Escasean los espacios de diálogo sobre las relaciones complejas entre hechos, ideas, símbolos, argumentos, textos, lógicas y medios tecnológicos. Son muchas las muestras que encontramos de comportamientos sociales de polarización, queriendo formar parte de grupos segregados con visiones particulares del mundo, apoyadas en explicaciones propias y sin ninguna intención de ser contrastadas.
Internet almacena una amplia gama de ideas y conceptos, procesados según determinados algoritmos, que filtran la información ofreciendo la que está más en consonancia con nuestros datos de navegación. “Un mismo término introducido por dos personas distintas en un motor de búsqueda no arroja ni la misma cantidad, ni los mismos resultados para una y para otra, sino que los adaptará en función de lo que conoce de cada una, gustos personales, creencias, orientación ideológica…”, explica Eli Pariser, cofundador de la plataforma Avaaz.org.
Un mismo término introducido por dos personas en un motor de búsqueda no arroja los mismos resultados para una y otra. Se adapta a los gustos, creencias, orientación ideológica de cada una
Sabemos que los hechos por sí mismos no despiertan la suficiente curiosidad y, por otra parte, que las noticias necesitan “venderse”, ser consumidas, compitiendo con mensajes de entretenimiento y con noticias falsas. De ahí que la preocupación sea más presentar contenidos atractivos que verificables.
Habitamos un entorno propicio para las noticias falsas. El sesgo de confirmación y nuestra participación en las redes sociales burbuja facilitan el consumo de bulos.
Todo lo anterior no deja de ser un freno para el mejor y más ético desarrollo humano y un obstáculo a la labor de las instituciones educativas. Los centros escolares se dignifican al promover actitudes y modos de aprender indagatorios, comprometidos con la ética de la verdad. Como afirma el profesor William Ayers solo “lo moral y ético es lo que le da sentido y vida a las escuelas y a los salones de clase, de lunes a viernes, desde la mañana hasta la noche”.
Trabajos de investigación, como el de Joseph Kahne y Benjamin Bowyer ponen en valor el poder de la educación en este terreno: “Los jóvenes (de 15 a 27 años) que han tenido una buena formación en alfabetización mediática se muestran, considerablemente, más propensos a calificar como ciertas las publicaciones basadas en evidencias que, en calificar, como tales, las publicaciones que contienen información errónea; incluso cuando ambas sintonicen con sus posiciones políticas”. En este potencial insiste el estudio Evaluating Information: The Cornerstone of Civic Online Reasoning, del Stanford History Education Group: “Nunca hemos tenido tanta información al alcance de la mano. Si esta generosidad nos hará más inteligentes y mejor informados o más ignorantes y estrechos de miras, dependerá de nuestra conciencia del problema y de nuestra educación”.
Esta convicción es la que lleva, en el curso 2020/21, al Instituto Público de Educación Secundaria José Manuel Blecua de Zaragoza a trabajar en las aulas de tercero de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) y segundo del Programa de Mejora del Aprendizaje y del Rendimiento (PMAR) un proyecto de educación mediática e informacional, que denominan Eraser Made in Blecua. Una iniciativa liderada por la profesora Ana Beatriz Moliné, de cuyas líneas generales ya dimos cuenta en la entrada anterior.
Los cuadernillos ‘Made in Blecua’
El proyecto Eraser Made in Blecua se sustenta en una web y se vale de una plataforma de formación y de un material ad-hoc, confeccionado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Se complementa con unos cuadernillos de trabajo elaborados por Ana Isabel Aguilera y Ana Beatriz Moliné, profesoras del IES José Manuel Blecua.
Contempla seis fases (Llamada, Entrenamiento, Análisis-Investigación, Reflexión y debate colectivo, Creación y Evaluación) y abarca cuatro módulos de formación. Desde la web del proyecto se puede acceder al desarrollo completo y al material de soporte y ampliación.
A la mayoría de los estudiantes les sorprendió saber que se podía hacer una búsqueda inversa de imágenes en Google y detectar en un instante cuándo fueron publicadas por primera vez, o herramientas como TinEye para descubrir si una foto ha sido manipulada o utilizada fuera de contexto.
“¿En serio hay una buloteca?”. Se entusiasmaron con asociaciones solidarias como Maldita.es. Les gustó especialmente el buscador de bulos y la caja de herramientas. Les parecieron muy útiles no solo para su día a día; les brindaban la oportunidad de contribuir a una sociedad mejor. Y se acercaron también a otras plataformas de comprobación de hechos (fact checking), como Newtral.es, Verifica.cat, verifica.efe o VerificaRTVE.
Todo ello daba base para debatir colectivamente los intereses que pueden haber llevado a un emisor a distorsionar y difundir ciertas imágenes y mensajes.
En módulos posteriores se les proponen tareas de identificación de noticias Cazaclics (estrategias de ciberanzuelo, pensadas únicamente para aumentar y dirigir tráfico a determinados sitios web). Analizan sus titulares, detectando el uso de imperativos, si cuentan el desenlace de la noticia y retan al lector a comprobar su veracidad, si se valen de la incoherencia o utilizan una imagen que no tiene que ver con el contenido, si pretenden crear cierto suspense…
A partir de este momento, comienzan a concienciarse de la necesidad de construir una secuencia de pensamiento crítico (pararse a reflexionar, investigar si la procedencia es una fuente fiable, recopilar y valorar evidencias). Al final del proceso surgió un tema delicado: “¿Nos creemos más fácilmente las noticias falsas cuando están protagonizadas por colectivos impopulares, apelan a instintos elementales o tratan temas candentes como la covid…?”
En un módulo más avanzado se les pide que sean ellos los que generen la información. “Imagina que eres el Community Manager de la Asociación de Estudiantes de tu barrio y tienes la misión de crear un perfil de Instagram o de Twitter”. Se les invita, además, a dar un paso más. “Gestiona la información que se difunde en vuestra página web, en vuestro canal de YouTube y en la cuenta de Twitter e Instagram. Produce un tipo de información ajustada a cada formato: una foto en Instagram, la catalogación y descripción de un canal y contenido de YouTube, un artículo en la web o en un blog”. Se sitúan en la piel de un redactor de noticias. Saben verificar información, ahora tienen que aprender a generarla con responsabilidad.
Todo el proyecto se despliega como una secuencia de investigación y de análisis de noticias reales, mediante una propuesta en la que cada estudiante asume un papel de ficción, poniendo en juego comportamientos y actitudes críticas y activas de verificación. Es emocionante para un docente comprobar cómo este proceso cambia la actitud de los estudiantes hacia la información que manejan en las redes.