Uno venía de un grupo vocal, el otro de una banda pop. Tenían un éxito módico, local. Eso no les alcanzaba. Se encontraban en los mismos festivales, programas de televisión y clubes nocturnos de Estocolmo. Un día hablaron de hacer algo juntos. Compusieron varios temas y algunos escalaron en las listas suecas. Björn trajo a su novia Agnetha a cantar. Benny se acordó de Fryda, otra gran voz que ya tenía varios discos solistas. Ingresaron al estudio de grabación con muchas expectativas y buenos temas. Pero les costó dar el salto. La primera gran oportunidad fue Eurovision. Y no la desaprovecharon.
Nadie podía imaginar que una banda sueca pudiera alcanzar el éxito global. Ellos apostaron a ese imposible. Además de componer grandes canciones, de buscar siempre un sonido que estuviera en consonancia con su tiempo, quisieron impactar con la imagen. Aunque sus temas sonaran a otra cosa se inspiraron en el vestuario de las estrellas del Glam Rock. Se veían impactantes, brillosos. Llamaban la atención. Y ese fue el primer impacto que causaron en el certamen en el que todos acostumbraban a vestir formalmente (los hombres de smoking o traje de tres piezas, las mujeres con pomposos vestidos de fiesta). Cuando sonaron los primeros acordes del tema que llevaron, los que estaban en el estudio y los que miraron por televisión empezaron a mover sus pies y tamborilear los dedos; al promediar la canción, algunos, a pesar de ser la primera vez que la escuchaban, ya la tarareaban. Un poco de glam, algo de melodías Beatles, estribillo con gancho, Pared de Sonido. El impacto fue inmediato. Ganaron el primer premio y se dieron a conocer. Ya nada volvería a ser lo mismo.
ABBA dio el primer salto con Waterloo. Los años anteriores habían concursado para participar del Eurovision pero no lo habían logrado. En 1974 todo cambió. Se presentaron con Waterloo. Parecía que no tenían demasiadas posibilidades. Había rivales de peso. Las apuestas estaban en su contra. Sin embargo, se convirtieron en el primer grupo sueco en vencer en el certamen. No fue casualidad. Stig Anderson, el manager, preparó el terreno con decisiones deliberadas. En las ediciones anteriores habían ganado baladas, por lo que él presuponía que en esa ocasión premiarían a un tema más rítmico. Y para el título buscó una palabra que significara lo mismo en toda Europa, que no requiriera explicaciones. La canción se impuso sobre los otros contendientes entre los que estaban Gigliola Cinquetti y Olivia Newton John entre otros. El triunfo de Waterloo les abrió las puertas de Europa y del mundo.
Los integrantes de ABBA eran Agnetha Fältskog, Björn Ulvaeus, Benny Andersson y Anni-Frid Lyngstad. Y deben ser siempre dichos en este orden (o al menos con las dos mujeres en las puntas y los hombres en el medio) porque así se forma el acrónimo que da nombre al grupo. Aunque con Anni-Frid hayan hecho algo de trampa porque todos la conocían como Fryda. La idea del nombre fue de Stig Anderson, el manager del grupo. Los dos varones intentaron oponerse porque ABBA era la marca comercial de un arenque en escabeche bastante vendido en Suecia.
La banda comenzó con las giras por todo el continente y también por Japón. Sacaban discos con regularidad. Sus canciones subían en los charts. Mamma Mia llegó al número 1 en casi todas las listas. La rueda debía seguir girando. Pero ¿cómo seguir? Los dos hombres del grupo seguían componiendo, estaban en estado de gracia. Pero en el mundo de la música cada movimiento debe ser pensado mucho.
El éxito que estaban consiguiendo venía también con algo de menosprecio hacia la calidad de sus canciones. Parecía que en cualquier momento quedarían olvidados por el siguiente grupo, que la anomalía sueca pasaría de largo. De todos modos no era poco lo que habían conseguido. Desde Escandinavia habían llegado a casi todo el mundo. Ya eran tiempos de la Música Disco. Y ABBA tenía algo más para decir.
