 5.000 colombianos de todas las regiones, etnias y edades. LA EDUCACIÓN fue el tema más tratado. El 98 % consideró que había que CAMBIARLA O MEJORARLA y, al abordarla desde la política, la cultura y la corrupción, produjo ENOJO y TRISTEZA. Prácticamente todos señalaron que se requiere un NUEVO PACTO POR LA EDUCACIÓN, que promueva una conciencia colectiva, nos aleje de la polarización y acerque al civismo, entre otros.
Analicemos si esa percepción, sumada al reclamo en las marchas, tiene sustento. Como fondo recordemos que Colombia salió MUY MAL EN LAS PRUEBAS PISA, quedando de ÚLTIMA (países OCDE). La mala educación tiene como consecuencia la frustración de las personas a las que se les frena su derecho a una movilidad social. Un niño de un barrio popular entra a una escuela sin que sus padres tengan una decisión informada. ¿Le tocará una buena escuela con promedios por lo menos iguales al nacional o una en el fondo del ranking? ¿Tendrá buenos profesores que lo estimulen o será el objeto de aquellos que, menospreciando la formación en competencias básicas y aptitudes de cada alumno, se enfoquen en ideologizarlo? ¿Conseguirá empleo cuando termine? FECODE habla de la defensa de la educación pública supuestamente para que no se vuelva un negocio… pero evidentemente el negocio lo tienen ellos con la captura de rentas políticas y económicas. ¿Dónde queda la población? ¿Cuándo vamos a reaccionar los colombianos y las asociaciones de padres de familia en contra de este asfixiante y politizado monopolio que actúa como partido?
Si el presupuesto para la educación es de $49,2 billones, cabe preguntar si está produciendo el desarrollo y la formación del capital humano correspondientes. La respuesta es claramente NO. Un dialogante planteaba la esperanza de que todos recibiéramos la misma educación y oportunidades de bilingüismo o de intercambio para evitar esa diferencia social desde las bases. La rabia de los jóvenes que no ven alternativas de empleo es cierta, tenemos una educación politizada que no enseña para la vida, para la convivencia, una ideologización que produce odio y frustración en lugar de oportunidades.
Para hacer el cambio en equidad debemos modificar especialmente la financiación de la la educación superior, implementando bonos educativos contingentes al empleo y utilizables en instituciones públicas o privadas, sumados a que jóvenes y padres tomen decisiones informadas sobre la demanda de las diferentes carreras, el nivel educativo de las instituciones y sus docentes. Para aplanar las desigualdades regionales debemos cambiar a modelos más híbridos que permitan acceder a currículos más amplios. Promover la educación para la vida, la convivencia, el humanismo, el trabajo en grupo, la comunicación asertiva, las competencias en matemáticas y ciencias, la comprensión de lectura y el discernimiento, en lugar de continuar multiplicando frustraciones “educadas” con mala calidad y baja pertinencia. Debemos lograr ese acuerdo entre todos los colombianos, así cada vez que hablamos de reformas FECODE y la CUT nos amenacen con paros nacionales e incendiar las ciudades.