Casi al final de la entrevista, en la penúltima pregunta, la reconocida periodista Isabel Meira, nacida en Brasil, pero criada en Portugal, pide disculpas por empezar su respuesta a cada pregunta con otra pregunta retórica lanzada al aire. “Es que principalmente quiero provocar una discusión sobre los temas que abordo en el libro y detenernos a hacernos preguntas es un buen comienzo”, explica. El libro del que habla se titula Likeo, luego existo: redes sociales, periodismo y un extraño virus llamado fake news y ha sido publicado en España por la editorial Takatuka tras acuerdo con la gran factoría lusa de literatura infantil Planeta Tangerina. De hecho, uno de los fundadores de Planeta Tangerina, Bernardo P. Carvalho, es el ilustrador de un libro que, partiendo de una actualización del planteamiento filosófico de Descartes, busca interpelar a lectores a partir de 12 años para que se hagan preguntas y busquen respuestas más allá del buscador de Google. “El título es una provocación: ¿necesito gustar (o hacer me gusta) para existir? ¿Vivir no es suficiente? ¿Necesitamos publicar y tener me gustas para confirmar que estamos vivos?”, inquiere, fiel a su reivindicación de las preguntas, Meira, que considera que la referencia a Descartes es también una invitación para que madres, padres, niños, educadores y maestros se tomen un descanso: “La sociedad en la que vivimos nos presiona para no tomar descansos, ya que para este modelo de capitalismo de vigilancia cuantas menos pausas y menos cuestionamientos sobre el mundo hagamos, mejor”.
En Likeo, luego existo, la periodista acerca a los pequeños lectores y a las familias, de forma amena, temas muy relevantes como el uso de los datos personales que hacen compañías tecnológicas, la necesidad que tenemos -ya citada- de confirmar que vivimos, la “adicción” al móvil, los algoritmos o cómo esos algoritmos nos encierran en burbujas cada vez más pequeñas y polarizan a la sociedad. ¿Cuál de todas estas realidades te resulta más preocupante?, le pregunto. “¡Lo preocupante es no pararse a pensar en ello!”, exclama antes de afirmar que todas esas realidades están vinculadas y son fruto de la transformación brutal que las redes sociales han provocado en nuestra relación con internet. “Nos hemos convertido no solo en consumidores, sino también en productores de contenidos. El crecimiento de TikTok, por ejemplo, es algo extraordinario por el impacto que tiene en la manera de relacionarse de los niños, en su autoestima, en la capacidad de atención, de desarrollar empatía y, en fin, en el manejo de estados emocionales complejos. Hay varios estudios que apuntan ya a un aumento de los problemas de ansiedad y depresión en los jóvenes en los últimos años y eso también es muy preocupante”, reflexiona.
¿Nativos digitales o ignorantes digitales?
Hay un capítulo de Likeo, luego existo que mete el dedo en la llaga del concepto de «Nativos digitales», usado con frecuencia para referirse a los jóvenes nacidos ya en la era de los smartphones y las redes sociales, pero fuertemente criticado por numerosos expertos. El título del capítulo es profundamente irónico: «Nativos digitales: ¿Quiénes, nosotros?». “Deberíamos tener la humildad de cambiar el concepto por el de «ignorantes digitales». ¡No sabemos nada! ¡Necesitamos aprender!”, exalta Meira, que considera que la tecnología crea una especie de ilusión de facilidad: todo parece fácil, basta con deslizar los dedos por la pantalla y listo. Una ilusión de facilidad a la que también se han sumado las redes sociales, donde cualquiera sin un mínimo conocimiento puede generar una cuenta, acceder a contenidos y estar al tanto de lo que supuestamente pasa en el mundo. La utilización del «supuestamente» no es baladí: “¿Pero de qué mundo?”, se pregunta la periodista de la Radio Portuguesa Antena 2, que no duda en afirmar que solo podremos responder a esta pregunta “si aprendemos cómo funciona el mundo digital, si entendemos la lógica de los algoritmos”.
