“Al buscar los cuadernos que siempre me han acompañado, repasar esos fragmentos y activar los recuerdos entré en un túnel del tiempo que me dio la oportunidad de actualizar el pasado para tratar de entender quién soy, reconocer las múltiples Ángelas que me habitan, que conversan entre ellas, debaten y preguntan de cara a este ejercicio de escritura cuál Ángela tomará la palabra y en qué momento lo hará para escribir de manera fluida unas veces, titubeante otras”, relata Ángela María Robledo en ‘Feminizar la política’, un libro en el que muestra todas sus facetas para cuestionar el mundo de lo público y lo privado.
Es una mujer serena, que ha leído mucho y se nota en su forma de hablar y de explicar las cosas. Analiza las palabras para expresar sus posiciones. Está sentada en el estudio, atrás se vislumbra una larga fila de libros y algunos cuadros que cuelgan en la pared. De vez en cuando arregla su cabello corto, que lleva peinado de medio lado, y usa las manos al exponer cada argumento.
La psicóloga, feminista, investigadora, profesora, escritora, excongresista, y quien fue fórmula vicepresidencial para las elecciones de 2018, expone en su más reciente libro sus planteamientos sobre el papel que han ocupado las mujeres y el cuidado que realizan de la vida en el ámbito político y económico.
Entre los hechos más recientes de su carrera política, Ángela menciona la lucha por mantener su curul en el Congreso y la ruptura con Gustavo Petro tras su salida de la Colombia Humana por haber considerado que allí no había espacio para ella. Asegura que la carta que le envió nunca tuvo una respuesta, pero eso ya no le preocupa. Ahora pasa los días junto a sus nietas y últimamente ha encontrado, en los espacios compartidos con otras mujeres y en las redes sociales, en las que es muy activa, una nueva forma de expresar sus opiniones y de compartir sus conocimientos abiertamente.
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Ángela Robledo está segura de que el cambio social, político y económico solo será posible con las mujeres como protagonistas y deja claro que la presencia de ellas en cargos de poder no es negociable. Entre tanto, hace un recorrido por su vida, porque lo personal también es político, como dicen las consignas feministas.
Por eso, no solo plantea sus posiciones desde una mirada hacia lo público, sino que interioriza lo vivido desde su experiencia como hija, esposa, estudiante, amiga, como madre de Sebastián y de Simón, quienes la han apoyado siempre; como abuela de Antonia y de Julieta, que llegaron a su vida a enseñarle y a cambiar un poco el aspecto de su sala de estudio, donde ahora comparte con ellas tardes de lectura y de juegos infantiles.
En el libro deja claras sus posiciones sobre la familia, la crianza, la educación, la distribución del poder, los feminismos, los liderazgos, la importancia del cuidado y de la paz, pues se considera –como le dijo Mockus alguna vez– una partera de la paz y una guerrera sin armas, y una feminista aguafiestas que a donde llega empieza a cuestionarlo todo.
¿En Colombia hay miedo a que las mujeres ocupen cargos de poder?
Creo que además de miedo hay mucho desconocimiento porque ha sido muy difícil llegar a donde hemos llegado, esto lo hemos ganado a pulso y las leyes han sido fruto de muchos años, porque las mujeres y las feministas estamos acostumbradas a luchas de largo aliento. La tarea es muy difícil e ir adquiriendo visibilidad es un primer nivel, nadie lo va a negar. Judith Butler lo llama una acción performativa: el estar en ese escenario de lo público, el estar en las calles como estuvieron miles de mujeres de todas las generaciones, pero hay que avanzar a otros espacios de política y llegar a estos escenarios de la política representativa ha sido mucho más esquivo, mucho más difícil, pero vamos a seguir intentando.
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¿La conexión feminismo y política genera temor?
