Elon Musk quiere comprar Twitter. Independiente del resultado de su esfuerzo, el hombre más rico del mundo ha dejado claro que su motivo para la oferta es “defender la libertad de expresión”, el tema de moda con esta red, en gran medida gracias al efecto Trump. Sin embargo, no creo que esta deba ser la discusión central respecto a Twitter: deberíamos estar hablando de por qué —a pesar de ser tan influyente como fenómeno social— Twitter ha sido un fracaso rotundo como compañía.
Me explico. Musk ofreció $ 43.000 millones de dólares por Twitter. Suena como mucho —y es mucho, mayor al PIB de más de 100 países—, pero hay que poner esa cifra en contexto. Facebook, una compañía de orígenes y propósitos similares, el año pasado alcanzó a tener un valor de capitalización de mercado de un billón de dólares —el famoso trillion gringo—. Snapchat, otra red social de menor impacto, alcanzó a tener un market cap de $ 131.000 millones. Twitter, en su máximo, escasamente rebasó los $ 60.000 millones. Es decir: el valor de mercado máximo de Twitter es 6 % del de Facebook. La oferta de Elon Musk es apenas un 4,3 % de ese trillion.
En todas sus rondas de financiamiento —pre-IPO, IPO y post-IPO—, Twitter ha recaudado alrededor de $ 4.400 millones de dólares. Sin embargo, nada más en su historia como compañía pública ha acumulado pérdidas por $ 861 millones. Al igual que Facebook, el grueso de los ingresos de Twitter provienen de publicidad, pero con resultados opuestos: Facebook no solo tuvo casi siete veces más usuarios activos que Twitter en 2021, sino que, además, tuvo un ingreso promedio por usuario más de tres veces mayor. Pero en el fracaso del modelo de negocio de Twitter está lo cautivador: a pesar de no haber evidencias de que puede ser un negocio consistentemente rentable, su impacto social y cultural es enorme. No todo el mundo usa Twitter. De hecho, la mayoría de gente que abre una cuenta jamás se engancha. Sin embargo, los que sí se enganchan lo hacen profundamente, y en este nicho atraen a un público muy particular: estimaría que más de la mitad del 1 % más informado de cualquier área (deportes, política, tecnología, economía, etc.) utiliza Twitter. Es la red preferida de la gente influyente.
Así, aunque no todo el mundo se informe ni consuma noticias por Twitter, esta red sí moldea sustancialmente el flujo de información que todos consumimos. Es la fuente primaria de difusión de mensajes de los políticos, la elegida para polemizar entre académicos, la red donde escogiendo bien audiencias se puede estar informado en el cutting-edge de cripto, Web3 y nuevas tecnologías. Claro, también están los chistes y los memes. Pero ahí también tiene influencia: la mayoría de memes nacen en Twitter.
Y aquí es donde se vuelve particularmente intrigante Elon Musk: es todo lo que Twitter representa. Desde lo patético hasta lo influyente. Ahora quiere pasar de ser uno de sus usuarios principales a tratar de explotar todo ese valor atrapado que tiene la compañía. Paypal, Tesla y SpaceX ya están dentro de la lista de aciertos que lo hicieron el hombre más rico del mundo. En Twitter la tiene más difícil, pero si alguien podría encontrar el camino de la compañía, es él