En ese sentido, la autora recuerda cómo los algoritmos de redes sociales como Facebook han sido utilizados para difundir bulos y desinformar. Entre los ejemplos algunos como los de las elecciones ganadas por Donald Trump en EEUU o Bolsonaro en Brasil, la campaña del Brexit e, incluso, el genocidio de los rohinyás. En todos estos casos ha sido reconocido y es público el impacto que tuvieron las redes sociales y sus algoritmos para desinformar a la población. “Tenemos que recordar que las noticias falsas llegaron a ser vistas casi como una moda inofensiva. Como si fuera una broma de las redes sociales. Cuando esto sucede, somos más fáciles de manipular y quienes se benefician de esto son gigantes como Google o Facebook”, afirma la periodista, que incita a los lectores a reflexionar sobre el papel del periodismo como pilar de la democracia. “Podemos empezar por recordarles a nuestros hijos este papel del periodismo. Es en el periodismo en quien debemos confiar y donde debemos buscar hechos que nos ayuden a tomar decisiones más informadas”, añade antes de hacer referencia a un concepto muy utilizado, pero poco puesto en práctica, el de «alfabetización mediática»: “Padres e hijos debemos aprender a consumir información y manejar los datos que circulan en internet”.
Pensamiento crítico en la era de la posverdad
Isabel Meira es una de las autoras del documental Verdad o consecuencia, emitido por la televisión pública portuguesa, que ahondaba en lo que se ha dado a conocer como la era de la posverdad, un tema en el que vuelve a incidir en este libro para acercar a los menores al concepto de fake news o desinformación.
La autora deja claro que no está en contra del uso de la tecnología. Reconoce que esta nos puede hacer la vida mucho más fácil (“Muchas plataformas son aparentemente gratuitas, podemos hacer amigos, ver películas, escuchar música, leer libros, hacer ejercicio e incluso podemos ganar dinero a través de internet”) y que internet y las redes sociales “pueden ser casi mágicos” como herramienta para la democratización del conocimiento: “Ejemplos como las manifestaciones de la Primavera Árabe o el Black Lives Matters revelan cómo las personas se sienten empoderadas y logran movilizarse a través de las redes sociales”. Sin embargo, según Meira, ese poder también puede ser una desventaja si seguimos viviendo encantados -y sin cuestionarnos nada- con lo que nos permite hacer internet aparentemente gratis.
“Todos necesitamos urgentemente estimular nuestro pensamiento crítico. El avance de la extrema derecha en Europa, por ejemplo, es muy preocupante. En Portugal, recientemente, el partido de extrema derecha acaba de ser elegido tercera fuerza política en el Parlamento. Los niños y jóvenes necesitan ayuda para desarrollar herramientas para evitar caer en trampas populistas, ya que son los votantes del mañana y las democracias están en peligro”, argumenta.
¿Pero hay espacio para el pensamiento crítico con el ritmo frenético con el que vivimos hoy en día?, le pregunto. Responde, cómo no, empezando con más preguntas: “¿Por qué vivimos con este ritmo frenético? ¿Cuántas horas de nuestra vida pasamos en las redes sociales, muchas veces sin saber lo que estamos haciendo? Asociamos ese tiempo con el tiempo libre, pero lo cierto es que estamos siendo manipulados. Ya hay mucha evidencia de cómo se estructura el capitalismo de vigilancia desde nuestra atención, desde nuestros datos y metadatos, en definitiva, a partir de convertirnos en títeres empoderados que no saben las reglas del juego al que están jugando”.
Para Meira la escuela tiene un papel fundamental al respecto y “debe priorizar el pensamiento crítico”. Fomentar que los niños, niñas y adolescentes, como ella, se hagan preguntas para poder jugar al juego en igualdad de condiciones o, al menos, con mejores cartas. “Necesitamos tener más dudas y menos certezas, necesitamos hablar más con los demás, ponernos más en la piel de los demás y menos en las pantallas que nos llenan de filtros, reconocer que nos necesitamos unos a otros, que somos animales y no algoritmos perfeccionados, que necesitamos parar, parar muchas veces, aunque no haya una razón aparente”, concluye.
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