Tras su anterior libro, Casas y tumbas que publicó en 2019, Bernardo Atxaga (Asteasu, 1951) anunció que se retiraba de la novela porque quería ser más libre escribiendo. Ahora ha llegado a las librerías su último libro, Desde el otro lado (Alfaguara), con cuatro relatos, que transcurren en el universo de Obaba y alguno gestado en Reno, Nevada, donde tuvo una estancia como escritor invitado de su universidad hace unos años.
El libro abre con Dos hermanos, que se publicó en euskera en 1985 y diez años después en castellano y lo ha revisado para esta nueva edición. Continúa con La muerte de Andoni a la luz del LSD, inédito en castellano, y finaliza con Conferencia sobre la vida y la muerte en el cementerio de Obaba-Ugarte y Un crimen de película, dos textos inéditos escritos originariamente en castellano, el último de ellos hace solo tres meses.
Ha cumplido su palabra, ha publicado un libro de relatos, nada de novela.
—Sin pretender hacer una descripción completa de mi vida, siempre he ido como por dos carreteras narrativas, la más conocida, la novela, pero luego he tenido otra que aparece en los cuentos infantiles, en las lecturas públicas, en algunas obras de teatro… En este segundo camino, los textos son más breves, más libres en el sentido en que no me atengo tanto a las convenciones. Ferlosio decía que no pretendía hacer un jersey, una bufanda o una chaqueta, lo que él quería era tejer, es decir, escribir. En esta segunda carretera, el tejido que va saliendo es diferente, los textos son más breves, máximo de 70 folios, pero más intensos, creo yo. Tienen elementos poéticos, un lenguaje que pretende salir del detalle naturalista, no ser una fotografía de lo real, sino que hay un componente poético. Es una carretera mucho más grata, a veces me pregunto por qué no he escrito más textos de 70 folios.
¿Eso quiere decir que Bernardo Atxaga va a seguir por este camino en sus nuevos proyectos?
—Sí, eso es seguro. Este domingo, Asun Garikano (mi mujer) y yo hemos decidido poner en marcha un libro con poemas, pero no es un libro de poesía. Serán formas narrativas que estoy explorando, con textos que acompañan a poemas. Un texto que probablemente en castellano se llamará Exteriores del paraíso y en euskera Paraíso Kanpoaldean. Saldrá antes una muestra en Inglaterra, donde ha sido el inicio de todo, a partir de una petición que he tenido desde allí. Cuando se dicen estas cosas hay que decirlas siempre humildemente, pero si yo vivo en la poesía, ojalá aparezca la poesía en este libro en el sentido fuerte del término.
¿Y el humor? Ha estado siempre presente en su obra, pero últimamente más, sobre todo, en este libro, en el que aborda también temas como la vida y la muerte…
—El humor ha formado siempre parte de mi obra, pero es cierto que en este libro, quizás más. Concretamente, en el tercer relato. En este caso, dentro de un marco que es totalmente estrafalario, como es una conferencia en un cementerio dado por dos espectros. Todo lo que afirman es algo que yo he pensado, no hay un ejemplo que sea banal. Me acerco a todos estos temas con humor. Es como ese baile del vaso, Godalet danza, en el que el bailarín baila alrededor de él. Yo hago lo mismo con los temas, con humor, con poesía…
Cada vez trata más el tema de la muerte. ¿Tiene Bernardo Atxaga miedo a la muerte?
—El miedo es una forma de reaccionar, una forma común, defensiva, que todo el mundo lleva en su constitución, incluso los animales. Está en el núcleo de nuestra existencia, pero prefiero decir reacción porque a veces no es más que una extrema tristeza. La muerte está siempre ahí. Puedes mirarla o no, pero hay que ser consciente de ella. Me parece bueno hacerlo, como yo he querido hacer en este libro, pero es muy importante que esa piedra no te venza, que no te haga caer al suelo. Hay que aguantar ese peso. Para mí, el mejor modo de afrontar la muerte y la vida es el humor.
