Hoy se inaugura la exposición Urs Fischer: Lovers en el Museo Jumex. La muestra, que estará disponible hasta el 18 de septiembre, es una retrospectiva del artista plástico Urs Fischer (Zúrich, 1973), quien por primera vez presenta su obra en solitario en América Latina.
Fischer es considerado uno de los artistas contemporáneos más activos de su generación por su prolífica producción, resultado de su característica energía y su necesidad de crear. A los 16 años estudió fotografía en la Schule für Gestaltung, en Zúrich, Suiza, y después se trasladó a una pequeña escuela de arte en Ámsterdam. Desde 1990, el artista ha expuesto, y conmocionado, a nivel internacional por su caótico estilo —en 2006 en la Bienal del Museo Whitney de Nueva York causó revuelo por hacer dos enormes agujeros en la pared—.
El arte de Fischer, quien trabaja escultura, instalación, pintura, foto y NFT (Token No Fungible, por sus siglas en inglés) —obras de arte digitales protegidas—, tiene un aire de misterio, pues no es un artista que cuente con un sello obvio que delate a sus piezas. Incluso, especialistas en el mundo del arte consideran que es imposible clasificar su trabajo; el rastrear sus referencias ha sido una “tarea infructuosa”, según el director de la National Art Gallery de Londres, Nicholas Cullinan.
“A los cinco años me sentaba en el piso con mis juguetes y de alguna forma sigue siendo lo mismo en el estudio”, dijo el artista sobre su proceso creativo, en conferencia de prensa a propósito de su exposición en México.
Su escultura Things, que es parte de la muestra, es ejemplo del “juego” de Fischer: un rinoceronte plateado abarrotado de objetos aleatorios como un retrete, un ladrillo y una mesa de jardín. Noisette, obra que consiste en una lengua que sale de un agujero en la pared a partir de un sensor de movimiento, también resume el humor, lo absurdo y el acercamiento del artista a la infancia
En entrevista con EL UNIVERSAL, el irreverente artista, quien también implementa la tecnología en sus esculturas, afirma que no tiene interés en cómo es percibido por las personas en esta era de la cultura de la cancelación: “Yo sólo trato de hacer lo mejor con mis habilidades”.
Y, aunque en la esfera del arte se ha opinado que Fischer es un “rebelde sin causa”, en esta conversación, el creador deja ver cuál es su objetivo personal: seguir moviéndose a través de sus creaciones para dar respuesta a sus dudas existenciales.
En esta exhibición se recopila tu obra al menos de hace 25 años. ¿Qué piensas sobre la evolución de tu carrera?
No sé, uno cambia como ser humano con el tiempo. Mucho de esto está fuera de nuestro control. Es como todo en la vida, uno sólo encuentra soluciones a los conflictos que se presentan. No tengo pensado qué haré en los siguientes cinco años. Sólo me sigo moviendo o voy por el otro lado, si tengo una forma de hacer las cosas, sólo cambio. Tenía un gran estudio en Nueva York y lo deshice, no hay más. Así que ahora no tengo estudio, pero está bien, ya encontraré otro, no importa, ¿sabes? Para mí, lo divertido e interesante es seguir moviéndose. Siempre he pensado que la máxima meta de hacer arte es que un día ya no quieras hacer más arte.
¿Por qué?
No significa que ya no hagas más arte en sí, pero pienso que cuando se es niño uno observa lo que todo el mundo hace y quieres ser parte de ello. En algún punto te das cuenta que ser parte de algo ya no es más el objetivo. Lo que quiero decir es que uno empieza a hacer cosas por sus propias razones, no por el objetivo de querer formar parte de algo.
¿Y qué es lo que te llevó a estas conclusiones?
La edad —Fischer ríe—.
En alguna entrevista dijiste que habías dejado de creer en la palabra “artista”.
No es eso, sino que es algo que puedes hacer, entendiendo a la palabra “artista” como verbo. A nivel personal, pienso que las personas que han hecho esto durante toda su vida… ahí creo que tiene sentido llamarse artista. Si estuviera jugando también diría “soy un artista, miren esto”, pero no es lo mismo. En México tienen grandes artistas del siglo pasado que siguen irradiando y son las figuras que estaban menos preocupadas por una ocupación; estaban concentrados en su propio cosmos.
Entonces, ¿cómo te defines?
Aún no lo sé.
¿Cuál fue tu reacción ahora que te reencontraste con algunas de tus obras?
Fue positiva. Hay una analogía que dice que las obras de arte son como los hijos. Las haces, te aseguras que queden bien y luego toman su propio camino. Uno piensa que habría hecho las cosas diferentes, pero ahora las ves y aceptas que la obra es por sí misma. Nunca antes había visto tantas piezas mías en una sola habitación. A mí sí me comunicó algo, empecé a ver conexiones. A veces pienso que hago cosas nuevas, pero ahora veo que no, que ya había trabajado unas ideas.