El 18 de junio de 1976, ABBA cantó un tema inédito en la gran gala de honor televisiva en el día previo a la boda real sueca entre el Rey Carlos Gustavo y Syivia Sommerlath. En vez de ir a lo probado, decidieron mostrar una novedad. La habían grabado hacía unos meses y sólo dos veces antes la habían mostrado en público (una en la TV australiana y la otra en Japón). La ocasión era ideal. Dancing Queen parecía que le hablaba a la futura reina. Agnetha la anunció como un homenaje a la Reina Silvia: en realidad la habían compuesto hacía mucho y sin su majestad en mente. Pero muchas veces el nombre de algo importa más y es lo único que se retiene. En esa gala, ABBA fue el único grupo pop, los únicos intérpretes de música joven en medio de un ambiente solemne, remilgado. La explosión disco que produjeron esa noche impactó a todos. Era un golpe que nadie se esperaban.
Muchos creyeron haber escuchado la canción pop perfecta (y tenían razón).
A partir de ese momento Dancing Queen se volvió imparable. Llegó a la cima de los charts en más de treinta países del mundo. Fue el único número uno del grupo en Estados Unidos. Y se convirtió en un clásico moderno.
Lo sorprendente es que la canción no fue elegida como primer single. El discográfico es un mundo complicado en el que todos quieren aplicar fórmulas que casi nunca funcionan.
El manager de la banda se opuso a que Dancing Queen fuera el sencillo promocional de su nuevo álbum. ABBA venía de tener éxito global con Mamma Mia y Stig Anderson consideraba que sacar otro tema bailable y que mantenía el espíritu bien arriba, iba a brindar al público una visión distorsionada de su música. Además podía aburrir. Por eso decidieron salir con Fernando. Una balada con algunos momentos más intensos. Los miembros del grupo dudaron. Fernando ya había sido grabada por Fryda en su disco solista pero en una versión en sueco. Pareció que el manager había tenido razón. Fernando llegó al número 1 en todos los países europeos. Mientras Fernando hacía su camino, el otro tema esperaba su momento. Que recién llegó en la velada del día previo a la boda real. Tiempo después, Dancing Queen se editó como sencillo y batió récords.
Björn contó: “Uno nunca sabe cuándo una canción va a funcionar, qué es lo que hace que le guste a la gente. O si es buena o mala. Pierde perspectiva. Así que cada vez que sacábamos un tema nos poníamos nerviosos. Pero con Dancing Queen no me pasó eso. Desde el primer momento sabíamos que funcionaría. Que teníamos algo bueno”.
Dancing Queen es la canción más difundida de ABBA. Un ejemplo: en Spotify se acerca a los 700 millones de reproducciones. Sigue sonando actual. Es la síntesis perfecta del estilo de los suecos, de su potencia festiva. La canción pop perfecta. Letra sencilla, contundente, universal. Grandes armonías vocales. Un estribillo maravilloso. Una música trabajada y contagiosa. Y una producción fulgurante y efectiva. Está repleta de pequeños detalles, trucos, recursos. John Lennon, cuando la escuchó por primera vez, dijo estar sorprendido por la potencia del tema. Fryda dijo que ese fue el mejor elogio que habían recibido alguna vez
Agnetha y Björn se conocieron mucho antes de la fama. Se cruzaron en un bar. Ella ya cantaba y tenía 19 años. Se casaron en 1971, tres años antes de la gran explosión de Eurovision. Tuvieron dos hijos. Benny y Fryda se casaron en 1978 cuando la banda vendía millones de discos.
