El pasado sábado, apenas 48 horas después de la invasión rusa de Ucrania, la agente de Mariya Lasitskene telefoneó a la federación española de atletismo. “Lo siento”, dijo. “Pero mi atleta no participará el miércoles en el mitin de atletismo que organizáis en Madrid. No se siente con fuerzas ni con moral para competir”. Y como la campeona olímpica de salto de altura, una de las grandes estrellas esperadas en el evento, también causó baja en la competición de la pista de Gallur que pone punto final al World Indoor Tour de atletismo su compatriota Polina Miller, la revelación del año en los 400m.
Su elección voluntaria, dictada por el temor a un rechazo de los demás deportistas o de la afición o mediáticos, que les podían recordar que la gran saltadora ucrania Yuliya Levchenko querría estar en Madrid pero no puede participar porque está aislada en la Kiev bombardeada, se adelantó 72 horas a la decisión de la federación internacional de atletismo (World Athletics, WA) de excluir a todos los atletas rusos y bielorrusos de sus próximas competiciones oficiales a causa de la invasión de Ucrania iniciada la madrugada del 24 de febrero, jueves.
El viernes 25, en la etapa del Tour de la UAE, carrera del circuito WorldTour del ciclismo, se produjo una escapada de seis corredores. Tres, la mitad, pertenecían al mismo equipo, el Gazprom ruso, un conjunto de segunda división habitualmente transparente en carreras mayores. Coincidiendo con la ofensiva rusa en Ucrania, los tres llevaron la escapada hasta el éxito, hecho sorprendente en un recorrido muy plano. Y uno de ellos, ganó la etapa. Fue el segundo triunfo del Gazprom en la temporada. También el último del equipo que lleva en el maillot el nombre de una de las mayores compañías rusas, propiedad del oligarca Alexei Miller, amigo íntimo de Putin y financiero de su ejército, considerada un estado dentro del estado tanta es la grandeza de sus explotaciones de gas y petróleo.
La Unión Ciclista Internacional (UCI) decidió el martes suspender a todos los equipos rusos y bielorrusos internacionales masculinos y femeninos, de carretera y de pista, así como todas las competiciones internacionales, mayormente de pista, previstas en ambos países aliados en la invasión de Ucrania. Los ciclistas rusos en equipos de otros países —son dos en el WorldTour, Sivakov, del Ineos, y Vlasov, del Bora— sí que podrán competir siempre que los admitan los países en los que se desarrollan las carreras y les concedan el visado. En una reunión de su consejo directivo en la que no participó el oligarca ruso Igor Makarov, el poder a la sombra del presidente David Lappartient, la UCI decidió también no suspender las federaciones nacionales de ambos países. La UCI explica que solo suspende a los equipos y no a los corredores rusos en equipos extranjeros porque sería complicado ya que estos tienen derechos contractuales con sus equipos que estos deberían respetar, por lo que serían los perjudicados últimos. Además, la UCI se compromete a acelerar los procesos de cambio de federación nacional para aquellos rusos y bielorrusos que dispongan de varias nacionalidades (Sivakov, por ejemplo, nació en Italia, vive en Francia y eligió competir por Rusia porque sus padres son rusos) y a abrir nuevos periodos de contratación para que afectados por el cierre de sus equipos puedan correr en otros. Y prohíbe los sponsors rusos, que dan mala imagen.
Son las del atletismo y el ciclismo, y también el bádminton, el balonmano, el remo, el voleibol, la natación, las últimas fuerzas del deporte que se suman al movimiento que quiere aislar a Rusia, y a todos sus altavoces, del resto del planeta, y a sus deportistas, patrocinados por sus oligarcas y utilizados por Vladímir Putin habitualmente como arma propagandística, el llamado soft power, para afirmar ante el mundo la grandeza rusa.
Horas antes, la Federación Internacional de Baloncesto (FIBA) tomaba una decisión similar a la que habían acordado la FIFA y la UEFA para las selecciones nacionales y los equipos de fútbol rusos. Adidas, por su parte, ha anulado el acuerdo que tenía para vestir a la selección rusa de fútbol. Y poco a poco, todas las organizaciones deportivas internacionales se suman al llamamiento efectuado por el Comité Olímpico Internacional (COI) para aislar al deporte ruso en un boicot planetario de la misma amplitud que el diplomático y mucho más intenso aún que el que se organizó desorganizadamente entre 1960 y 1992 contra Sudáfrica por la política de apartheid que se exhibía crudamente en su deporte oficial y en sus selecciones nacionales, exclusivas para deportistas blancos.
