Incluso para sus simpatizantes resulta imposible defender el comunicado de Andrés Manuel López Obrador sobre la resolución del Parlamento Europeo, que condena la actitud del gobierno mexicano respecto a la situación de los periodistas y los defensores de los derechos humanos. Como suele suceder con cualquier otra crítica, venga de donde venga, el Presidente respondió en lógica de blanco y negro, acusando de borregos y golpistas a los parlamentarios, haciendo abstracción de la muy heterogénea composición de esa institución. En ella participan representantes de todas las corrientes políticas de cada país europeo, desde la ultraderecha hasta la ultraizquierda, pasando por todas las tonalidades del espectro político. Asumir que todos ellos son cómplices de “la mafia en el poder” mexicana, en efecto supone una visión reduccionista y un desacato a la razón. La declaración fue aprobada por 607 de los 705 diputados, con 73 abstenciones. Curiosamente los únicos dos votos en contra fueron emitidos por dos parlamentarios de ultraderecha, vaya usted a saber sus motivos.
Pero si la respuesta del Presidente fue estridente y grosera (muy poco diplomática, reconoció Lorenzo Meyer, comentarista usualmente favorable a su causa), la de la oposición fue igualmente arrebatada y maniquea. Un “escupitajo” calificó un crítico entre muchos otros que expresaron su indignación por la rijosidad y la pobreza argumentativa del mandatario mexicano. Sin embargo, ninguna de las dos versiones que acapararon los titulares de los medios de comunicación este fin de semana parecería haberse tomado la molestia de examinar el contenido real de la resolución del Parlamento Europeo.
En un excelente artículo de Violeta Vázquez publicado este lunes (Regaños Coloniales, Sinembargo.mx) se examina con lupa el contenido de la resolución y, sobre todo, la larga sesión que condujo a ella. La autora encontró que existieron algunas intervenciones razonablemente ponderadas, perdidas entre otras muchas absurdas e incluso malintencionadas. Pero en conjunto, la mayor parte de ellas simplemente acusaban desinformación, y quizá no podría ser de otra manera tratándose de parlamentarios europeos que en este momento (y la verdad en cualquier otro) están inmersos en temas mucho más cercanos al interés de sus electores. Lefteris Nikolau-Alvanos, del partido comunista de Grecia, afirmó en tribuna que “López Obrador aplica duras medidas contra los trabajadores y reprime cada vez más a las movilizaciones populares”. Francisco José Millán Mon, del conservador Partido Popular español y uno de los principales promotores del documento, no escondió la intención de llevar agua a su molino: “no hay seguridad para las personas, tampoco hay seguridad jurídica para las empresas. Esta carencia la sufren, por ejemplo, las inversiones extranjeras en el sector eléctrico, entre ellas, empresas europeas”. Otros, en su desconocimiento, participaban asumiendo que los dos hechos denunciados reiteradamente estaban relacionados como causa y efecto: 1. El asesinato de periodistas y 2. La hostilidad del Presidente a una parte de la prensa corporativa y a determinados columnistas e intelectuales. Como si el gobierno de la 4T, a la manera de Putin, estuviera eliminando periodistas en México.
Miguel Urbán Crespo, fundador de Podemos de España, tuvo la lucidez de entender la naturaleza dual de esta iniciativa del Parlamento, algo que ni AMLO ni sus críticos pudieron percibir o reconocer: una crítica legítima y a la vez una expresión política interesada: “México es uno de los países más peligrosos para la prensa, una violencia que también golpea de manera especialmente preocupante a los defensores de derechos humanos y los defensores del medio ambiente. Todos estos son problemas reales que enfrenta la sociedad… El problema es que algunos grupos políticos de esta cámara están utilizando esta situación como un arma arrojadiza contra el gobierno mexicano con unos intereses que poco tienen que ver con la defensa de los periodistas y de los defensores de los derechos humanos y esto es intolerable”.
En lo personal no me pareció una injerencia, como acusó AMLO, el extrañamiento del Congreso europeo sobre el peligro de hacer periodismo en México. En tanto que formamos parte de una comunidad mundial, compartimos acuerdos comerciales y jurídicos o somos miembros de organismos internacionales y bilaterales, es comprensible la preocupación de que la violencia atente contra la capacidad de la prensa nacional para generar información transparente y confiable respecto a la realidad de nuestro país. Y eso para no meternos en justificaciones de carácter humanista, que serían atendibles por sí mismas. Lo que sí podría ser injerencista no es el extrañamiento sobre el asesinato de periodistas sino algunas de las otras intenciones que entraña la condena a México: el deseo de presionar al gobierno en favor de la agenda de la oposición o los intereses de algunas transnacionales.
La queja del Presidente tiene un ángulo legítimo, aunque resulte improcedente en la forma y parcialmente en el fondo. Acusar de borregos a todos los parlamentarios, no solo es grosero sino también inexacto. Primero, porque algunos de ellos participaron de manera sensata y, segundo, otros porque lejos de ser pastoreados o chamaqueados en realidad intervinieron de acuerdo con sus intereses. El grueso simplemente por desinformación y ganas de pasar a otra cosa.
El hecho es que la respuesta en México fue igualmente maniquea y apresurada. Tanto en la reacción del Presidente como en la condena de sus críticos lo menos importante era informarse a cabalidad y sí, en cambio, traer municiones para alimentar a las dos posturas que dividen al país y que llevan a convertir todo incidente en muestra del complot de los conservadores en contra del proyecto del cambio o, por el contrario, ejemplo de la irracionalidad y rusticidad de López Obrador. Ucrania, vacunas, violencia en los estadios, gasolina o el petate del muerto; de un tiempo acá todo en México sólo admite estas dos lecturas. Y al hacerlo así perdemos todos, porque la conversación pública termina empobrecida por la falta de matices e ignora la banda de grises por los que suele desplazarse la realidad. La resolución del Parlamento sobre la violencia contra los periodistas en México, el tema que verdaderamente importaba, en cambio, quedó en segundo plano, como tantas cosas vitales últimamente en nuestro país.
@jorgezepedap