Una de las pasiones de Hernán Rivera Letelier es el fútbol, deporte que practicaba desde niño en las arenosas canchas de la pampa. “Yo fui el inventor de la rabona -asegura el escritor al teléfono con Culto-. A los 5 años la hacía con pelota de trapo, a patada pelada y en cancha de tierra”. Y no se anda con chicas, puesto que lo suyo era jugar buscando la gloria en el arco contrario. “Jugaba de centrodelantero, a los 15 años entré por primera vez a un equipo. Como Carlitos Caszely hacía goles, me puse de 9. Hice tres goles”.
Claro que, aclara, no alcanzó a desplegar sus habilidades en una cancha por tanto rato. “Jugué muy poco tiempo, después me fui a andar por el mundo con una mochila al hombro y no jugué más -cuenta-. Chile se perdió al mejor centrodelantero que hubiera visto en el país, pero ganó un buen escritor, ¿no?”.
Hincha de Colo Colo, esta semana Rivera Letelier tuvo una participación en el Primer Festival Cine y fútbol, de Tocopilla, que se desarrolló entre el 15 y el 19 de febrero. En la ocasión, participó en una charla sobre su novela El fantasista (2006), en la cual se basó la película El último juego. Reconoce que para esa novela leyó varios libros sobre el balompié. “Eduardo Galeano es muy bueno porque trae muchos datos -asegura-, aunque leí más a los argentinos, como el Negro Fontanarrosa”.
¿Sigue los partidos de la selección?, ¿cree que vamos al mundial?
Por supuesto, los veo con un asadito. Como hincha creo que clasificamos, como escritor, tengo dudas.
El autor de Los trenes se van al Purgatorio reside en Antofagasta, ciudad que recientemente se ha visto sacudida por un paro de camioneros, y en los últimos años por la llegada de un fuerte flujo migratorio a la macrozona norte, que más de un problema ha generado. Por supuesto, esos temas no le son indiferentes a Rivera Letelier.
Si bien, reconoce que para los días del paro no se encontraba en Antofagasta, sí está consciente de las dificultades que tuvo para la población. “De que estuvo mal la cosa, estuvo mal. Una amiga venía en un bus desde Santiago y tuvo que quedarse en la carretera como dos días”, cuenta.
¿Qué piensa de lo que pasa en el norte con la inmigración?
Yo pienso que con los tipos que entran al país, habría que hacer un colador, que no entren todos. Entra mucha gente buena, que viene a trabajar, pero hay tipos que son malos pero malos. A esos hay que descartarlos.
A través de los años, ¿cómo ha visto usted el tema?
Hace años atrás, en Antofagasta no había ningún negro. El único negro que conocía yo cuando era joven era el Jáuregui, que jugaba de número 3 en Antofagasta Portuario, en los 60. Ahora está lleno de gente negra que son muy simpáticos, son habladores, son francos, son alegres, buenos para el baile, sobre todo las negras po.
Desde que usted era chico hasta acá, ¿cuánto ha cambiado el norte grande en estos años?
El Norte grande no ha cambiado nada en los paisajes. Lo único es que el desierto está avanzando a pasos agigantados hacia el sur. Yo creo que en unos años más va a llegar a Santiago. Lo que ha cambiado es la minería, nosotros en los 60 y los 70 en la mina de salitre teníamos que comer sentados en la tierra, en las piedras. Ahora los mineros tienen casino, tienen piscina temperada.
¿Considera que de alguna forma sus novelas han contribuido a generar un imaginario sobre el norte y la pampa?
Yo creo que sí po, porque sobre la pampa no se había escrito nada de los 60 para adelante. Desde 1903 a los 60 se escribió mucho: poesía, cuentos, novelas, teatro. De ahí se olvidaron de la pampa. Yo con mis libros rescaté su historia, la desenterré y se la estoy mostrando a los jóvenes de acá y del mundo, porque he tenido la suerte de que mis libros se han traducido a 23 idiomas. De alguna forma, soy el cronista de la pampa. Espero que cuando esto desparezca y los gringos dejen los puros hoyos y se vayan, queden mis libros como testimonio.
Para Rivera Letelier, la pandemia significó tener tiempo para escribir, y vaya que lo aprovechó. “Estuve encerrado 1 año y medio, no me dejaban ni sacar la basura en la casa (ríe). Me la pasé sentado escribiendo”.
De hecho, revela que en ese período “escribí tres novelas en un año y medio”. Aunque aún no se han publicado, porque fiel a su costumbre “hay que pulirlas”. De esas tres, el escritor espera publicar por lo menos una durante el 2022.
¿Qué expectativas tiene con este nuevo gobierno en el ámbito de la cultura?
Yo creo que va a ser un poco más que lo que hizo Piñera. Se van a preocupar más de la cultura. Siempre ha sido la última pieza en la cola de las prioridades, espero que ahora cambie y tengo esperanza de que va a cambiar.
¿Cómo se encuentra de salud?
Estoy más o menos no más. Los dos infartos [de 2019] y el Parkinson me dejaron a medio morir saltando, pero soy duro de matar.