Administradora de negocios internacionales de profesión, pero fotógrafa artística de corazón, así es Camila Andrea Aguiar Mahecha, la bogotana de 29 años que se ha dedicado a resaltar la belleza femenina de Ibagué a través del lente de su cámara.
La fotografía la eligió
Cuando Aguiar Mahecha estaba terminando su último año de la carrera de Administración de Negocios Internacionales en la Universidad de Ibagué viajó al municipio de Casabianca a realizar su monografía.
“Allá me tocaba hacer todo el tema de Gobierno en Línea, la alcaldesa me dejó encargada de hacer las fotos de las veredas. Y esa fue la primera experiencia que tuve con la cámara. Me llamó mucho la atención, me gustó mucho, pero no estaba en mis posibilidades”, relató.
Después de ese primer encuentro con la cámara, Aguiar Mahecha consiguió su título de profesional; sin embargo, la suerte no estuvo de su lado en la búsqueda de empleo por lo que decidió irse tres meses a Cartagena para intentar encontrar trabajo en un puerto.
A pesar de que su búsqueda no fue exitosa, conoció a unas fotógrafas francesas.
“Yo empecé a salir con ellas y me prestaban la cámara y hacíamos fotos de todos los lugares que visitábamos”, contó Aguiar.
Así que convencida de que la fotografía era lo suyo, la mujer regresó a Ibagué y les dijo a sus padres que quería estudiar fotografía, quienes le respondieron que, si eso era lo que quería, debía trabajar para conseguir el dinero para pagar sus clases.
“Trabajé un año en el restaurante de mi papá para pagarme mi carrera de fotografía y me fui para Bogotá a una escuela que se llama Escuela de Fotografía Zona Cinco. Allí duré nueve meses, estudié todo el tema de iluminación fotográfica, fotografía de moda, retoque online y después de que me gradué me devolví para Ibagué”, explicó.
La independencia
Al regresar de Bogotá, Camila llegó decidida a empezar a trabajar en sus propias fotos. Así que junto a un amigo que estaba formando un estudio inició a retratar a sus amigas.
“Hicimos unas fotos con una amiga, con un helado de Popsy y esas fotos las vieron y los de Popsy le escribieron para que ella fuera como parte de la publicidad que ellos iban a sacar porque les gustó mucho el rostro; a otra amiga, le hice unas fotos y ella las mandó para un comercial y quedó seleccionada”, indicó.
Entonces, viendo que realmente era buena en lo que hacía decidió solicitarle un préstamo a su mamá para comprar luces y de esa forma ir armando su estudio ambulante.
“Me trasladaba esas luces por todos lados, ya que no tomaba las fotos en mi casa porque no se daba el espacio, pero yo buscaba la forma para encontrar un lugar y hacer las fotos con las chicas. A veces colgaba las telas con cinta para hacer las fotos”, precisó la mujer.
Con su cámara, sus luces, la ayuda de sus amigos fotógrafos y el apoyo incondicional de su familia arrancó su propio estudio en el apartamento de una amiga. Actualmente, Camila vive de sus propias fotografías realizadas a modelos, artistas y restaurantes de la ciudad.
Lo suyo, el retrato a las mujeres
Cuando Aguiar iba a presentar su proyecto final de fotografía decidió capturar a través de su lente a dos de sus amigas.
“Estuve en Juntas cerca a la cascada de La Plata, por allá hice fotos de un desnudo con ellas. Yo no sabía que iba a salir tan artístico, pensé que se iba a ver vulgar. Se mostraron cosas muy bonitas y al profesor le gustó mucho porque no había nada de morbo en las fotos”, explicó.
Con esa experiencia de mostrar lo femenino desde lo artístico, Camila inició a retratar rostros, tarea que le funcionó para interactuar con las personas y ser más comunicativa.
“Utilizaba unas luces estáticas y muchas chicas me empezaron a decir que les habían pasado mi contacto para realizar unas fotos. Al principio yo hacía todas las fotos gratis, para ganar clientela”, expresó.
Al tomar las fotografías, las modelos quedaban impactadas por lo que veían en la cámara: “Me decían: esa soy yo, se quedaban asombradas, pero felices con el resultado. Es como subirles el ánimo porque dicen no me gusta mi nariz, no me gusta lo otro y yo que hago foto de retrato es algo que se va a ver. Ellas al ver las fotos finales terminaban felices, es algo muy bonito. Además, porque gano amigas y me gusta tener amigas”, precisó.
Este ejercicio de resaltar lo femenino, también le ha servido para sentirme más libre.
“Con la fotografía me siento libre, incluso puedo hablar con otras personas sin que me de pena. Yo sentía que algo me hacía falta, no podía expresarme bien con las personas y ahora acercarme a una chica y hacerla sentir bien es súper lindo. Para mí la fotografía fue una terapia para muchas cosas. Me ha enseñado a ser más abierta”, finalizó.
Lo que sigue
Aguiar desea continuar con su estudio fotográfico al tiempo que estudia para perfeccionar el retoque, técnica de edición que le apasiona. Además, tiene planes de estudiar en España para adquirir conocimientos y llegar a impartirlos a Ibagué.