Noticias relacionadas
Sobre España acecha la amenaza de una nueva sequía similar a las que azotaron la nación entre 1991 y 1995 y en el año 2017. Este tipo de fenómenos son difíciles de prever, pero los datos del primer trimestre del año hidrológico, que comprende del 1 de octubre de 2021 al 30 de septiembre del presente 2022, indican que estamos ante el primer trimestre más seco en lo que va de siglo. Ya son casi cinco semanas sin lluvia.
Los datos de la AEMET tampoco son halagüeños: en los últimos cuatros meses en España ha llovido un 35% menos de lo habitual. Las reservas hídricas de los pantanos están casi un 30% por debajo de la media de los últimos diez años y apenas a un 40% de su capacidad total. Los efectos se empiezan a notar ya en varias regiones del país, especialmente en el sur peninsular, y algunas organizaciones, como la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) de Castilla La Mancha, han manifestado su preocupación.
El secretario general de ASAJA Castilla-La Mancha, José María Fresneda, explicaba este martes en una rueda de prensa que su comunidad se enfrenta a “una sequía gorda” y que “hay que actuar si es que realmente se tiene interés en el sistema productivo”. Tan sólo hace falta dar una vuelta por la cuenca del Guadalquivir o asomarse al embalse de Buendía, en Guadalajara, para comprobar que los efectos de la falta de lluvia son palpables y que los reclamos están más que justificados.
“Si aumenta el consumo y sigue habiendo recursos escasos, se produce un colapso”, explica Fernando Prieto del Observatorio de Sostenibilidad
Fernando Prieto, director del Observatorio de Sostenibilidad, explica que la escasez de agua como la que comienza a padecer España está provocada por varios factores y que ésta, en concreto, deriva tanto de la evidente falta de lluvias como de la falta de gestión política. “Hay tres tipos de sequía”, sostiene. “Una es por falta de precipitaciones, otra está relacionada con las reservas hídricas, que se encuentran muy por debajo de la media, y luego está la sequía agrícola, es decir, que no haya agua para la agricultura”.
“En España se ha visto que el regadío ha aumentado cerca de cuatro millones de hectáreas”, continúa Prieto. “Por una parte aumentan los regadíos, lo que incrementa el consumo de agua, y por otra vemos que sigue habiendo sequías recurrentes. Si aumenta el consumo y sigue habiendo recursos escasos, se produce un colapso, que es lo que probablemente ocurra en los próximos meses”.
Las centrales hidroeléctricas tampoco han contribuido a mejorar la situación: “A raíz de turbinar o gastar el agua para producir energía durante el verano, lo que hemos hecho ha sido vaciar los pantanos. Ese agua ya no está, y hace falta”.
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación de España, Luis Planas, explicó a los medios que el Gobierno sigue “muy de cerca” la situación y que la discutirá en Bruselas, en el marco comunitario, en las próximas semanas. “Es un tema de preocupación para todo el país, pero especialmente en algunas confederaciones hidrográficas como la del Guadalquivir [está al 28,5% de su capacidad], que están sufriendo de forma muy significativa”.
¿Qué pasa si no llueve?
El principal miedo tanto de los agricultores como de los expertos consultados es que la situación de falta de lluvia se perpetúe hasta el otoño. De ser así podríamos tener problemas, tal y como anticipa José Miguel Viñas, meteorólogo de Meteored: “Evidentemente, todo dependerá de cómo se comporte el tiempo, pero las predicciones que hay hasta que comience la primavera no invitan a pensar que vaya a haber cambios importantes en el régimen de precipitaciones“.
“El miedo no viene de la falta de lluvia”, añade Viñas. “De hecho, esta semana hay una situación meteorológicamente propicia para que llueva, sino de que los modelos de tendencia no muestran un cambio ni un régimen más o menos continuo de situaciones que dejen lluvia. Si en los meses que quedan hasta primavera no llueve de forma consistente, en verano será aún más difícil ver una gota de agua, lo que ya nos trasladaría al otoño”.
Restricciones al consumo
Las peores proyecciones de situaciones como ésta se traducen en escenarios desastrosos: “Ahora mismo tenemos una situación complicada en el sur peninsular en cuanto a las reservas de los embalses, y si no llueve se seguirá agudizando. Estamos en un punto en el que, si continúa la falta de precipitaciones, entraríamos en una sequía hidrológica, y esa sequía no sólo se manifestaría en el sur sino que empezaría a notarse en otras cuencas del interior de la península”.
