En su libro ‘La verdad sobre la verdad’ –el primero que escribe Dago García y una práctica que le quedó gustando– hay un pastor que empieza siendo consecuente con su labor y termina mal, enloquecido por su misma fe.
Se llama Martín y Dago García lo incluyó en su libro con conocimiento de causa: viene de una familia religiosa y él también lo es, pero esa misma religiosidad lo ha llevado a reconocer lo bueno y lo malo de quienes promueven los tipos de fe.
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El libro gira en torno a un avión que desaparece en la ruta Bogotá-Medellín y cuyos restos no se encuentran, al menos en las primeras semanas del supuesto siniestro.
Y además del pastor, a quien dejó el avión, hay tres personajes más fuertes en la historia: Roberto, un ser aparentemente claro pero con dos mujeres y una vida oscura; Victoria, periodista y amante de Roberto; el policía Lorenzo y Gonzalo, candidato a la Presidencia.
Dago García, vicepresidente de Producción del Canal Caracol, no ha sido ajeno a la escritura. Empezó como libretista y en el camino se volvió cineasta, productor de cine, teatro y televisión, y uno de los hombres más conocedores de la industria audiovisual.
Tiene 60 años y dos nietas. Está casado con una periodista, María Mercedes Sánchez, y él es periodista. Tiene muy buen sentido del humor aunque parezca serio. Ha sido el artífice de grandes éxitos como Pedro el escamoso. También, fue uno de los mejores amigos del libretista Fernando Gaitán.
Dago García conversó de su nueva faceta como escritor con EL TIEMPO.
Está acostumbrado a escribir libretos largos, que son como libros. Pero, ¿cuál fue su disciplina para ‘La verdad sobre la verdad’?
Como disciplina fue similar a la que sigo cuando escribo una película, una serie de televisión o una obra de teatro. Estaba al frente del computador muy temprano y durante dos horas hacia casi un ejercicio de ‘escritura automática’, dejaba que la cosa fluyera sin cuidarme mucho del estilo.
Luego dejaba pasar una o dos horas dedicadas a otra cosa y regresaba a leer lo escrito y corregir estilo. El resto del día permitía que la cabeza, la ‘loca de la casa’, trabajara sola para al día siguiente repetir el proceso. Una vez terminaba un capítulo, enviaba el resultado al editor, Juan David Correa, que hacía sus notas y entonces empezaba el proceso de reescritura, que llevaba más o menos dos días.
¿De dónde sale esta historia?
Como todo lo que escribo, primero lo pensé como una serie de televisión. Yo pienso siempre en televisión. Luego usé la anécdota como detonante de una película (‘El lamento’) y en un momento decidí que iba a usar esa misma anécdota para hacer un ejercicio de paciencia.
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Soy alguien que sufre con la ansiedad y necesita cierto tipo de terapias improvisadas. Así que comencé a escribir la historia sin el apuro y el frenesí propios de la tele, sin ‘correr’, forzándome a ser paciente y en se momento apareció Juan David Correa, me preguntó si algún día había pensando escribir un libro, le mande lo que llevaba escrito y comenzamos el proceso.
Le oí decir que los personajes principales de algún modo son conocidos. Hábleme de ellos.
La historia gira alrededor de las versiones de la desaparición de un avión en pleno vuelo y que unen a una periodista, un policía, un líder religioso y un candidato a la Presidencia de la República. En el remate de una accidentada campaña electoral, cada uno de ellos crea su propia ‘verdad’ sobre el hecho, verdades que les convienen y en las que empiezan a vivir. Verdades a las que no están dispuestos a renunciar y que entran en choque con las realidades de los demás. Es un poco lo que da origen a la polarización extrema en la que ahora vivimos.
Soy alguien que sufre con la ansiedad y necesita cierto tipo de terapias improvisadas. Así que comencé a escribir la historia sin el apuro y el frenesí propios de la tele, sin ‘correr’
Cada uno pretende ser un arquetipo de los discursos que dominan hoy día la agenda pública y que tienen sus propios ‘sumos sacerdotes’: el periodista elevado a la categoría de juez moral; el policía que ha perdido los límites de lo legal y lo ilegal; el líder religioso que encuentra en la explotación de la fe el alimento para su ego, y el político que ha hecho de la demagogia y el populismo su discurso. Cualquier parecido con la realidad NO es coincidencia.
Hablemos, precisamente, del pastor. ¿De dónde tanto conocimiento de este tipo de personas?
De hecho soy un tipo religoso (camandulero y devoto del Divino Niño). En mi familia siempre hubo una fuerte presencia de la religión católica y no sé si por efecto de semejante contexto, estuve cerca del tema.
Por lo tanto he sido testigo de los manejos y las manipulaciones que se pueden ejercer a través de la fe, algo que detesto pues me parece miserable que se use algo tan personal y vital como la espiritualidad con otro tipo de fines como el comercial y el político. Siempre me ha interesado el tema y por eso creo conocer y leer personajes como el que esta expuesto en el libro.
Y las citas de la Biblia, ¿cómo las escogió tan pertinentes?
En realidad, el crédito es para Juan David Correa, el editor. Es un conocedor increíble del Apocalipsis bíblico y las escogió y sugirió. Creo que el mérito fue que supo que se iban integrar muy bien al discurso del líder religioso y lo iban a potenciar, lo que siento que termino pasando.