Trabajas el concepto de humor. ¿Cuál es tu visión sobre el trato que se le da al humor hoy en día, en medio de la cultura de cancelación?
Todas las generaciones tienen la razón y todas las generaciones anteriores están mal y hay muchas cosas que hay que corregir. Entiendo cada desacuerdo que hay, pero ¿qué tiene que ver con el arte? Para mí, cuando hago mis obras, sólo estoy siendo quien soy. No trato de hacer piezas sobre algo que no es mi mundo. Cuando se trata de decir a las personas qué está bien y qué está mal, no tengo una opinión. Nunca he creído que el arte es un vehículo para la política. Podría serlo, pero cuando se hace arte sobre política se vuelve algo más ilustrativo. Es complicado y al final es una decisión personal. Prefiero vivir mi vida, tengo mis intereses.
¿Te preocupa cómo las personas perciban tu obra?
No. Mira, ve esto (señala la tapa de una botella de agua). Ahorita se trata de esto, de la tapa, dentro de 10 años tendrá otro significado porque el contexto seguirá cambiando. La generación de mis padres creía saberlo todo, de niño, yo no sabía nada. Ahora se supone que nosotros lo sabemos todo y ustedes son los que no saben nada… y así sigue. Tengo esta metáfora que ya he dicho algunas veces: Vas manejando un auto, este es el presente, y estás tratando de navegar, viendo hacia el frente, esquivando los peligros. En algún punto, cuando sigues avanzando ya no eres nuevo, te vuelves más como el auto que está a tu lado, ya no hay más peligro, a menos que choques. Pero esta imagen de lo nuevo crees que ya la entiendes. Lo que es genial del arte es que una vez que lo ves en el espejo retrovisor ya es una imagen más clara. Al rebasar, no tienes que hacer algo, ya no le temes a lo que rebasaste, sólo tienes que observarlo, tal y como es. El arte tiene tres poderes: de ser algo que a nadie le importa, a ser algo nuevo, para convertirse en algo a lo que ya estamos tan acostumbrados que ni lo notamos, para llegar finalmente a ser esta cosa que viene de un tiempo diferente. No es que uno piense en seguir ese proceso cuando está creando obras de arte, sino que es naturaleza. Sólo trato de hacer lo mejor con mis habilidades. Es lo mismo que cualquier otro humano, uno sólo trata de hacer lo mejor, muchas veces no es suficiente, pero no significa que tuviste malas intenciones.
El humor da un tono optimista a tus obras. ¿Cómo mantener esta actitud en tiempos difíciles?
Hay una pasividad en la forma de consumir las noticias. Claro, no queremos perdernos de lo que está pasando, pero tampoco hay que estar obsesionados con estar en ese presente. Es mejor dar unos pasos hacia atrás para ver la situación. Esta ansiedad no ayuda a nadie. Por mi parte, sólo trato de ver desde la distancia, aunque es muy difícil. Es interesante la vida, todo el tiempo está cambiando y estás tratando de descifrar qué es esta locura.
Con tus esculturas de vela, abordas el tema del paso del tiempo. ¿Cuál es tu relación con este concepto?
Si algunas de mis obras tienen relación con el tiempo es porque estoy frustrado con el arte que no hace nada. O sea las pinturas sólo están ahí en la pared… ¡Vamos, hagan algo! Así que trato de activarlas de alguna forma. Es interesante la vida, todo el tiempo está cambiando y estás tratando de descifrar qué es esta locura.
Tienes esta idea de que tus obras son lo que son y que no hay que rebuscar tanto, pero como público queremos encontrar una historia detrás, ¿cómo dirías que debemos acercarnos a tu obra?
Claro que hay una historia detrás de todo. El acercamiento debe ser como ustedes quieran. Personalmente, si ves la obra y coincides con la vibra del trabajo o no, está bien. Al final, la emoción es lo interesante. Si no te gusta una obra está bien, porque te da algo que no te gusta y eso también te forma como humano.
El Museo Jumex acoge Urs Fischer: Lovers, una restrospectiva del artista plástico que estará disponible hasta el 18 de septiembre.
SOBRE EL ARTISTA
- Nació en Zúrich, Suiza, en 1973
- Estudió fotografía a los 16 años
- En los 90 comienza a exponer su arte
- Radica en Nueva York
- No tiene un estilo fácil de clasificar o reconocer
- El caos, el desorden, el humor, el juego y el movimiento caracterizan su obra
- Se destaca por sus esculturas, pero también pinta, dibuja y fotografía
- En 2006 en la Bienal de Whitney causó conmoción por hacer dos grandes agujeros en la pared. Acto que ha repetido en otras instalaciones
- La recreación de la escultura El rapto de las Sabinas, de Giambologna, en una vela gigante que se derritió es una de sus obras más famosas
- Trabaja materiales inusuales: pan, polvo y cera
Una analogía dice que las obras de arte son como hijos. Las haces, te aseguras que queden bien y luego toman su propio camino… la obra es por sí misma”