Los primeros problemas sentimentales aparecieron en medio del fenómeno mundial. Björn comenzó una relación clandestina con la jefa de prensa de la discográfica. Su esposa los descubrió. Intentaron seguir juntos pero todos los intentos y terapias fracasaron. Algo parecido pasó con Fryda y Benny. Él se enamoró de una famosa presentadora televisiva sueca.
Primero se separaron Agnetha y Björn; después Benny y Fryda. La banda siguió un tiempo más. La rueda no era tan fácil de parar. Demasiados intereses, negocios pendientes y contratos inconclusos. Sin llegar al nivel de Rumours y de las relaciones cruzadas y feroces de los miembros de Fleetwood Mac, los siguientes discos de ABBA y sus letras mostraron el cimbronazo interno.
Agnetha sentía una presión sobre el esternón cada vez que tenía que cantar uno de los últimos éxitos del cuarteto, The Winner Take It All, una dolorosa canción de ruptura, que habla de besos ajenos: Tell me that she kiss/ Like I used to kiss you (decime si ella te besa como y o solía hacerlo). Fue escrita en el mismo momento de la separación y para ellos siempre llevó ese estigma.
La prensa afirmó que el divorcio de Agnetha y Björn había sido tranquilo y feliz. Pero, es sabido, no existen tales divorcios. El grupo pudo terminar la gira de 1981 empujado por los compromisos y por la adrenalina de las actuaciones. Pero cuando ingresaron al estudio en 1982, la situación de incomodidad fue imposible de esquivar. Por un lado los dos varones, por el otro las mujeres. La tensión era permanente. Los reproches, continuos. La magia y la química se habían evaporado. Esa atmósfera se trasladó a pobres resultados musicales y hasta comerciales. Decidieron seguir nuevos caminos pero sin anunciar la disolución públicamente. Los hombres deseaban dedicarse a los musicales y se asociaron a Tim Rice para crear Chess. Las mujeres se pusieron a grabar discos solistas. Sin embargo ninguno pudo repetir o siquiera acercarse al éxito de ABBA. La banda, mientras tanto, seguía vendiendo millones de ejemplares de los compilados que aparecían con constancia.
Agnetha desarrolló fobia a volar. El pánico a subirse a un avión sólo se incrementó con el tiempo. Rehúsa cualquier contacto con los fans: ha llegado a armar grandes escándalos al sentirse acosada en lugares públicos. Siempre fue la más renuente a un regreso de la banda.
Su vida después de ABBA no fue apacible. Su primera pareja tras Björn fue el psiquiatra con el que había hecho terapia de pareja con su ex marido. Luego salió con un detective sueco que se encargó de investigar el secuestro de sus hijos. También estuvo casada tres años con un empresario escandinavo. Fue tapa de los diarios sensacionalistas cunado su madre su suicidó. Las especulaciones sobre la mala relación entre madre e hija ocuparon varias páginas durante días.
Fryda, que tenía dos hijos antes de casarse con Benny, es miembro de la nobleza. Actualmente convive con un vizconde en Suiza. Pero antes estuvo casada con un príncipe emparentado con la familia real sueca.
Björn y Benny también tuvieron múltiples parejas, siguieron componiendo y, en especial, custodiando sus antiguas creaciones. Son famosos por denegar el permiso para hacer sampleos y reversiones de sus temas. Madonna y The Fugees fueron de los escasos afortunados que fueron autorizados.