Antes de anunciar sus medidas, todas las federaciones se reunieron con el presidente del COI, Thomas Bach, para armonizar sus decisiones.
En el boicot a Sudáfrica la ONU llevaba un registro de todos aquellos países y deportistas que se saltaban el dictado y competían en el país prohibido. En el caso de la ofensiva del movimiento deportivo mundial contra el Kremlin y su guerra, la ONU actúa como garante de la tregua olímpica (el periodo de paz al que se comprometen todos los países durante la celebración de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, aún en vigor, pues los segundos comienzan justamente el viernes), cuya ruptura ha sido el detonante de una respuesta unánime. Si el boicot no hizo caer el régimen sudafricano, al menos lo desestabilizó, y lo mismo se busca contra Putin.
“Cualquiera que me conozca sabe que nunca he estado de acuerdo con la política de imponer sanciones contra deportistas individuales para castigar a sus gobiernos, mientras otros sectores siguen con sus negocios”, dijo Sebastian Coe, presidente de WA, una organización en la que una de las vicepresidencias está ocupada por el exatleta ucranio Serguéi Bubka. “Pero en este caso es diferente. Todos los sectores, gobiernos, empresas y organizaciones internacionales han impuesto sanciones. El deporte tiene que unirse a los esfuerzos para acabar con la guerra y recuperar la paz. No podemos ni debemos mirar hacia otro lado”.
“Ningún entrenador, directivo o deportista de estos países podrá participar este fin de semana en la Copa del Mundo de marcha ni en el Mundial en pista cubierta de Belgrado, del 18 al 20 de marzo ni, en julio, en el Mundial al aire libre de Eugene, Oregón”, señaló la WA, que recuerda que la federación de Rusia lleva suspendida desde 2015 por sus tramas de dopaje. Desde entonces los deportistas rusos participaban sin bandera ni himno, bajo las siglas ANA (Atletas Neutrales Autorizados), 55 atletas este año, que han visto revocada su autorización.
La federación de bádminton ha suspendido también a los deportistas rusos y bielorrusos, pero dejará participar esta semana a varios de ellos, sin bandera ni himno, en una competición de parabádminton en España porque ya están en sus destino. También están suspendidos los esquiadores, remeros y jugadores de voleibol de todas las competiciones internacionales. La federación de voleibol, además, ha retirado a Rusia la organización del próximo Mundial. Y la FINA, la federación de natación, ha suspendido el Mundial júnior que se iba a disputar en Kazan y solo permitirá participar como deportistas neutrales a los nadadores rusos y bielorrusos, y, por si fuera poco, ha despojado a Putin del condecoración máxima de la federación que le impuso en 2014 por sus servicios a la natación.
La tibieza del tenis
El lunes, la página oficial de la ATP, se abría espectacularmente celebrando al nuevo número uno: una gran foto de Daniil Medvedev y, a su lado, una gran bandera. El martes, la bandera había desaparecido, pero seguía el retrato del ruso, residente en Mónaco y abogado de la paz en sus redes sociales. Y poco más.
A diferencia de otras grandes organizaciones deportivas, solo un hueco para un comunicado light en el que condenan la violencia de Rusia, se solidarizan con Ucrania, y, añaden, se lo han pensado mucho y han hablado mucho antes de tomar una decisión. Y su versión femenina, la WTA, que cuenta con dos tenistas bielorrusas y una rusa entre las 20 primeras de su ránking, no va mucho más allá.
Ambos organismos suspenden el torneo de octubre en Moscú, pero permiten a los jugadores y jugadoras seguir participando en el resto de las citas, comenzando con el de Indian Wells, tan próximo, y en los Grand Slams. “Eso sí, sin lucir el nombre de Rusia o Bielorrusia o su bandera”, precisan. Al menos, la web de la WTA ha eliminado la bandera al lado de Sabalenka, Azarenka y Pavlyuchenkova, las afectadas por la medida.
Su tibieza contrasta con la firmeza de la mayoría de las federaciones y organizaciones, incluida la federación internacional de tenis (ITF), que ha suspendido a las federaciones de Bielorrusia y Rusia, lo que supone que sus tenistas no pueden participar en sus competiciones por equipos —tras haber ganado el año pasado la Copa Davis y la Billie Jean King Cup—, y ha cancelado los torneos que organiza en sus territorios. La ucrania Elina Svitolina amenazó con no jugar contra Anastasia Potapova en Monterrey (México), pero al desaparecer las referencias a Rusia finalmente sí lo hará.
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