Ernesto H. Schlie, 1889. “Casa israelita. Monigotes”.
Fue el primer fotógrafo con estudio instalado en Esperanza, Santa Fe, alrededor de 1888. Al año siguiente, Ernesto Schlie realizó un fotorreportaje por varios pueblos de la provincia documentando los logros de la colonización, iniciada en su ciudad en 1856 (fábricas, estaciones ferroviarias, molinos harineros, chacras, trilladoras en trabajo, mercados, curtiembres, hospitales, etcétera) para competir con un álbum en la segunda Exposición Industrial de la provincia realizada en Rosario.
Entre las 46 fotos del álbum, hoy depositado en el Museo de la Colonización de Esperanza, hay un retrato de grupo tan singular como su título. En él, dos señoras integrantes de las familias Guibert y Leibovitz posan frente a la tapera que les sirvió de abrigo durante los primeros días de su llegada al lugar y a las habitantes del pueblo que quizás acaban de entrar a su servicio. Ambas familias eran parte de un reducido grupo procedente de Besarabia, que animó un proyecto de emigración colonizadora similar al de los futuros fundadores de Moisesville, arribados al año siguiente a bordo del vapor Wesser.
Ya en Buenos Aires, los Guibert y los Leibovitz se adelantaron al resto de familias y consiguieron un contrato de colonización para el grupo en el paraje Monigotes, al sur de Sunchales, por entonces punta de rieles del Ferrocarril Central Argentino a Tucumán. Recién instalados provisoriamente los encontró Schlie, quien se trasladaba en carro con sus equipos fotográficos, y les hizo dos fotos, de las cuales eligió la que ahora nos ocupa para incluir en su álbum de 1889.
Lo que primero impresiona de esta imagen es el encuentro o yuxtaposición del grupo claramente extranjero sobre el grupo y el fondo casi emblemáticamente criollo; impresión acentuada por el título, “Casa israelita”, que hace del rancho en medio de la pampa una vivienda judía. Las dos mujeres en primer plano, sentada la señora Guibert y de pie la señora Leibovitz (según referencias familiares, posiblemente los varones adultos ausentes se estaban ganando unos pesos hachando en el monte cercano) resultan particularmente extrañas por su atuendo pequeñoburgués, con el detalle de ambos sombreros, que la primera lleva puesto y la segunda sostiene en la mano izquierda, sugieren, con un aire casi surrealista, que acaban de volver de paseo o de compras por alguna ciudad cercana. Asimismo, el grupo de mujeres que está detrás no es menos excéntrico, por sus rostros y apariencia y sus funciones de trabajo hogareño bien diferenciadas, en relación con el rancho. Es como si estas personas locales hubiesen bajado hace apenas unos minutos del carro que los trajo hasta este lugar desde el puerto donde arribaron desde Europa. O bien, al revés: podríamos imaginar que es un retrato tomado en un estudio de Besarabia antes de partir a la Argentina, donde el telón de fondo tenía este rancho pintado… En suma, el trasplante abrupto que significó la inmigración europea a nuestro país en el siglo XIX está representado aquí de un modo tan límpido y rotundo, que si nos dijeran que fue producido deliberadamente nos parecería plausible.
Es evidente que Schlie no se propuso hacer un ícono simbólico de la colonización con inmigrantes europeos componiendo la foto como lo hizo, aunque ese era el gran tema de su reportaje fotográfico. El carácter representativo y trascendente de la imagen sedimentó con el tiempo que transcurrió después de la toma, con la colonización concluida y la Argentina moderna en marcha. Fue lo real en su devenir, por fuera de la fotografía, por así decir, lo que le dio densidad expresiva y significativa a la imagen y espesor simbólico a la combinación de sus signos. Por otra parte, los descubrimientos histórico fotográficos realizados un siglo después de tomada la foto intensifican el efecto, pues el hecho de que hoy podamos, retrospectivamente, constatar que estamos frente al más antiguo documento conocido de inmigrantes europeos recién llegados al lugar que colonizarían (y que su registro fuese producto de una concurrencia de hechos en sí mismos extraordinarios) carga también la foto de un aura excepcional.
Citando a Cartier-Bresson, la imagen ha fijado un momento decisivo, pero en este caso localizado no en el tiempo en su decurso a través de la captación fotográfica instantánea, sino en el tiempo histórico y retrospectivo: el momento que representa simbólicamente a la Argentina moderna en su gestación.
2 / 6