No ganamos para vergüenzas y ahora en el extranjero. Lo sucedido con el nombramiento de Pedro Salmerón, como embajador en Panamá y el rechazo de este país a recibirlo, supone un ridículo apoteósico. El mundo entero riéndose del asunto.
Como los mismos panameños dijeron, peor al designar a la folclórica Jesusa Rodríguez, que causó conmoción. Un expresidente lo puso en claro. López Balladares tuiteó que Panamá es un pequeño territorio, pero con mucha dignidad. ¿Lo entenderá el emperador de Palacio, o seguirá ofendiéndolos?
AMLO cree que el orbe le pertenece y está obligado a rendirle pleitesía, igual que sus aduladores autóctonos. Poco se entera de lo que dice de él la prensa extranjera, a la que no puede engañar ni comprar con sus precarias dádivas. De populista, ignorante, mentiroso, no lo bajan.
El intento de imponer a un individuo acusado de acoso sexual por varias alumnas del ITAM, de la UNAM y militantes de Morena era una afrenta para cualquier nación civilizada. En vista de que se salió con la suya de entronizar a Félix Salgado Macedonio, como el poder tras el trono en Guerrero -a pesar de estar acusado por violación- lo llevó a pensar que igual sucedería con el encargo diplomático a otro sátrapa. Le dieron con un canto en las narices y podría repetirse con la impresentable Jesusa.
Como dijeron los panameños: ¿Qué en México no hay un cuerpo diplomático de excelencia?
Está que echa espuma por la boca, ante el destape de la vida de lujos que se da su hijo mayor, José Ramón. El heredero de Marras, según las propias palabras del ínclito progenitor, “dio el braguetazo con una millonaria”. De aquí que viva a cuerpo de rey en Houston.
Está en su derecho de vivir como se le de su gana, pero el intríngulis está en el posible conflicto de intereses, al trabajar la esposa, Carolyn Adams, para una empresa petrolera Baker Hughes, contratista de Pemex y propietaria de la residencia en la que habitaban (Se cambiaron recientemente a otra, algo más discreta, pero que también fue propiedad de un ejecutivo de la mencionada compañía).
La empresa recibió un contrato de Pemex por 150 millones, lo que lleva a la sospecha de una violación a la ley. La investigación la hicieron Mexicanos contra la Corrupción y Carlos Loret de Mola, al que le tocó el mayor ataque del tlatoani, el que de plano, lo insultó.
Por muy presidente que sea, ¿tiene derecho de insultar a un periodista que destapa un caso de corrupción, así sea de parte de su vástago? Son estos ataques a comunicadores los que fomentan la inquina generalizada en contra de los medios y ponen en peligro de muerte a periodistas, que solo cumplen con su obligación. Hay una condena internacional, incluso, contra su sección del miércoles de las mañaneras.
Le ha sido imposible responder a los cuestionamientos sobre la profunda incongruencia entre el discurso paterno y la actuación del hijo, en cuanto a la “austeridad” y el no amor al dinero ni a las cosas, que reiterativamente expresa. Y de lo poco que ha dicho, ¡vuelve a mentir! Dice que sus hijos no intervienen en su gobierno, pero todos saben cómo se las gasta el conocido como “Andy”, quien incluso coloca a sus cuates en cargos destacadísimos. Tampoco se ha esclarecido la conexión de la siembra de cacao para la chocolatería, con un funcionario tabasqueño. En cuestión de su familia, AMLO tiene muchas cuentas pendientes, aunque las quiera esconder debajo de la alfombra.
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