El escritor Luis Landero cree que las personas odiamos mucho más de lo que decimos y que se trata mucho más el tema del amor que el del odio, dos grandes asuntos que aborda desde el humor, la ironía e incluso el esperpento en su nueva novela, Una historia ridícula.
Publicada por Tusquets, el último título de Landero (Alburquerque, Badajoz, 1948), considerado uno de los nombres esenciales de la literatura española, es la delirante historia de amor de Marcial, un hombre que trabaja en una industria cárnica.
«Un tiquismiquis y un tocapelotas», describe el autor, un hombre orgulloso de su elocuencia y de su propia filosofía del mundo, y que conoce un día a una mujer de una familia culta y adinerada que representa todo lo que él envidia en la vida. Porque Marcial, explica Landero, es un resentido contra el mundo después de las burlas que ha sufrido desde su infancia y, con esta historia de amor aspira a entrar en el culto entorno de su amada, llegar a lo imposible, al mundo de la elegancia, de la alta cultura, el del dinero.
Un «resentido con causa» al que le gusta tanto el amor como el odio, un sentimiento que cree que une más: «Cree en los flechazos del odio y en el odio a primera vista», explica el escritor. Porque se habla mucho del amor y poco del odio, dos sentimientos igual de antiguos en los libros, dice Landero, para quien los personajes de William Shakespeare «son los mejores que han odiado de la literatura».
Pero el amor es mucho más lucido y el odio y la envidia «son pasiones secretas que hay que esconder», sostiene el autor, que destaca cómo su protagonista es, por el contrario, un ser que odia a casi todo el mundo, aunque el carácter cómico del personaje atempera esos sentimientos.
«Es bueno que nos callemos nuestros odios porque siempre hay gente cercana a la que, si no odiar, al menos no tenemos ningún tipo de simpatía y callamos y disimulamos. Si realmente mostráramos nuestros odios y nuestras antipatías, el mundo sería inhabitable», sostiene Landero.
El autor insiste en que es Marcial, su protagonista, el que ha escrito el libro porque tiene una voz «tan especial» que le daba la impresión de que él se limitaba a transcribir lo que le iba diciendo. Este personaje ya había aparecido en un tema breve que escribió Landero hace más de 30 años, recuerda. Y su voz y la seriedad con que hablaba le quedó en la memoria en reserva hasta que en el principio del confinamiento por el coronavirus decidió «tirar del hilo» y «Marcial empezó a hablar y a fluir».
También Landero recurre al humor de las cosas cotidianas para escribir su novela, una forma de provocar la risa que era tan habitual en el cine mudo.