CEO Founder LEXIA Insights & Solutions
Hoy vivimos en tiempos difíciles, con la pesada carga de enfrentar problemas reales y con la aún más angustiante losa de amenazas apocalípticas en el horizonte.
Resulta paradójico que entre más nos informemos más acumulamos preocupaciones. Una persona “informada” podrá saber que las muertes por la pandemia continúan, que hay nuevas variantes al acecho, que los incendios, sequías e inundaciones aumentan, que el crimen organizado y el terrorismo siguen ganando terreno, que los liderazgos autoritarios florecen en todo el planeta, que la inflación crece, que las desigualdades no se corrigen y un infinito etcétera.
Las alarmas y la identificación de riesgos son vitales para la sobrevivencia, sin embargo, esta característica evolutiva está siendo sobreexplotada por nuestro ecosistema mediático, que se ha convertido en dispositivo de generación de angustias, ansiedades e incertidumbre colectiva.
Hagamos una rápida lectura de los titulares, las primeras planas, los trending topics, las breaking news, los portales informativos para ver que Rusia amenaza con invadir Ucrania, que el nuevo primer ministro peruano está acusado de violencia familiar, que hay una nueva variante de ómicron y otra preocupante del VIH, que el líder de ISIS voló por los aires al accionar una bomba suicida, que Trump ofrece dar perdón presidencial a la turba que traspasó el Capitolio, que las acciones de Facebook se desploman, que siguen las muertes, los crímenes, la violencia, la enfermedad y la muerte.
Las personas estamos mal diseñadas para convivir con el peligro y la ambigüedad, lo cual explica por qué a lo largo del tiempo hemos usado las religiones y las ideologías como un manto protector para hacernos la vida más tolerable. Con cuentos claros e inmutables es más fácil vivir.
La necesidad de claridad y ver en blanco y negro –sin demasiados grises– está siendo sobrexplotada por los liderazgos mesiánicos y autoritarios que cada vez ganan terreno en las más diversas latitudes.
Esta fobia a la ambigüedad también explica la facilidad con la que los políticos, los medios de comunicación y las redes sociales abonan al proceso de polarización que se está dando en la mayoría de los países del planeta.
El enfoque periodístico guiado por una constante búsqueda de una crisis lo que logra es mantener a sus espectadores y lectores en un estado de ansiedad perpetua. Cada nuevo virus se anuncia como una nueva pandemia, cada inundación como el comienzo del fin y así cualquier tema o asunto. Nuestra atención está expuesta fundamentalmente a pura mala noticia.
El enfoque magnificado en las malas noticias que busca vender más periódicos también logra que se venda más papel de baño en momentos de pánico. Facilita que los profetas del desastre tengan vía libre para ganar poder al lucrar con nuestra perversa adicción al escándalo y al peligro.
El alarmismo y el enfoque en lo negativo preceden y con mucho a lo que estamos viviendo en el ecosistema mediático. Sin embargo, nunca la caja de resonancia había sido tan potente y ubicua.
La trampa de las malas noticias nos trajo, por ejemplo, a Donald Trump… y lo mantiene vigente.
Esto lo ha documentado muy bien el estratega demócrata Dan Pfeiffer, quien nos invita a revisar la lista de las publicaciones más virales del 2021 generada por Chartbeat –plataforma tecnológica que ayuda a los medios de comunicación a medir el engagement (cuántas personas leen, comparten o interactúan con una noticia).
Señala Pfeiffer: “En un mundo donde el tráfico de Internet genera ingresos publicitarios, Chartbeat es el punto final para muchos medios. Las historias que se disparan en Chartbeat obtienen una ubicación más alta en el sitio web y se promocionan sin descanso en las redes sociales”.
“Una mirada a la lista Chartbeat descifra por qué los medios de comunicación están tan comprometidos con asustar a su audiencia. 21 de las 50 historias más virales del 2021 son sobre Donald Trump, lo cual es realmente sorprendente si se considera que dejó de ser presidente en enero de ese año. El resto de la lista está poblada con historias de tiroteos, sufrimiento pandémico y otras crisis. Hay algo de periodismo importante y de alta calidad en la lista, como el informe detallado del New York Times sobre el periodo previo a la insurrección del 6 de enero, el informe del Washington Post sobre el intento de Trump de presionar a los funcionarios electorales de Georgia y el ensayo de Timothy Snyder sobre el ascendiente autoritarismo. Con algunas excepciones, la lista de las historias más leídas y compartidas está llena de malas noticias”, concluye Pfeiffer.
La inercia del ecosistema mediático para enfocarnos en lo negativo y escandaloso es tierra fértil para la emergencia de liderazgos provocadores, ruidosos. Mala cosa para los liderazgos responsables y equilibrados que requerimos en el mundo.