En su último libro, utiliza elementos de la naturaleza para que los personajes cuenten lo que ven.
—Todo personaje abre la puerta a un tipo de lenguaje y lo cierra a otro. Evidentemente, cuando habla un dentista lo hace de una forma realista, pero si el personaje es un espectro o un animal. Me permite hacer lo que quiera, como introducirme en la mente de los personajes, contar lo que está pasando en directo o usar distintos tipos de lenguaje para cada animal. Y todos tienen una carga de significado enorme. Así, por ejemplo, los pájaros son el alma, la serpiente habla con elegancia y retórica, las ardillas, de un modo infantil, son almas incompletas, y el búho puede hacer de repente un discurso filológico. Muchos creen que cuando introduces animales son fábulas, pero no es así, un pájaro, si el autor quiere, puede hablar como Ricardo III de Shakespeare. Cualquier cosa a la que otorgues lenguaje en la ficción puede hablar como un rey, un profeta, un criminal… porque no hay nada establecido.
El tren también es un elemento fundamental en ‘Desde el otro lado’.
—Es otro elemento de liberación del lenguaje. Para mí, ha sido el vehículo más poético, el que ha entrado en la infancia de millones de personas. Y en la mía también. Es una imagen mental unida a la historia. Yo, para ir al colegio, cogía la bicicleta a las seis y media de la mañana y me iba a la estación, cogía el tren y luego andaba dos horas hasta el colegio. Para mí, el tren ha sido salir de la niñez y entrar en la adolescencia. Por eso es un elemento que siempre cito como una referencia. Y luego, cuando vivíamos en Andoain, y estaba estudiando Bachiller, me quedaba a leer en la cama, escuchando los silbidos del tren… Siempre me ha parecido un gran tema, no solo para mí, sino para muchos escritores y poetas del siglo XX.
¿En que momento de su vida está ahora Bernardo Atxaga? Se le ve ilusionado, satisfecho…
—Eso es verdad, he cumplido 70 años, y me parece que esta frontera que, evidentemente puede tener muchas desventajas, puede traer también grandes ventajas, al menos para mí. Estoy pasando una etapa más sosegada, más tranquilo, tengo ahora mismo una idea muy clara de lo que es importante y de lo que no lo es. Eso es fundamental en la vida. Muchas veces, en la juventud confundía los molinos de viento con osos. Me parecía importante lo que no lo era. Ahora mismo sé cuáles son esas cinco cosas básicas, que tienen que ver con cosas muy normales, con la familia, con los amigos… Aparte de eso, todo lo demás no me mueve ni a la desesperación, ni a nada. En ese sentido, estoy muy tranquilo y tranquilidad es otra forma de decir felicidad. Estoy feliz tras haber cruzado la frontera de los 70 años.
¿Le preocupa la situación actual que vive nuestra sociedad?
—Por supuesto, pero tenemos la impresión de que son momentos más difíciles que otros. Hesíodo escribió un poema en el siglo VIII a. C. en el que hablaba de cinco edades del hombre: la era dorada, edades de plata y bronce, la de los héroes y la edad del hierro. Esta última era la peor, y esta es una convicción que, en general, todo el mundo tiene, que vivimos en una edad del hierro. No hay que ser enfático. Es verdad que la situación actual es difícil, pero también que las personas hoy se ríen, harán una broma, tendrá ánimo para ir a trabajar. Por una parte, está el tiempo que marca y por otro, está el ánimo de la gente. Hay un escritor al que admiro mucho que es Primo Levi, que ha escrito sobre los campos de concentración. Dice que así como no existe la felicidad completa, tampoco existe la infelicidad completa. A veces la tristeza es como una almohada, te acomodas en ella. Pero, en general, no hay que dejarse mecer en la tristeza. La potencia humana es tremenda.