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Un poco más tarde y a un ritmo más lento que en el resto del mundo, finalmente la fiebre del NFT llegó a Uruguay. Por estos días, nuestro pequeño pero pujante ecosistema cripto analiza, desarrolla y se prepara para lanzar distintos proyectos que utilizan esta herramienta tecnológica. Sin embargo, el entusiasmo no lo es todo. Detrás de estas tres letras que han movido millones de dólares, hay una tecnología que ya creó un nuevo mercado para el arte pero que, con creatividad, se podría diversificar e implementarse para nuevos usos en otros sectores; aunque para llegar aún más lejos —según varios expertos— se hace necesaria una regulación.
Nicolás Ovalle, analista de innovación y desarrollo de negocios de base tecnológica, lo pone así: “Es una locura la cantidad de mails que recibo cada semana. Hay montones de proyectos, pero hay poca gente que sabe del tema y lograr armar un equipo te puede llevar tres meses”. Dependiendo del modelo de negocio, algunos equipos incluyen hasta a 10 especialistas en distintas áreas: desde programadores, pasando por publicistas y abogados. En definitiva, “están pasando muchas cosas”, pero “pueden salir todas juntas a fin de año o las vamos a ver a todas morir de golpe”, plantea Ovalle.
Sucede que “todos quieren lanzar un NFT”, pero pocos entienden su funcionamiento y cómo lograr que sea una emisión exitosa. Empecemos entonces por explicar cuál es su valiosa innovación. Entenderlo puede ser “un dolor de cabeza”, advierten quienes a diario brindan asesorías. Les consultan artistas que quieren vender obras en el mercado digital; galeristas interesados en las cifras millonarias que se pagan por estas colecciones; deportistas que visualizan otra forma de sacarle provecho a su fama; instituciones y marcas que ven en los NFT un camino para captar público y fidelizar al que ya tienen otorgándoles beneficios; y también consultan productores agropecuarios, inversores inmobiliarios y de otros tantos rubros que creen que podrían darle un nuevo uso a esta herramienta.
Acá vamos.
La base de los NFT es la tecnología de blockchain. Es una gran red descentralizada que registra información y cuyo mantenimiento está en manos de distintas personas que a cambio reciben recompensas. Esta tecnología se creó inicialmente como una forma de pago alternativa al sistema financiero tradicional; así nacieron las criptomonedas.
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Dentro de la blockchain hay distintas redes. Bitcoin es una, Ethereum es otra, Solana es otra. De acuerdo a la velocidad y los costos de cada red —aquello de las recompensas por su mantenimiento— cada una tiene su propio perfil de uso y de público. Los NFT pueden crearse y comercializarse en cualquier red, pero se desarrollan sobre todo en la Ethereum y en Solana.
El asunto es que la tecnología de blockchain “maduró” muy rápidamente, dio un paso más allá de lo financiero y permitió la creación de otros productos y herramientas. Una de estas creaciones son los contratos inteligentes. Lo que hacen es darles instrucciones a la red para que se ejecuten de manera automática, sin intervención humana.
Otra de las herramientas es la tokenización. ¿Qué significa? “Es la representación de un bien digital o de un derecho en la red blockchain”, dice Agustina Pérez Comenale, abogada especializada en tecnología. En otras palabras, se vuelca la información a esa red. ¿Qué diferencia hay entre hacerlo en esa red y en un software común? “Que la tecnología de la blockchain tiene la virtud de ser inmodificable, permite encriptar información, genera trazabilidad casi intachable y son sistemas muy difíciles de hackear, que dan gran certeza y seguridad jurídica”, plantea.
Un NFT es un tipo de token, entre varios. Es el tipo de token que no es fungible —de ahí su sigla—. Es decir: es único e irrepetible. ¿Por qué esta herramienta es tan valiosa? Antes de que se crearan, en el mundo digital una copia era indistinguible de otra. Basta imaginarse un meme que se comparte infinitas veces. Entonces, lo que permite la tecnología detrás del NFT es almacenar la información de sus propiedades y mediante un contrato inteligente generar un certificado de originalidad y de propiedad. En otras palabras, ese meme que compartimos infinitamente puede tener un dueño y de esa manera monetizarse.
“La gran innovación del NFT es que por primera vez introduce la escasez a nivel digital. Si te fijás en la historia, todos los logros de internet desde que nació se basan en multiplicar la cantidad y calidad de la transmisión de información. Hacer escaso algo en internet puede parecer contraintuitivo, pero para ciertas cosas es mejor tener soluciones escasas. Los NFT permiten la escasez que conocemos en el mundo físico, en el universo virtual”, dice Pedro Copelmayer, experto en tecnología, inversor y participante de este tipo de proyectos.
Mundo de fanáticos.
