O más bien se diría con el lodo a punto de cubrirlo. La filtración de las llamadas telefónicas del Fiscal, Gertz Manero, con el Fiscal de Control Competencial, Juan Ramos, destapan la cloaca en la que se ha transformado a la que fue la Procuraduría General de la República. Lo grave es que AMLO insistió en que “confía en Gertz y que son grupos que buscan tumbarlo y descarrilar a su gobierno”, lo que confirma que entre ellos hay complicidad.
Dos mujeres han sido el blanco de las venganzas del Fiscal: Alejandra Cuevas y su madre, de apellido Morán, quien fue la compañera de su hermano Federico, durante 45 años. A ella y a su hija, las acusó de haberlo asesinado. Su denuncia no tuvo eco hasta que llegó al poderoso cargo que ocupa y entonces logró encarcelar a la señora Cuevas, de 70 años. La madre tiene noventa y tantos.
De no ser por la batalla que han dado los hijos y nietos de estas mujeres, el caso habría pasado desapercibido. Sin embargo, la familia ha peleado con todo, para liberarlas de una persecución sin fin, fruto de las manías demenciales del personaje de Marras.
El tema al fin llegó a la Suprema Corte de Justicia y, ahora, las llamadas que salen a la luz confirman que, el Fiscal se hizo ilegítimamente del proyecto de sentencia del ministro Pérez Dayán y que, de acuerdo a lo que dice, ya tiene apalabrados a dos o tres ministros más, para que le den la razón.
Menciona, de paso, a Arturo Zaldívar, el peor presidente que ha tenido el máximo órgano judicial, individuo acomodaticio, oportunista y dispuesto a hacer a un lado el Estado de Derecho.
Gertz llegó al puesto con mala fama. Su trayectoria ha sido polémica y su fortuna personal siempre ha dado de qué pensar. Después, su plagio de textos para acceder al Sistema Nacional de Investigadores -en el que lo encumbró otra funcionaria en tela de juicio -Álvarez Buylla- y su falta de resultados en una Fiscalía que, hasta ahora, no ha tenido éxito en un solo expediente. El desastre de Emilio Lozoya habla por sí mismo y los dos únicos encarcelados, a base de trampas, Rosario Robles y el panista Lavalle, jamás debieron pisar la prisión.
La Fiscalía se ha dedicado a perseguir a los que considera sus enemigos, como es ahora el tema de Julio Scherer quien, de gran amigo pasó a depositario de su inquina. Para desgracia del tabasqueño de las Mañaneras, si se confirman las presuntas extorsiones que, desde el despacho más próximo al suyo se hacían, se acabará de derrumbar el halo del que alardea: la no corrupción.
Lo de Scherer surge del proceso en contra del abogado del Salinismo y la jerarquía priísta, Juan Collado, quien declara que a nombre del que AMLO considera su “hermano”, varios abogados lo extorsionaban a cambio de su libertad. Se supone que dio diez millones de pesos, los cuales fueron insuficientes para abrirle las rejas, por lo que se le siguió exigiendo que vendiera la financiera de su propiedad.
Complots y tejemanejes propios de gángsters, inauditos en funcionarios cercanos al Ejecutivo Federal, mientras se hace talco a una Suprema Corte de Justicia, que pierde toda su credibilidad.
Por el bien de un México, en el que la justicia se convierte en una entelequia, esperemos que se libere a la señora Cuevas. La tragedia es que AMLO ya cobija a un Fiscal que de inmediato tendría que haber renunciado, lo que nos hunde en la desesperanza. Con este tlatoani se aniquiló al Estado de Derecho.
@catalinanq