Todo ello afectaría aún más a los cultivos agrícolas regionales –lo que se traduciría en una posible falta de suministros en los supermercados o en un alza de precios– e incluso podría provocar que los ciudadanos tuviesen que regular el consumo de agua de sus hogares, algo que también ocurrió en sequías precedentes y que ya está pasando en algunos municipios de Extremadura, como los que pertenecen a la mancomunidad de Tentudía, quienes se han visto obligados a regular el suministro de sus regadíos y limitarlos a tres horas.
“Hace falta de forma urgente un plan hidrológico nacional que reduzca los desajustes”, explica el meteorólogo José Miguel Viñas
De momento, los principales problemas se concentran en el sur peninsular, en la cuenca del Guadiana y del Guadalquivir, y en otras cuencas menores de la parte oriental de Andalucía. También en el centro y norte de Cataluña y en algunas zonas limítrofes con Aragón. “Además, empieza a haber claros signos de que la sequía está yendo a más en otras cuencas del interior, como la del Duero y la del Tajo, aunque de momento no es crítica”. Esto, sumado a la situación que denuncia Extremadura, hace que el mapa nacional empiece a teñirse de color marrón.
Si llevamos la situación al extremo, explica Viñas, tendríamos que plantearnos “un escenario de restricciones a nivel de consumo“. A escala nacional, “estamos lejos de eso todavía, pero si tenemos un poco de memoria sí que ha habido sequías persistentes, y algunas han provocado esta situación de tener que controlar la cantidad de agua para el consumo”. En Madrid, sin ir más lejos, en los años noventa hubo que tomar medidas extraordinarias ante la falta de agua.
Posibles soluciones
Fernando Prieto refuerza esa misma idea: “De seguir la tendencia, habrá cultivos que no podrán regarse. Ya está pasando en la zona del valle de Guadalquivir. A medio plazo también puede ocurrir que no haya agua para determinadas poblaciones, como pasa en pequeños pueblecitos. Si se sigue manteniendo la sequía durante periodos largos eso podría extenderse a ciudades más grandes”.
Ante esta tesitura todo el mundo pregunta lo mismo: ¿Qué podemos hacer para parar la sequía? A estas alturas, bastante poco. José Miguel Viñas considera que hace falta de forma urgente un plan hidrológico nacional que reduzca los desajustes en “tema de trasvases, pozos de los que se extrae agua de manera incontrolada y de gestión”, así como para fomentar el ahorro de agua desde los domicilios. “A nivel individual cada uno puede contribuir”, explica.
Una de las propuestas que lanza Fernando Prieto pasa por disminuir las superficies de regadío en España. “No se trata de aumentar la eficiencia, que es lo que se ha hecho, sino de reducir las superficies. Reino Unido, por ejemplo, está renaturalizando zonas agrícolas y en España tiene que pasar lo mismo, especialmente en zonas que son más áridas. Debería haber una reconversión importante en todo el tema del regadío en España para adaptarse a la sequía y además al aumento de temperaturas”.
Consecuencias del cambio climático
Otro elemento clave para luchar contra las sequías es que el mundo se tome en serio la transición ecológica y los acuerdos internacionales para luchar contra el cambio climático. Si bien las sequías son cíclicas y no existen estudios científicos de peso que relacionen el aumento generalizado de las temperaturas con un acortamiento de los periodos de falta de agua, el calentamiento global sí puede agravar sus consecuencias.
“El clima se está volviendo más extremo”, explica Viñas, lo que afecta al comportamiento de la precipitación. Eso no se traduce en mayores ciclos de sequía, algo, por otro lado, habitual en nuestro país, sino en la forma en la que se está empezando a repartir la precipitación a lo largo del año.
“Muchos episodios de lluvia tienen una gran intensidad en un tiempo reducido, algo que hasta hace poco era exclusivo del ámbito Mediterráneo. Si ese comportamiento se mantiene en los próximos años, sí redundaría en que las sequías, cuando vengan, puedan tener mayor magnitud. Principalmente porque el reparto de la lluvia es irregular. Si esta sequía se agudiza puede que de repente en mitad de abril haya un episodio extraordinario de lluvia que concentre mucho agua en poco tiempo. A corto plazo puede paliar en parte la sequía, pero si luego vienen otros tantos meses que apenas llueve volvemos al mismo problema”.