“Hablar lo que pienso siempre me ha traído muchos problemas, pero se los voy a decir: si me devuelven a Cuba, me están mandando para una prisión, o a hacer parte de una larga lista de desaparecidos”, este es el angustioso llamado que hace la periodista Yailen Insua Alarcón desde los fríos pasillos del aeropuerto internacional El Dorado en Bogotá. Lleva días durmiendo en el piso, en compañía de su esposo, Boris Luis Llamo Salgado, un hombre diabético que requiere de atención médica.
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Mi postura política es que el Gobierno cubano debe irse. El pueblo ya no está con él. Basta ya de dictaduras, necesitamos libertad.
Ella nació en La Habana (Cuba) y dice con orgullo que se destacó por ser una buena estudiante, que fue una de las mejores en su graduación y que es profesional de la universidad de La Habana. “Eso sí, siempre tuve claro que en mi país había una dictadura”. Y teniendo esa idea en su cabeza y ese empoderamiento en su carácter la forma en que se expresaba le comenzó a traer problemas, sobre todo con sus jefes y los simpatizantes del Gobierno.
Es madre de un niño de 13 años. Cuando habla de él su voz se quiebra. “Es mi vida. Imagínese por lo que tiene que pasar una madre en Cuba. Dejar a su único hijo no es fácil, no lo hubiera hecho si no supiera que mi vida corre peligro. Mi mamá, una maestra de escuela, está con él”. Habló con ella y le advirtió que los tentáculos del Gobierno pueden estirarse hasta donde ella está. “Me dijo: sé fuerte, tú eres mi hija por encima de todo”.
De su desempeño profesional contó que fue diputada de la Asamblea Nacional en Cuba desde el 2008 hasta el 2013, que trabajó en la Comisión de la Atención a la Niñez, la Juventud y la Mujer y que ahí comenzaron a acentuarse sus problemas. “Comencé a demostrar que no estaba de acuerdo con muchas posturas del régimen. Eso me costó ser expulsada varias veces de los sitios donde se hacían las reuniones del Parlamento. Cinco años después, cuando finalicé mi trabajo, allá no me volvieron a reelegir, dijeron que yo ya tenía más edad y que no podía representar a los estudiantes”.
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Para el año 2009 comenzó a trabajar en el sistema informativo de la televisión cubana como periodista y jefe de redacción de la revista Buenos Días. “Este es el noticiero más importante de Cuba, dura como tres horas. Seis meses después me nombraron directora gracias a mi trabajo y pues vi la posibilidad de tener algo de libertad de prensa, un tema tan prohibido en Cuba”.
Otra vez problemas. “Fui citada muchas veces a las estaciones de Policía. Una foto que saqué de Celia Cruz es lo que más ha trascendido, eso pasó en el Día de la Cultura Cubana, yo considero que ella es un ícono, pero para el Gobierno ella es una desertora”.
Recuerda que al día siguiente la seguridad del Estado fue a buscarla y la llevaron a una de las unidades dictatoriales más temidas de ese país. “Allá desaparecen a las personas. Estuve detenida unos días hasta que la determinación fue una sanción de seis meses por haber exhibido esas imágenes. Gracias a que un grupo de periodistas influyentes se pronunció me soltaron”.
Pero el regreso a su trabajo se convirtió en una pesadilla. Todo el tiempo, dice, era perseguida por la seguridad del Estado. “Husmeaban qué escribía, si iba a publicar un artículo me lo leían, me censuraban todas las noticias, no aceptaban críticas”.
Hubo un detonante más, una pelea con un jefe militar. Ella rechazó que nombraran a cargo de los periodistas del medio a un venezolano que había sido expulsado, según Yailen, de otros trabajos. Ella dice que no había estudiado periodismo y que tenía problemas graves de ortografía. Los ‘encontronazos’ con él se volvieron tema de todos los días porque, de forma regular, llamaban a la seguridad.
Un día, cuando Yailen realizaba un documental con unos norteamericanos, fuera del horario laboral, fue citada por su jefe. El debate terminó en un juicio laboral y con la expulsión de la periodista. “La decisión que se tomó fue por mis ideas políticas”.
Los años siguientes fueron una completa lucha para esta periodista porque nunca dejó de defender sus posturas. Lo hacía escribiendo artículos críticos sobre lo que ocurre en su país. Durante ese tiempo tampoco pudo conseguir buenos trabajos. “Cada vez que me iba a presentar a un lugar me decían: te aviso, y jamás me volvían a llamar. La implacable seguridad estaba detrás de todos esos portazos. En Cuba no hay miedo por los dirigentes, en Cuba hay terror”.
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El año pasado comenzó a trabajar en una emisora de música en una labor que no tenía nada que ver con periodismo, sino con gestión de redes sociales. Fue un trabajo intermitente que solo le generaba ingresos para subsistir. La situación de ella y su familia se volvió insostenible. Es como si ya no tuvieran cabida en Cuba. La habían citado en varias ocasiones e incluso muchas veces estuvo a punto de ser nuevamente detenida.
“El desespero me llevó a decirle a mi esposo: vámonos del país. Por eso en octubre del año pasado nos presentamos a la embajada de Panamá. A mí me dieron visa, pero a mi esposo no. Al mes, Nicaragua eliminó el visado y vimos en eso otra oportunidad para hacer vida allá”. Yailen dice que hay un éxodo masivo de la isla.
Compraron los pasajes en diciembre con una escala en Colombia porque los directos estaban muy costosos. “Cuando llegamos a Colombia, el sábado 5 de febrero, y fuimos a abordar el otro avión para Managua nos dijeron que la prueba PCR de mi esposo tenía un problema y que yo no podía entrar a ese país. Había orden para que yo no abordara”.
El aeropuerto
Desde el 5 de febrero esta pareja de cubanos pasa los días y las noches en el aeropuerto El Dorado en la zona de tránsito internacional. “Yo presenté un recurso tutelar a la Cancillería pidiendo asilo político y ellos nos respondieron que no podían estudiar el caso por estar en esta zona”. Pero Yailen dijo que estuvo en la zona de inmigración cuando habló con un oficial y que esa ya es zona colombiana.
Esta pareja le pide al Gobierno que la deje entrar a Colombia. “Tengo compañeros que están pagando penas de 30 años de prisión. No nos condenen a morir en Cuba. Tampoco queremos ya ir a Nicaragua, nos devolverían”.
Todos estos días han tratado de descansar tirados en el suelo, aguantando frío. Tienen muy poco dinero y hay días en donde solo han podido disfrutar de una sola comida. “Mi esposo es diabético y se tiene que estar midiendo el azúcar constantemente”.
Eso sí, ya fueron visitados por funcionarios de la Personería y la Defensoría del Pueblo. “Yo creo que por las noticias, las aerolíneas nos dieron desayuno. También los funcionarios nos ayudaron con eso”.
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Llevan días sin bañarse, se sienten incómodos, su situación es denigrante. “Mi ropa está sucia. Me da pena dar entrevistas, pero aquí tienen que saber la verdad, entender la postura política de cientos de cubanos”.
¿Y cuál es su postura política? “Que el Gobierno cubano debe irse, entender que el pueblo ya no está con él, ya basta de dictaduras, necesitamos libertad, esa es la palabra que debe reinar”.
Ella seguirá con su lucha, pase lo que pase. “Presidente Iván Duque, dennos asilo político. Somos perseguidos políticos. Lo único que quiero es la libertad para mi país, pero allá no podré hacer nada. Ábrame las puertas”.
Carol Malaver
Subeditora Bogotá
carmal@eltiempo.com
@CarolMalaver
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