Soy Claudia Ivette, soy Esmeralda, soy Laura Berenice, soy Patria, soy Minerva, soy María, soy Marisela, soy Rubí, soy Matilde, soy todas aquellas mujeres que un día vieron truncada su vida debido al odio, a la violencia y al feminicidio que terminó con ellas. Todas las mujeres somos y llevamos una parte de ellas, por eso estamos obligadas a ser el grito y no el silencio, la exigencia de justicia y el repudio a la impunidad, el recuerdo y no el olvido.
Caminar sin miedo es algo en lo que la gran mayoría de los hombres no conciben como algo peligroso, es más, ni siquiera han reparado en la idea, las mujeres no podemos decir lo mismo. Caminar solas y de noche sigue siendo una mala idea. Hace algunos años, no más de 20, un subprocurador de Justicia de Chihuahua, que luego fue procurador del país, Arturo Chávez, dijo que a las mujeres las mataban por “prostitutas”, porque claro, ¿qué clase de mujer estaría caminando sola por la noche? Lo que se negaban a reconocer es que somos miles, millones de mujeres las que caminamos por la noche, porque tenemos que ir a trabajar, otras volver del trabajo, otras más porque quieren y porque se supone que somos libres de hacerlo.
Pero para llegar a este punto, en donde somos “libres” de salir a las calles para exigir nuestros derechos, han pasado décadas; hemos tenido que conquistar cada uno de los derechos que hoy tenemos; poder salir a trabajar porque podemos y queremos; estudiar la profesión que queramos; votar y decidir por quien queramos. Pero no sólo hemos tenido que conquistar lo que parece inherente a cada ser humano, seguimos luchando, seguimos saliendo a las calles exigiendo un alto a la violencia, a la verbal, a la física, a la psicológica, a la económica, a la sexual, y seguiremos haciéndolo mientras persista.
Los estereotipos, los estigmas, los roles de género que por años y años nos han adjudicado a las mujeres, siguen siendo una cruz con la cual cargamos, porque no todas queremos ser madres, no todas queremos casarnos, y eso no nos hace culpables o malas mujeres, sólo diferentes.
De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), desde 2015 los asesinatos de mujeres se han duplicado desde ese año. Mientras que entre enero y septiembre de 2015, en México se registraron 298 feminicidios, para el mismo periodo en 2021 se registran 736. Para ONU Mujeres, Latinoamérica es considerada la región más peligrosa del mundo para las mujeres.
La lucha de las mujeres, la lucha de nuestras madres y abuelas por los derechos que apenas se nos reconocen, obligó a cambiar no sólo las leyes, sino la concepción de lo que significa ser mujeres, porque no somos todas iguales ni todas queremos lo mismo. Hoy es una batalla ganada el reconocimiento de las violencias cometidas en contra de nosotras, sin embargo, el reto aún es grande, porque mientras haya quien crea que nosotras tenemos la culpa cada vez que nos agredan, que nos violenten o que nos maten, quedará mucho por hacer.
Mientras la impunidad sea la regla y no la excepción, la indignación, el dolor y la protesta, seguiremos gritando: ¡Nos queremos vivas! ¡Que caiga con fuerza el feminicida!