Martin McDonagh es un dramaturgo terrible; sí terrible porque sus maravillosas historias son brutales, descarnadas, frontales… y nos obligan (como público) a repensar nuestros valores y creencias, frente a un mundo que, sin dudarlo, se está cayendo a pedazos.
Tres de sus obras (si mal no recuerdo) se han presentado en nuestro país: La reina de Leenane (protagonizada por Blanca Guerra); El teniente y lo que el gato se llevó (con Juan Manuel Bernal y Bruno Bichir); y Pillowman, de la cual ya hemos tenido tres versiones (la más reciente aún en cartelera).
Además del teatro, McDonagh ha incursionado con gran fortuna en el cine, y qué mejor ejemplo que la multipremiada cinta Tres anuncios por un crimen, entre otras, que son muestra contundente de su talento como autor y director.
Volvamos a Pillowman.
Con esta obra se inauguró el hoy “congelado” teatro que está en las calles de Moliere, en Polanco, y que ha tenido varios nombres. Aquel montaje fue estrenado por el entonces muy de moda Kuno Becker, luego reemplazado por Alfonso Herrera; y fue quizá la fama de estos jóvenes un factor que jugó en contra, pues el montaje (que era muy bueno) no fue muy valorado.
Hace algunos años, Pillowman volvió a la cartelera de manos de Miguel Septién, quien con paso firme se va ganado un sitio destacado como director de escena.
Hoy, ese montaje vuelve a escena, pero con un pequeño (enorme) cambio, que da a la puesta en escena un toque muy especial.
Originalmente, el protagonista de la obra (Katurian) es un personaje masculino. Aquí lo han hecho femenino, y lo interpreta S-O-B-E-R-B-I-A-M-E-N-T-E Regina Blandón.
No sé si la idea es del director o fue Regina quien lo propuso (en realidad no importa), el resultado final es maravilloso.
Por lo que pude investigar, ésta es la primera versión “femenina” de Pillowman, pero estoy seguro que el ajuste le encantará al autor, por naturaleza transgresor y rebelde por lo que se ve en sus trabajos.
No contaré nada de la trama porque esta es una historia que hay que ir descubriendo paso a paso, y que además está llena de vueltas de tuerca; lo que sí diré es que con este giro la anécdota se vuelve más tierna, más entrañable y paradójicamente más brutal.
Regina hace un trabajo brillante. Nadie desconoce que ella saltó a la fama con su personaje de Bibi en el programa cómico La familia P. Luche, donde ya mostraba su talento natural, al que sumó la preparación y el estudio, y desde hace una década (aproximadamente) una experiencia permanente y ascendente en teatro y cine. Bravo, bravo, bravo Regina.
Y esta ovación va también para Alfonso Borbolla, ¡qué gran trabajo!
Estupendos también Monserrat Marañón y Pablo Perroni.
Pillowman es una de esas puestas en escena que duele ver, pues es una ventana a un mundo cada vez más terrible, pero que al mismo tiempo es indispensable atestiguar en vivo, pues el teatro, como lo ha hecho desde siempre, ayuda a sanar. Y hoy más que nunca lo necesitamos.