En vísperas del 19 de febrero, Día del Ejército, el Presidente de la República afirmó que no hay en México intentos de golpe de Estado. Y tiene razón. Actualmente no se vislumbran aprestos de un cuartelazo.
Pero los golpes de Estado no se circunscriben al cuartelazo clásico en que los militares deciden derrocar al Presidente y tomar el poder de modo directo.
Ahora se estilan más los llamados golpes blandos. Como los ejecutados por vía parlamentaria contra Fernando Lugo en Paraguay, o judicial contra Dilma Rousseff en Brasil. O como los recientes y fallidos golpes blandos contra Nicolás Maduro en Venezuela, Miguel Díaz-Canel en Cuba o Daniel Ortega en Nicaragua.
O como el que ahora mismo se está fraguando en México contra López Obrador y en el que participan destacadamente personajes tan siniestros como Claudio X. González, Enrique Krauze, Héctor Aguilar Camín, Carlos Loret de Mola y Roberto Madrazo.
Un golpe blando exitoso debe pasar por varias y sucesivas etapas. Primeramente una campaña mediática de infundios, exageraciones y tergiversaciones para ir desacreditando poco a poco al gobierno, con un objetivo final que es la creación de un clima de opinión adverso al gobernante en el cual podrá asentarse la segunda etapa que es, como se vió en Venezuela y más recientemente en Ucrania, calentar la calle: protestas y disturbios callejeros, bloqueos de calles y de caminos, asesinatos selectivos (periodistas, ambientalistas y líderes comunitarios), huelgas locas y otras provocaciones.
Si resulta exitosa esta segunda etapa podrá pasarse a la tercera y definitiva: organizar con abundante dinero y sabia asesoría extranjera una pequeña pero ruidosa insurrección ciudadana que logre tomar algunas sedes gubernamentales para proclamar un nuevo gobierno, como el muy ruidoso asalto del Capitolio estadounidense por las huestes de Donald Trump.
En México, hasta ahora, el golpe blando en curso no ha conseguido éxitos ni en la primera etapa: la campaña mediática, ni en los inicios de la segunda: los asesinatos selectivos de periodistas, ambientalistas y líderes comunitarios.
Así, y como puede colegirse fácilmente, el golpe blando en curso no tiene perspectivas de éxito. Pero lo que hasta hoy no ha sido puede serlo mañana. De modo que mucho ojo con los golpistas.
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