“Nosotros ganamos, ellos pierden”, afirmó en Twitter el día de la votación Verónica Islas, líder influyente en redes sociales del lopezobradorismo: “La votación fortalece al movimiento, dándole cohesión e impulso. Debilita a la oposición de cara a las próximas elecciones y la aleja de sus aspiraciones en 2024”.
El diputado del Partido del Trabajo, Gerardo Fernández Noroña, aliado histórico de López Obrador, afirmó que los partidos de oposición que votaron contra la reforma eléctrica habían entregado a Morena las elecciones presidenciales de 2024.
Dentro de las filas del presidente, el mensaje es consistente: lo fundamental es lo que vendrá después de esta derrota. “Nosotros sabíamos que no íbamos a ganar a la primera, pero que íbamos a abrir camino”, insistió el mandatario en su conferencia matutina del lunes tras saber los resultados. “Es un triunfo para la política, porque se avanza en el combate a la simulación. Es espléndido un momento así”.
¿Entonces perdió y, sin embargo, ganó el lopezobradorismo cuando naufragó su iniciativa constitucional porque no alcanzó las dos terceras partes de votos que necesitaba para prosperar?
La influencer Verónica Islas subrayaba en su tuit la cohesión que el tema energético, en cualquier caso, aportó a su movimiento. Y puede entenderse entonces que la batalla por la reforma eléctrica, igual que la campaña previa contra la revocación de mandato o la iniciativa para estatizar la explotación del litio, son todos pretextos para mantener unido a un movimiento que, desde hace meses, viene haciendo erupción. En realidad, no se trataría de argumentos para combatir a los opositores, sino pegamento para evitar la fragmentación interna.
López Obrador cuenta con una aceptación popular que rebasa 66%, según algunas encuestas. Sin embargo, Morena tiene un respaldo de solo 45%, de acuerdo con otras; aproximadamente 20 puntos menos.
Para las elecciones presidenciales de 2024, sin López Obrador en la boleta electoral, el escenario para el partido será complicado. Se suma una crisis creciente y casi imposible de resolver por las tensiones entre los equipos de las personas que aspiran a la candidatura. Entre ellos, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum; el canciller, Marcelo Ebrard; el líder morenista en el Senado, Ricardo Monreal; y otros que ya han levantado la mano.
Únicamente una de estas personas podrá hacerse de la candidatura presidencial de Morena, sin embargo, al menos dos de ellas consegurían que diversas fuerzas políticas les respaldaran. Ebrard y Monreal tomarán decisiones graves en su momento. Así que, en 2024, habrá más de un abanderado reclamando para sí la herencia lopezobradorista.
Faltan aún dos años y cinco meses para que el fundador de Morena deje la silla presidencial, y la disputa por su legado es cada día más feroz. Ante eso, el lopezobradorismo trascenderá con dificultad a López Obrador. Este es el dilema más obvio y el mandatario está dispuesto a hacer todo cuanto deba para aplazar el descuartizamiento de su obra.
La campaña sobre la revocación de mandato ayudó para disimular por un tiempo esta fractura: congeló la batalla interna al simular que había una guerra campal contra los adversarios, quienes en realidad desertaron casi desde el principio del campo de batalla al optar por la abstención. Mientras la oposición apenas si movió un dedo, el lopezobradorismo puso el cuerpo entero para movilizar a 15.6 millones de seguidores que salieron a defender al presidente.
También la tutela de la propiedad nacional de los bienes energéticos fue un pretexto eficaz para prolongar la falsa armonía dentro de esta familia política. Tanto la Ley de la Industria Eléctrica como la reforma constitucional eléctrica, y la ley relativa a la estatización del litio —que se aprobó el martes 19—, han tenido como último propósito mantener movilizado al lopezobradorismo.
Sin embargo, esta estrategia está cruzada por un problema: ¿puede sustituirse el culto a un líder político como López Obrador por la defensa de la electricidad, el litio o el petróleo?
La respuesta necesita conceder que estos temas son importantes para la población. De acuerdo con mediciones realizadas por Parametría en enero de este año, 66% de las y los mexicanos asumían que las iniciativas de López Obrador en materia energética significaban un avance para México y 51% que habrían de disminuir el costo de la luz. Otro 80% de la población consideraba que debía fortalecerse a la Comisión Federal de Electricidad frente a las empresas privadas con las que compite.
Aún si estas percepciones confirmaran la ventaja de movilizar al lopezobradorismo alrededor de la causa energética, cabe sospechar que la elección de 2024 terminará definiéndose —como sucedió en 2018— por las personas candidatas a la presidencia y no tanto por sus ideas o plataformas programáticas.
Las estrategias de movilización podrán aplazar la erosión de los vínculos que constituyen al lopezobradorsimo, pero no evitarán su estallamiento. De perder Morena en 2024, la causa habrá sido el divorcio de una base electoral que únicamente López Obrador podía aglutinar. Es decir, la dificultad del movimiento para sobrevivir a la persona que lo fundó.