BRASILIA. El mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, emprendió ayer el viaje a Moscú con una agenda comercial, pero también política, en medio del conflicto por Ucrania, el enojo de Estados Unidos y países occidentales.
“EU presionó a Brasilia para que cancelara”, señala Felipe Loureiro, profesor de relaciones internacionales de la Universidad de Sao Paulo. Varios ministros también se manifestaron en contra.
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“El momento es muy malo”, señala Guilherme Casaroes, analista político de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
Debilitado, Bolsonaro “no tiene prácticamente nada que mostrar después de tres años en el cargo; ir a Rusia ahora es para él un signo de grandeza” aunque “ha suscitado el rechazo de Estados Unidos, China, Europa”.
Casaroes considera “sin precedentes” el aislamiento diplomático de Brasil.
Loureiro afirma que para Bolsonaro “el objetivo principal de esta visita no es económico sino que se relaciona con su intención de causar una disrupción en la elección en Brasil”.
Según una fuente diplomática, las discusiones se centrarán en las inversiones rusas en hidrocarburos e infraestructura y comercio bilateral, aún modesto.
Bolsonaro, quien tras la visita a Rusia hará luego una escala en Hungría, tiene previsto llegar este martes a la capital rusa, aunque es el miércoles cuando, tras visitar la Tumba del Soldado Desconocido, será recibido por Putin en el Kremlin.
Este punto es fuente de otra polémica debido a que el Kremlin exigió que el mandatario y su comitiva se sometan a estrictos exámenes de Covid-19.
De acurdo con la BBC Brasil, Bolsonaro tendrá que hacerse hasta cinco pruebas PCR antes de acercarse a Putin, la última tres horas antes de su encuentro.
En su reciente visita a Moscú, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, rechazó estas exigencias porque, según la BBC, temía que Rusia obtuviera su ADN, y por ello Putin dispuso una larga mesa para separarlos.