Seguimos siendo las brujas de la Edad Media. Silvia Federici dice que la cacería de brujas continúa: lo feminicidios, que la casa sea el espacio más peligroso (la cama), el que las mujeres que nos hayamos atrevido a pararnos en el mundo de la política representativa se nos hayan presentado tantas dificultades… Yo me paro en los hombros de todas esas mujeres y de todas esas feministas y sí creo que he sido la mujer que en Colombia se reconoció clara y contundentemente como feminista, como pacifista. Creo que había mujeres muy interesantes en el Congreso, pero creo que mucha gente lo dice a raíz de mi libro, y de mi participación en la campaña de Gustavo Petro, que fui la primera mujer que en una fórmula vicepresidencial se paró y dijo: “Soy feminista”. Entonces creo que mujeres como nosotras podemos producir mucha molestia, pero hay que seguir adelante. Yo he dicho que el cambio es con las mujeres y creo firmemente en que eso es parte del cambio de rumbo que debe tomar Colombia.
Desde su experiencia, ¿cómo se integran los factores de ser mujer, política con reconocimiento y feminista en un país tan machista como este?
Yo lo señalo con una metáfora que han tomado muchas mujeres en el mundo después de que Virginia Woolf escribió ‘Una habitación propia’: es tener un espacio muy tuyo que es como tu reserva ética, estética, de la vida. Esa habitación propia para mí representa el que amo la literatura, el que he sido por muchos años siempre una exploradora del conocimiento, del saber, y que la música para mí es un refugio fundamental. Y en momentos muy difíciles en que el amor ha sido una fuerza en mi vida, el amor de una pareja, de un hombre, el amor de la familia y que he tenido unas complicidades con hombres, pero especialmente con mujeres que en épocas difíciles me he sentido muy fortalecida.
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Entonces, he echado mano de esas prácticas del autocuidado y del autoconocimiento como una manera de reserva para no estar tan expuesta al mundo de la política, que en Colombia, la gran paradoja, es que con este asomo del proceso de paz se ha vuelto mucho más agónica, mucho más difícil, mucho más polémica.
Entonces, para las mujeres que nos reconocemos feministas, de izquierda, pacifistas, la tarea es mucho más difícil, pero si la hacemos en clave colectiva podemos superar esos obstáculos.
¿Y cómo explicar que feminizar el poder y la política va más allá de aumentar el número de mujeres en cargos políticos?
Yo parto de una tesis fundamental que es de muchas feministas en el mundo, que reconocen que la política está en casa, que el primer espacio que debemos las mujeres (las jóvenes, las niñas) subvertir, revolucionar, es el espacio doméstico porque es el primer lugar de invisibilidad de nuestra tarea en el tema de la reproducción social de la vida, en el tema del trabajo, del cuidado no remunerado, en lo que significa poner el cuidado de la vida en todas sus expresiones en el centro de la política. Esa feminización de la vida y de la política hay que llevarla al espacio público, a las plazas, a las propuestas educativas, a las universidades, a la política representativa, pero no se agota allí. Tampoco es suficiente tener un cuerpo de mujeres en el ámbito representativo para llevar una agenda feminista o de las mujeres al mundo de la política.
En los feminismos se habla de la deconstrucción, ¿cómo deconstruir la política, que ha sido históricamente machista?
Se despatriarcaliza empezando por la casa. Si tú tienes un espacio doméstico y asumes tu vida en las familias, en todas las diversidades de familias como espacios de formación democrática y como espacios de reconocimiento de que eso que llaman amor también es trabajo. Y si reconoces que esa división sexual del trabajo es una de las causas estructurales de la violencia contra las mujeres, es una forma de despatriarcalizar la política.
Concebir a las mujeres como ciudadanas y como sujetas activas de la sociedad ha sido, y sigue siendo, una lucha, ¿cómo ve el panorama?
