En los meses recientes el mundo observó la gestación de la invasión de Rusia a Ucrania, que los oficios de Estados Unidos y sus aliados en Europa, pretendieron detener por medio de la diplomacia y advertencias, con pretensión de disuasión, que fueron evadidas en repetidas ocasiones por el presidente de Rusia Vladimir Putin, quien preparó su incursión armada mientras hacia que los occidentales escucharan el discurso que querían oír, pero que ocultaba la intención de ganar tiempo y prepararse para la guerra.
El presidente de Rusia no improvisó, siguió la misma estrategia de Adolfo Hitler que ganó tiempo, se preparó para la guerra y para ello simuló conciliaciones diplomáticas y firmó un tratado con el Reino Unido para terminar sus preparativos de expansión territorial, que terminarían con el saldo de millones de muertes en Europa, el diseño de un nuevo mapa político en ese continente y el deseo de dominio de los vencedores de Hitler, que derivó en la Guerra Fría que caracterizó casi medio siglo XX.
Ahora observamos que el presidente Vladimir Putin preparó la invasión, al movilizar a más de cien mil efectivos de su ejército, con el correspondiente armamento, hacia su frontera con Ucrania y tomó posiciones en el mar movilizando a parte de su flota marítima. En paralelo, preparó los argumentos para justificar su intervención en los asuntos internos de Ucrania, al reconocer la independencia de las autoproclamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, que desde 2014 manifestaron su deseo de integrarse a Rusia, mediante un referéndum organizado por ese país, mismo que fue desconocido por Kiev.
Kiev, capital de Ucrania y la segunda ciudad del país, Jarkov, sufrieron el corte de energía eléctrica y fueron bombardeadas por el ejercito ruso luego de que la Duma, Cámara Alta del Parlamento de Rusia otorgó al presidente Vladimir Putin autoridad para utilizar fuerzas armadas en el extranjero.
Para el presidente Putin la invasión se trata de una operación especial para “proteger” la región de Donbas. Sostiene que la medida es en respuesta a las amenazas procedentes de Ucrania. Al justificar su acción ante los empresarios de su país comentó: “Los riesgos en la esfera de la seguridad son tales que era imposible responder con otros medios. Es una medida que nos hemos visto obligados a tomar, porque ellos (en Occidente) podían crear tales riesgos para nosotros que no está claro cómo nuestro país podría seguir existiendo”.
Explicó que Estados Unidos y la OTAN, rechazaron conceder a Rusia “garantías de seguridad vinculantes en las que se comprometerían a no ampliar la Alianza Atlántica más al este; es decir, a no incluir a Ucrania y a no emplazar armamento ofensivo cerca de las fronteras rusas.”
La entrada de Rusia al territorio de Ucrania pone en evidencia el fracaso de la diplomacia en el conflicto, entre los países involucrados de la Unión Europea y Estados Unidos, lo mismo que la inoperancia del Consejo de Seguridad de la ONU. Los acontecimientos que hoy conmueven al mundo, apuntan hacia la vigencia de la práctica histórica, que muchos pensaban superada, de expandir las fronteras de un país poderoso, cuando real o de manera ficticia, se dice amenazada en su seguridad nacional.
Por meses el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, y sus aliados en Europa estuvieron advirtiendo al presidente Putin que llevarían a cabo sanciones económicas severas hacia Rusia, en caso de que invadiera Ucrania. Entre las sanciones habría algunas de carácter financiero, como el congelamiento de cuentas a los grandes empresarios y baqueros rusos, así como la cancelación de la certificación del gasoducto Nord Stream2, entre otros.
Ante el hecho consumado de la invasión Rusa a Ucrania, el presidente Joe Biden comentó que estará monitoreando el conflicto, se reunirá con su equipo de seguridad nacional, se reunirá con sus homólogos del G7 y dará un mensaje al pueblo de los Estados Unidos, para anunciar las consecuencias adicionales que su gobierno y sus aliados impondrán a Rusia “por este acto innecesario de agresión contra Ucrania y la paz y la seguridad mundiales”
Lo que sucede en Ucrania, aunque a los mexicanos nos parece lejano, es un acontecimiento que refrenda en nuestra memoria histórica las invasiones que nuestro país ha sufrido de los Estados Unidos que, utilizando el argumento de la seguridad nacional, en el pasado ocupó parte del territorio nacional.
En horas recientes el expresidente Donald Trump sugirió, una vez más, enviar tropas del ejercito de los Estados Unidos a la frontera con México, porque a su consideración, la frontera se “seguirá deteriorando”.
El presidente López Obrador comentó en su conferencia de prensa mañanera: “No queremos conflictos, somos partidarios de la paz y del dialogo, de los acuerdos, sobre todo que actúen de manera responsable las potencias, las naciones hegemónicas y se abandone para siempre la costumbre del intervencionismo ”.
Aunque geográficamente está lejana la guerra que inicia en Europa, las consecuencias se sintieron de inmediato en el mundo financiero internacional, lo mismo que en la elevación de los precios del petróleo, lo que augura una temporada difícil para las finanzas de México, que importa la mayoría de la gasolina que se consume en el país, lo que de manera inevitable repercutirá en los precios de todo tipo de mercancías, que se mueven por carretera, y desde luego en la economía de las familias. Lo sentirán primero los pobres.