Los NFT circulan desde hace al menos cinco años, pero recién en 2021 fueron un “boom”. Su comunidad creció a una velocidad asombrosa —pasó de ser constituida por unas 300.000 personas a casi cinco millones en un año— y estos tokens se convirtieron en el centro de las noticias de compras millonarias, en especial de arte digital, pero también se han vendido NFT de artículos de prensa, videos deportivos y hasta el primer tuit de la historia.
El punto de inflexión que desató el fanatismo fue la venta en marzo del año pasado de la obra digital titulada Todos los días: los primeros 5.000 días, del artista digital Beeple. La casa de subastas Christie’s vendió el collage tokenizado a 69 millones de dólares. Luego Beeple creó otro NFT, un videoclip de 10 segundos con una imagen de Donald Trump caído, que vendió por 6,6 millones de dólares.
Entre varios casos similares, la colección de 10.000 avatares Bored Ape Yacht Club se revalorizó a tal punto que una pieza pasó de costar 300 dólares a medio millón. Y algo más. Tener uno de estos “monitos” conlleva acceder a una comunidad con cierto estatus: integrar un grupo de elite, con acceso a eventos privados y a información útil, por ejemplo para inversiones cripto.
Los expertos sostienen que la introducción del NFT —pudiendo certificar la autenticidad, propiedad y pago de regalías a los autores— desarrolló el mercado de arte digital. Esto coincidió con una nueva generación de coleccionistas que amasaron fortunas en negocios tecnológicos. Rápidamente hubo una conexión entre los mundos. Como resultado, los coleccionistas se volcaron al mercado de los NFT artísticos y detrás fueron los inversores.
Entre los inversores están los que buscan ahorrar —compran un NFT y lo conservan hasta que suba de valor— y los que quieren dinero rápido y fácil. A estos traders se los llama despectivamente “timberos del mundo cripto”.
Tanto ruido provoca un interés cada vez mayor de artistas uruguayos —pintores pero también músicos— por el criptoarte. Unos días atrás, El País entrevistó a Cichero, un joven escultor residente en Maldonado que vendió una colección de pequeñas esculturas digitales por 107.000 dólares y antes había logrado otra venta por 11.000.
La semana pasada, el artista Alfonso Villagrán —conocido como artis4lovers— lanzó una pequeña colección de NFT en el flamante marketplace Qurable, creado en Argentina. Trabaja con un grupo de asesores —un programador y una abogada— a los que les traslada sus ideas y estos analizan su viabilidad y potencialidad. “No se trata solo de hacer una colección, tenés que pensar cómo esa colección puede evolucionar a más cosas a futuro”, plantea.
Actualmente existen plataformas —la más importante es OpenSea— para crear y vender NFT. Estos sitios tienen contratos inteligentes estandarizados. Los artistas que están empezando suelen autogestionarse, pero los que quieren apostar en grande contratan asesores que diseñan contratos inteligentes más complejos y preparan una campaña de marketing para el lanzamiento de la colección, porque en este universo hay decenas de marketplace que lanzan colecciones a diario.
“En un mercado muy fanatizado y no es tan fácil triunfar. Creo que para que suceda se tiene que dar un triángulo vicioso. El primer vértice es tu usuario, luego está Twitter, esa es la base para testear la confianza de los usuarios que luego podrían ser tus compradores. Por último está Discord, una aplicación tipo WhatsApp donde están todos los servidores, se preparan los prelanzamientos y se arma un chat interno al respecto, donde se va viendo qué tanto se habla de una colección que está por salir”, explica Villagrán.
¿Qué beneficio tienen los NFT para los artistas? Las regalías. Un artista más o menos profesional invertirá en la programación y asesoría para crear el NFT, y pagará una comisión de venta a la plataforma (que rondan el 2,5%), pero en sus ganancias no solo cobrará una comisión por la venta del NFT si no que de “acá hasta su muerte” cobrará regalías por cada transacción que se realice con su obra.
Es como el derecho de autor, que se adjudica automáticamente a la billetera digital del creador. “Ahí está la verdadera ganancia y por eso es que las colecciones tienen miles de obras —que se generan fácilmente de forma digital—, porque lo multiplicás por ese número”, dice este artista.
El próximo escalón.
OnBy es una de las cuatro o cinco criptohouse que funcionan en el mercado local. Se dedica a la compra y venta de tokens, su comercialización en el universo gaming y está desarrollando su propio NFT, una colección de 10.000 figuras minteables (una forma de “acuñar” la propiedad del NFT que implica ingresar a una lista de potenciales compradores de la colección; si la demanda excede a la oferta, se realiza un sorteo entre los que quedaron afuera).
En la previa al lanzamiento, están abocados a armar la comunidad en torno al NFT, que tal y como ellos lo ven “es la clave del éxito”. En la oficina hay dos monitores de gran tamaño con varias pestañas abiertas. “Usamos muchas herramientas para hacer trading. Hay distintas páginas que te van diciendo las colecciones que se vienen, cuándo se van a mintiar (algo así como poner a la venta) y a qué precio”, explican a dos voces Alejo Capó y Sebastián Cugurra, cofundadores.
