En la innovación hay que apuntar alto. Los equipos deben sentir ese empoderamiento de que todo es posible, una conexión emocional que nos impulse a ser mejores, a lograr más.
Me pidieron el otro día que señalara cuál había sido el tema más desafiante al que me enfrenté al trabajar en innovación en las organizaciones. Dije, de manera casi inmediata, “mantener altas las expectativas”. Inicialmente, me sorprendió mi propia respuesta, por el contenido y por la réplica casi automática. Sin embargo, me hizo pensar en cuáles eran esos principales desafíos que había observado que enfrentaban las organizaciones y, como suele suceder, la respuesta intelectualmente honesta es: depende. De la industria, del tipo de innovación, de la organización, de los recursos disponibles, de la estrategia, de su talento humano, etc. Aun considerando estas distintas variables, yo me mantengo en mi respuesta inicial.
En la innovación hay que apuntar alto. No hay otra manera. Los equipos deben sentir energía positiva, se necesita ese flow, ese empoderamiento de que todo es posible, una conexión emocional que nos impulse a ser mejores, a lograr más. Ya es bastante difícil hacer las cosas de manera diferente, enfrentar el statu quo y a los que dicen siempre no, correr cuando todos se detienen. Y, adicional a eso, requiere, en mi opinión, de un nivel de responsabilidad muchas veces más alto que en la operación diaria en el uso de los recursos escasos de la organización.
“Apuntar más allá” también es una forma de desafiar la estrategia y las buenas prácticas del presente. Peter Thiel —emprendedor, inversionista, autor— dijo en su libro De cero a uno que “las mejores prácticas de hoy conducen a callejones sin salida; los mejores caminos son los nuevos y no transitados”. Hay varias cosas con las que no estoy necesariamente de acuerdo —particularmente su apoyo a Donald Trump—, pero sus palabras hablan de la naturaleza audaz e inagotable de la innovación para encontrar nuevos caminos y alternativas que desafían los modelos de negocio exitosos de hoy.
Definir y sostener altas expectativas también significa tener la capacidad de fomentar la autonomía, el espacio para cometer errores y el liderazgo individual. No solo para supuestos y conjeturas locas en torno a ideas fuera del común: estas características son clave incluso para la innovación asociada a los negocios principales que garantizan el presente, ya sea para promover la excelencia operativa o la competitividad. Finalmente, requiere construir vínculos de confianza y no sufrir de la famosa “validación de la validación” —un atributo muchas veces asociado a las organizaciones más jerárquicas—.
Entonces, sí, mantener las expectativas lo más altas posible es un desafío clave para la innovación (exitosa) en las organizaciones, especialmente para aquellas que enfrentan o deben liderar transformaciones profundas en su industria. Esto no significa no estar conectado a la estrategia, no estar sujeto a análisis profundos y disciplinados o a la realidad del día a día del negocio. Simplemente, significa ser ambicioso, enfrentar lo desconocido y empujar los límites con valentía: “the race to the top” (la carrera hacia la cima). Significa apuntar al “uno”, no al “cero”.