En América Latina, ABBA era conocido pero no llegaba a tener el éxito, fuera de las discos, que tenía en el resto del mundo. Buddy McCluskey hacía tiempo que quería traducir alguna de las canciones del grupo sueco al español. Le propuso empezar por el principio, por Waterloo. Pero ellos se negaron. Unos años después, McCluskey (que además de ejecutivo de una discográfica se dedicaba a hacer versiones en español de temas en otros idiomas: tal vez su mejor trabajo fue con las canciones de Roberto Carlos -más específicamente con El Gato que ésta Triste y Azul y Amada Amante), tradujo Chiquitita junto a su esposa Mary. Era el tema ideal. Los derechos estaban donados a UNICEF y no había sido un suceso en el resto del mundo; apenas había llegado al puesto 30 en Estados Unidos. La versión en castellano de Chiquitita se convirtió en un boom. En poco tiempo fue uno de los singles más vendidos de la historia en el continente. Sólo en Argentina vendió 500.000 copias. Al año siguiente, en 1980, ABBA editaba Gracias por la Música, su LP con diez temas cantados en castellano. Dancing Queen ahora bautizada La Reina del Baile (nada que ver con Cacho Castaña) naturalmente integra el álbum que otra vez fue un best seller impactante. Casi un millón de copias vendidas. Se lanzaron varios singles pero no La Reina del Baile. La versión no es buena. Más allá de la pronunciación dura, soviética (las cantantes no sabían español, cantaban por fonética). En la mezcla, tal vez, para tapar las deficiencias de pronunciación, las dificultades de no tener la musicalidad de la conjunción de palabras Dancing Queen, las voces están ocultas, camufladas dentro de los instrumentos, como un integrante más de esa pared de sonido.
La letra dice (hay que hacer un esfuerzo para entender lo que dice, para desgrabar): “Al bailar, al girar,/ sabes reír y vibrar,/ uh, uh/ Miren bien, allí va/ Como una reina ya. Y el estribillo reemplazando el Dancing Queen con “un reina al fin”: “Y en la multitud/ brillas con plenitud/ reina al fin/ toda juventud/ reina al fin/ Tu inquietud …”.
Björn y Benny no participaron de las sesiones. Las bases musicales fueron las mismas de la versión original. Sólo escucharon el trabajo terminado y dieron su autorización.
Además de las ventas extraordinarias en Argentina y América Latina (el trabajo se reeditó en todos los formatos posteriores con bonus tracks) tuvo otras consecuencias. Algunas bastantes desagradables para alguna de las involucradas. Ana Martínez del Valle, una periodista española residente en Estocolmo y que trabajaba en una radio pública, ayudó a las dos cantantes con la fonética. Fue la que además de darles clase, estuvo en el estudio controlando que la dicción fuera lo mejor posible. Pero, como la idea venía de la Argentina, algunos grupos de militantes políticos suecos y exiliados latinoamericanos le reprocharon a ABBA que con sus grabaciones específicas para ese mercado favorecían de alguna manera a la dictadura argentina que en esos años ejercía el poder (se debe recordar que en Suecia, en virtud del caso de Dagmar Hagelin, comenzaron los grupos de boicot al Mundial 78 que luego se derramaron al resto del continente y que ese país acogió a muchísimos exiliados). Las protestas y las presiones hicieron que, según cuenta ella misma en Bright Light Dark Shadows. The Real Story of ABBA de Carl Magnus Palm, Martínez del Valle haya perdido su trabajo.
Desde su última aparición juntos en 1983, los integrantes de ABBA recibieron varias ofertas multimillonarias para volver a juntarse. Algunas fueron de varios cientos de millones de dólares. Ellos no aceptaron ninguna. Las relaciones se habían resentido y cada uno quería vivir su propia vida. Problemas económicos no tendrían jamás. Los millones por regalías llegaban puntuales. Se calcula que la fortuna de cada uno de ellos oscila, según el caso, entre los 100 y los 200 millones de dólares.
Sin embargo en el 2021, volvieron a grabar y realizar espectáculos virtuales. Sacaron Voyage y una de esas canciones nuevas que dieron a conocer estuvo entre las nominadas a los Grammy como uno de los temas del año. Pero ABBA nunca se había ido. Los compilados de grandes éxitos se continuaron vendiendo y su música se transformó en un exitosísimo musical de Broadway y dos películas muy taquilleras.
Ya nadie se ríe ni menosprecia a estos cuatro suecos. Sólo hay que rendirse ante sus temas y bailarlos y cantarlos sin parar.
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