Luego, como sucede en el mercado bursátil, una vez que la colección sale, hay otras páginas que muestran el volumen de compra y venta, y la variación del valor de cada NFT. “Estamos en medio de una locura. Es muy fácil sacar una colección, pero no sacarla y venderla toda y que perdure en el tiempo”, advierte Cugurra.
El asunto —dice Capó— es que más allá de la moda de los NFT de arte, está la tecnología. Lo que permite un NFT “llegó para quedarse”. Lo dice así: “Atrás de los monitos que valen una fortuna hay una infraestructura que no sabemos la cantidad de cosas que puede hacer”.
El desafío de tener un NFT es buscarle una utilidad. Si no ofrece un beneficio para su comunidad, “no sirve”, dicen los expertos. Pensando en otros usos, la abogada Sandra Garín, asesora de diversos proyectos tecnológicos, plantea que podría implementarse “para cualquier cosa que queremos que sea única dentro de la red”. “Depende de la creatividad de cada uno, del diseño tecnológico y del modelo de negocios comercial y jurídico”, dice.
Por ejemplo, las marcas. En algunos casos quieren lanzar un NFT para captar clientes y otras veces para fidelizarlos. La lógica que suelen aplicar es similar a la de las membresías de un club o un sistema de millas canjeables.
“Hay un montón de otros mercados interesados en los NFT. Es la base económica del Metaverso (ese mundo digital en el que se están instalando empresas, marcas e instituciones financieras). Y también ayuda a ser un puente entre lo tangible e intangible, por ejemplo a través de la tokenización de derechos”, dice la abogada Pérez Comenale.
Por estos días, se escucha todo tipo de negocios nuevos con NFT.
En Viena (Austria), el gobierno desarrolló un token de incentivo que premia a las personas que eviten emisiones de carbono eligiendo desplazarse a pie o en bicicleta. El ahorro se descuenta del pago de impuestos. Instituciones deportivas lanzan NFT para que los hinchas que los posean puedan tomar ciertas decisiones, como elegir el diseño de una camiseta.
En nuestro país, se analiza la posibilidad de tokenizar proyectos ganaderos e incluso propiedades, por ejemplo emitiendo NFT que sirvan para reunir el capital inicial y a cambio permitan hacer uso de ciertas instalaciones. Otras empresas quieren tokenizar el ahorro en la emisión de carbono. Ese ahorro se tokeniza y se pone a la venta para otras firmas que deban compensar su huella de carbono. Y también se habla de tokenizar títulos universitarios, para evitar el fraude.
Se está abriendo un mundo de nuevos usos y mercados. En consecuencias, instituciones financieras empiezan a tomar NFT como garantía. Y las universidades los incluyen en los programas de las carreras legales. Según supo El País, jueces y gerentes de bancos se están instruyendo en el tema.
Pero, reunir dinero en NFT para hacer un edificio hoy en día no es legal en Uruguay. “El interés por esta herramienta trae un montón de desafíos tributarios, legales, regulatorios, fiscales porque, ¿cómo operamos con una legislación que hasta ahora fue por territorio en un universo digital sin fronteras?”, plantea Pérez Comenale.
Cabe preguntarse, también, si en un futuro estos activos podrán ser embargados en un juicio de divorcio, o si podrán ser heredados. Y, además, la proliferación de estos negocios exige reforzar el control de la procedencia del dinero que se invierte.
Los especialistas plantean que el proyecto de ley que el Banco Central enviará al Ejecutivo para regular las criptomonedas no incluye a los NFT. Dice Cugurra, desde OnBy: “Estamos buscando cierta regulación, porque con reglas claras habría muchas más cosas que podríamos hacer”.
artis4lovers
Hacer arte en un mundo fluctuante
“Me parecía un dolor de cabeza entender cómo funcionaba un NFT”, confiesa Alfonso Villagrán, artista digital conocido por su usuario artis4lovers. Entonces, un programador comenzó a asesorarlo y luego él sumó las consultorías con la abogada Agustina Pérez Comenale. Ellos analizan las ideas que Villagrán tiene, estudian su viabilidad y su potencialidad. “Estoy convencido de que el arte digital es lo que se viene y lo que haré hasta que me muera”, dice con determinación. Su primera experiencia fue la creación de cuatro NFT, un número ínfimo si se considera que las colecciones más exitosas rondan las 10.000 obras. “Me fue muy bien en la venta y luego surgió otra propuesta”, cuenta. La semana pasada, lanzó una nueva colección con 45 obras en el marketplace Qurable, creado en Argentina. “Yo hago mucho hincapié en que la obra digital tenga una conexión con lo físico, me gusta la idea de que se pueda materializar, porque no quiero perder la esencia de la obra tangible”, dice. El ecosistema cripto es fluctuante por definición, pero esa adrenalina no le preocupa. Mantiene la ganancia por la venta de las obras y las regalías en su billetera digital, a la espera de lo que suceda.