Hace unos días escuché un chisteque hacía referencia al ciclo económico, y lejos del tema lúdico del mismo, me hizo reflexionar sobre el asunto de las tlayudas y los tacos de pastor en el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), en el Estado de México y la sobrerreacción del presidente de la República. Nunca estaré en contra de una comida mexicana, pero vale la pena acotar las circunstancias para entrar al tema. En un aeropuerto, por la seguridad de todas y todos los presentes, existen protocolos de seguridad, por ello, es esencial que exista la formalidad.
La formalidad no es mala, tiene muchos beneficios, brinda al ciudadano un espacio que cumple con los protocolos de seguridad para su instalación; paga impuestos, cumpliendo con ello con la obligación constitucional de que todos los mexicanos contribuyamos a los gastos de la nación; tiene protocolos de higiene; hay seguridad en el empleo; existe garantía en los productos vendidos y en los servicios prestados; existe certidumbre jurídica, pues hay una “huella” de la actuación, así como del responsable; en suma, se cumplen con las leyes.
En un negocio informal, es mucho más difícil encontrar estas condiciones. Si bien es cierto, existen precios más económicos, y es mucho más accesible la compra de productos o prestación de servicios, no hay forma de hacer valer una garantía o quejarse, de manera que el Gobierno, en cualquiera de sus instancias, proteja al ciudadano o turista. Con este párrafo quiero decir que, fomentar la informalidad, es en cierto grado, fomentar la inseguridad. No es mi afán atacar a los muchos “puestos de comida” que he visitado en nuestro país o a los miles más, que nunca he visitado; a ningún prestador independiente, a ningún contratista, a ninguna persona en particular.
Sin embargo, es obligación de los gobernantes, fomentar la seguridad de cada una y cada uno de los millones de mexicanos que vivimos aquí, así como de los millones de visitantes anuales que llegan a nuestro país por medio de un aeropuerto tan importante, como lo es el AIFA, que pretende ser la puerta de acceso a la Ciudad de México.
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Lo justo sería que lejos de todo ello, se le brindaran precios accesibles a quienes desean emprender un negocio de cualquier característica en este aeropuerto, pero que dichos emprendedores cumplan con las leyes. Se trata de que cada uno de los ciudadanos tengamos un piso más parejo, que todos tengamos las mismas oportunidades, que, al intentar poner un negocio, sea un local de venta de café en cadena, o un local de comida típica mexicana, cada emprendedor tenga las mismas oportunidades de acceso, y que cada uno, cumpla con el pago de impuestos que las leyes mexicanas lo requieren. Se trata de que, como cliente, tengamos certidumbre jurídica, de que estaremos a salvo de una infección, si compramos un café y una dona, o si compramos unos deliciosos tacos de pastor. En suma, se trata de que, todos cumplamos las leyes.