Hay mujeres con poder sobre los hombres, está la que se aburre de uno, otra que extraña al que cree suyo y muerto, y una más con cierta superioridad sobre uno de ellos. ¿Cómo buscó esta gama femenina?
Normalmente me siento cómodo escribiendo personajes masculinos, pero de un tiempo para acá he estado tratando de asomarme a lo que es la sensibilidad y el carácter femeninos. En el caso de La verdad sobre la verdad, traté de no ser ni condescendiente ni maniqueo, sino de reflejar ciertas condiciones diversas de las mujeres de un país como el nuestro: la independiente y empoderada que paga el costo de su decisión con una vida sentimental compleja; la opacada por el hombre de ‘éxito’ que descubre su valor pero se siente atrapada en la red de un matrimonio desequilibrado donde es la víctima; la engañada que lucha contra el dolor hasta vencerlo…
En fin, intenté dibujar un grupo diverso no sé si de mujeres pero sí de problemáticas femeninas. Normalmente en el trabajo y en la familia estoy rodeado de mujeres y la observación y la convivencia son mis mejores inputs.
También se refiere al periodismo y las redes, de la rapidez y la pausa. ¿Qué opiná del periodismo de hoy?
Que está, quizás, en la encrucijada más compleja de la historia del oficio. La interconectividad, la posverdad, la presión comercial, la presión política, hacen que el trabajo esté en constante desafío y vemos de todo, desde el periodismo serio que da contexto e informa, hasta el demagógico y de linchamiento, que confunde y ayuda a la polarización. Es una dialéctica que ojalá se resuelva por el primer camino.
¿Por qué quiso escribir esta novela? ¿Tal vez porque era el único apartado que te faltaba?
En realidad, no estaba dentro de mis planes escribir un libro. Pero luego, ya en el trabajo de escritura, descubrí que había tanto que aprender de la literatura sobre narrativa y que se abrían posibilidades expresivas imposibles en lo audiovisual, que fue un revelación que para alguien a quien le gusta contar historias es una tentación muy difícil de rechazar.
Hay conocimiento de dos ciudades. Bogotá, porque es la suya, pero también Medellín. ¿Cuál es su relación con esta última?
Me gusta mucho Medellín, pero no tengo alma de turista ni de aventurero, así que aquí, de nuevo, el mérito es de Juan David Correa, que es un observador innato y que sugirió las referencias y todo el tiempo me presionaba a describir con detalle los lugares.
Descubrí que definitivamente me gustan más las personas que las pantallas. No cambio una reunión presencial por una virtual por nada del mundo
Cuando se escribe audiovisual, la descripción de los espacios la resuelve la imagen. En este caso, lo tiene que hacer la palabra y en eso era lo que más insistía Juan David: “No corra, maestro! Deténgase! cuéntele al lector donde está y cómo es es lugar donde ocurre la acción!”. Fue un gran aprendizaje.
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Al leerlo, uno se imagina una película. ¿Habrá una de este libro?
Jajaja, no lo sé… Por ahora quiero ver qué pasa con el libro, no lo descarto pero tampoco puedo decir que es un objetivo propuesto. Sería una peli muy diferente a lo que normalmente hacemos en cine y tendría que pensarlo muy bien.
Hablando de otras cosas, ¿cómo va el proyecto de la serie de Vicente Fernández y cuándo estará al aire?
Vamos muy bien. Ya terminamos el rodaje y estamos en trabajos de postproduccion y música, que es el más complejo, por obvias razones. Pero estamos contentos y esperamos tenerla en pantalla en el tercer trimestre del año.
Como productores, ¿les preocupa la serie que ya hizo Televisa?
No conozco la serie de Televisa, pero por lo que he escuchado tiene una aproximación a la historia, una factura y unos valores de producción diferente a los nuestros, por lo tanto no nos preocupa. Estamos concentrados en nuestro producto trabajando para tener la mejor serie posible.
La pandemia no se ha ido pero se ha flexibilizado la vida. ¿Qué aprendió, qué rutinas retomó y cómo se ve hoy?
Descubrí básicamente dos cosas: la relación del tiempo con el espacio. Contamos y organizamos el tiempo de acuerdo a nuestros desplazamientos en el espacio. Por eso, me gusta ir a la oficina más que trabajar en la casa, pues cuando no me muevo ni me traslado, el tiempo se me vuelve un continuo insoportable sin pausa, sin principio y sin fin.
Y descubrí que definitivamente me gustan más las personas que las pantallas. No cambio una reunión presencial por una virtual por nada del mundo.
Su vida privada siempre ha sido privada. Pero sé que tiene dos nietas. Cuénteme ¿cómo es de abuelo, qué historias le inventa, cómo disfruta el tiempo con ellas?
No soy alguien paciente para los juegos infantiles y dedico tanto tiempo a pensar en historias que cuando estoy con mis nietas disfruto observarlas y dejar que sean ellas las que me cuenten sus historias, soy una especie de abuelo pasivo y así nos entendemos a las mil maravillas.
OLGA LUCÍA MARTÍNEZ ANTE
CULTURA
EL TIEMPO
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