La lucha continúa y tiene que ser persistente porque son siglos de esta división sexual del trabajo, de ignorar la condición de sujeto político de las mujeres, de mirar la casa como un espacio de mera reproducción y no como un espacio de formación política. Son siglos de ese trabajo no remunerado en casa, en ese trabajo fundamental que es cuidar la vida. Entonces, lo primero es reconocer este aporte y el trabajo de las mujeres. Eso quiere decir autonomía social y autonomía económica para las mujeres y tiempo libre para poder ocuparnos de otras actividades. Pero, por supuesto, eso debe ir acompañado, en Colombia, con cumplir el acuerdo de paz.
¿Cómo feminizar la paz y los procesos de paz? Porque mujeres y hombres han vivido la guerra de formas muy diferentes…
Claro, e incluso ahí hay un asunto y es que feminizar la política no es esencializarla y decir que por esencia las mujeres han facilitado la política.
Hay mujeres que no feminizan la política, que no ponen la vida ni el cuidado de la vida en el centro de la agenda política.
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Feminizar la política también es para los hombres y para todas las expresiones de identidades sexuales que hoy habitan el mundo; es una potencia femenina de la vida que históricamente ha estado bajo la responsabilidad de muchas mujeres, pero que hoy en día en algunos espacios ya empezamos a compartirlo con los hombres. Y, por supuesto, la guerra es opuesta al cuidado de la vida, es opuesta a un feminismo que reivindica vivir en paz. La guerra es lo más opuesto a eso y la paz apenas empieza a importar si es un proyecto.
La pandemia situó a las mujeres frente a grandes dificultades económicas y vimos la importancia del cuidado. ¿Cómo integrar el cuidado en la política para reducir las brechas?
Con la pandemia las casas se volvieron hospitales, escuelas, sitios de producción de algún tipo de ingreso adicional para las familias y el espacio del cuidado de la vida. Por eso fueron también los espacios que se estrujaron mucho más en términos de salud física y mental.
Hoy estamos viendo el impacto de lo que ello ha significado y mostró entonces un Estado totalmente precario de una salud y una educación, y la cultura de una tierra que se habían vuelto mercancía realmente. Es la alerta para esta propuesta de cambio de rumbo, de volver a un Estado cuidadoso, de volver a un Estado que invierta de manera significativa en el bienestar de sus ciudadanos y ciudadanas.
De cara a las elecciones, como van las cosas, parece que el papel de las mujeres sigue siendo mayoritariamente secundario…
Estamos empezando y creo que todos, independientemente de que lleguen a la primera vuelta, o después de las elecciones de candidatos por coalición, todos van a elegir mujeres como fórmula vicepresidencial.
Yo creo que el tema de las mujeres tiene que salir y el tema de la feminización de la política tiene que salir, porque la reserva política para la paz somos las mujeres en este país.
Si vamos a hablar de la desigualdad, tenemos que arrancar por casa.
Si vamos a hablar de una reforma tributaria transparente y eficiente, tenemos que tener en cuenta una que incorpore la perspectiva de género.
Si vamos a hablar de reforma laboral, hay que mirar las condiciones precarias de miles de mujeres. Entonces, eso va a llegar.
¿Diría entonces que, más allá de intentar buscar espacios, el camino es crear un espacio común, colectivo, de mujeres y para las mujeres?
Sí, como hemos hecho las feministas, hemos sido innovadoras. La lucha es de todas y todos porque los obstáculos de una u otra manera cuando nos afectan de manera diferencial están ahí y hay que superarlos, y sí creo que hay un camino por construir que ya hemos ido construyendo. Hay mucha gente con la cual estamos reconociendo su camino y visualizando unas nuevas rutas en un mundo que tiene que reconfigurarse, no solo por la pandemia, sino por el desastre de lo que han dejado las prácticas neoliberales y este capitalismo caníbal, como lo llama Nancy Fraser, que devora, que destruye todo lo que toca.
ANDREA CAROLINA TAPIA GODOY
@Godoyandreea
EL TIEMPO
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